Por Jesuhadín Pérez
“¡Escúchame bien, nosotros no formamos ingenieros, porque Cuba no necesita ingenieros, nosotros formamos revolucionarios que es lo que el país necesita! Esto es una escuela de revolucionarios y para revolucionarios, tu actitud no se corresponde con nuestros propósitos y eso compromete seriamente tu estancia en este centro”
El imperativo era de una autoridad docente. El motivo de tal, correspondía a un estudiante de primer año que por razones de conciencia se había negado a desfilar el primero de mayo con el resto de sus compañeros. Para ser justo no era el único que no había asistido al acto, pero sí el primero que exponía de manera clara los motivos por los cuales no asistiría. ¡Y fue una bomba!
Ya desde hacía unos días el muchacho venía “sacando las uñas” cuando por motivos similares la escuela había convocado a todo el estudiantado a un acto extraordinario, por lo acaecido con la muerte del preso político Orlando Zapata Tamayo. En este anterior caso, el mismo estudiante se negó también a participar alegando que no conocía siquiera al reo, ni estaba al tanto de lo que había sucedido con él. Solo sabía lo que decía la parte oficialista, pero no la otra parte, por lo que al carecer de elementos de juicio suficientes, se negaba a participar en aquel repudio público. Lo mismo él se negaría a participar en el homenaje a un desconocido.
Era un argumento razonable. Hubiera funcionado con personas razonables, pero en un sistema como el nuestro aquello apestaba a herejía. Era demasiado sensato y demasiado convincente.
La ortodoxia revolucionaria no soporta estos razonamientos matemáticos; por frívolos. Sin esas voluptuosas emociones que acarrean los sentimentalismos rellenadores del corsé oficial, la nota suena proimperialista. No; definitivamente alguien que piensa con tal lógica jamás será un revolucionario. Un revolucionario de verdad es “realista”, acepta lo imposible.
Y ese es el problema. Lo que necesita el “país”, que es el Sistema, que también es el Estado y el Gobierno (todos estos términos son oportunamente imbuidos en el mismo significado), no es el sentido común, ni el buen juicio, no; lo que se necesita son “revolucionarios”, por eso la prioridad número uno de nuestras universidades es formar revolucionarios. Esta es una sociedad de revolucionarios. El presente es de los revolucionarios. Revolucionarios, revolucionarios, revolucionarios…
…antes, se formaban en el seno de las sociedades. Ahora nuestras escuelas son fábricas de revolucionarios. Tal vez sucede porque escasean, y es urgente fabricarlos por encargo…
… no sé, pero tengo mis dudas. Los revolucionarios son para hacer y mantener las revoluciones, como los ingenieros para desarrollar tecnologías, los economistas, médicos y maestros para lo propio, como todos… entonces, si las escuelas que deben formar ingenieros, economistas, médicos y científicos forman revolucionarios, ¿quién se ocupará entonces de desarrollar el país, de hacerlo más próspero y confortable? ¿Los revolucionarios? Perdón, ellos han sabido mantener una revolución por más de medio siglo y eso es un logro considerable, pero, ¿qué, a todo lo demás?
Antes, cuando los revolucionarios no eran instituidos académicamente y los ingenieros, arquitectos, médicos, economistas y maestros se formaban en nuestras academias y universidades, y se ocupaban de sus fines profesionales y sociales, se conseguían grandes cosas; o ya olvidamos que fuimos los primeros en demostrar al mundo que la industria se podía mover con electricidad (1877). Fuimos los primeros de Latinoamérica en aplicar anestesia con éter (1847), fuimos la primer nación de la América hispana, España y Portugal que usó máquinas y barcos de vapor (1829), la primera nación de Iberoamérica y la tercera en el mundo (después de Inglaterra y EE UU) en tener ferrocarril. (1837). El primer sistema de alumbrado eléctrico público de toda Iberoamérica se instaló en Cuba en 1889. La primera ciudad del mundo en tener telefonía con discado directo (sin operadora) fue La Habana (1906). Ya para 1915 Cuba acuñaba el primer Peso Cubano con un valor idéntico al del dólar norteamericano, e incluso sobrepasándolo en ocasiones en un centavo.
El primer departamento de rayos X de Latinoamérica lo tuvimos en 1907, el primer tranvía que se conoció en Latinoamérica circuló en La Habana en 1900, en el mismo año rodó el primer automóvil en Latinoamérica, siendo para 1958 el país latinoamericano con más automóviles per cápita, uno por cada 38 habitantes. Ciento sesenta mil en total. Y fue la cubana Reneé Méndez Capote la primera mujer iberoamericana que condujera un automóvil.
El primer vuelo aéreo latinoamericano fue realizado por los cubanos Agustín Parlá y Domingo Rosillo. Se realizó entre Cuba y Cayo Hueso. Duró dos horas y cuarenta minutos. Fue el 19 de mayo de 1913.
La voz de una cubana Rosalía (Chalía) Herrera, fue la segunda en ser grabada en cilindros y placas de discos.
En 1922 iniciamos una estación de radio que sería la segunda en todo el mundo (PWX) y seríamos los primeros en radiar un concierto de música y en presentar un noticiero de radio. Para 1928 Cuba tendría 61 emisoras de radio, 43 de ellas en La Habana, ocupando el cuarto lugar del mundo, superada solamente por EE UU, Canadá y la Unión Soviética. ¡No obstante seguiríamos siendo los primeros en el número de emisoras, por número de habitantes, por extensión territorial!
En 1935 Cuba se convierte en la mayor exportadora para Latinoamérica de libretos y grabaciones radiales, creándose por el cubano Félix B Caignet el concepto de novelas y series radiales. La primera locutora del mundo fue cubana: Esther Perea de la Torre.
El segundo país del mundo que formalmente transmite televisión fue Cuba, en 1950. Al año siguiente un cubano se convierte en el productor más importante de la televisión norteamericana: Desi Arnaz; el primero en el mundo en el uso de una tercera cámara en programas televisivos.
El primer iberoamericano que recibió nominaciones al Premio Oscar fue un cubano, su nombre: Ernesto Lecuona.
El primer edificio de apartamentos del mundo construido con hormigón se hizo en La Habana, en 1952, se llamó Focsa. Al año siguiente 1953, se construyeron en él los más modernos estudios de televisión del mundo para aquellos tiempos (CMQ Televisión). Para 1958 éramos el segundo país del mundo en difundir televisión a color y en poseer un tercer canal de TV.
Fue un músico cubano quien marcó un récord mundial no igualado ni por Elvis Presley ni por los Beatles: Dámaso Pérez Prado con su mambo “Patricia” que estuvo 15 semanas consecutivas en los Hit Parade de los EE UU.
En 1957 La Habana se convierte en la segunda ciudad del mundo en tener cine en 3D y multipantallas (Cine Radiocentro). En 1959 La Habana era la ciudad del mundo con el mayor número de salas de cine (358), superando a Nueva York y París, que ocupaban los lugares subsiguientes.
El primer hotel del mundo en tener aire acondicionado central se construyó en La Habana 1951: El Riviera.
Cuba, con 6.5 millones de habitantes ocupaba el lugar 29 entre las economías mayores del mundo, con entradas per cápita superiores a las de Italia y España. Cuba tenía en Iberoamérica el mayor índice de viviendas electrificadas (89.2%) y de viviendas con baño propio (79.9 %) y era el segundo país de Iberoamérica en consumo calórico per cápita diario (2870 kcal). En 1954 Cuba tiene 1 cabeza de ganado por cada habitante, ocupando el tercer puesto en Iberoamérica.
¡Ah!, dirán los escépticos, son las pomposas conquistas del capitalismo, pero… también en 1937 Cuba decreta por primera vez en Iberoamérica la jornada laboral de 8 horas, y en 1940 aprueba la más avanzada de todas las constituciones del mundo de aquella época. Fue la primera en Iberoamérica en reconocer el voto de las mujeres, la igualdad de derechos entre razas y sexos, y el derecho de la mujer al trabajo (algunos de estos derechos no fueron reconocidos en España hasta 1976), además estrenamos esta constitución con el primer presidente negro electo por sufragio electoral universal por mayoría absoluta, cuando la mayoría de la población cubana era de raza blanca, adelantándonos en esto a los EE UU en 68 años.
En 1957 la ONU reconoce a Cuba como el mejor país de Iberoamérica en el número de médicos, 1 por cada 957 habitantes.
Ya desde 1955 Cuba era el segundo país de Iberoamérica en menor mortalidad infantil (33.4 por cada mil nacidos vivos) y desde 1956 la ONU la había reconocido como el segundo país de Iberoamérica con más bajos índices de analfabetismo (23.6 %).
¿Ven? ¡Si nos tomáramos en serio la historia! Pero para muchos sonarán mal mis argumentos. Soy para ellos quizás, demasiado razonable…
Jesuhadín Pérez Valdés
Miembro fundador del Consejo de Redacción de la revista Convivencia y del proyecto de audiovisuales Videoconvivencia.