Un pueblo no puede avanzar sin la cooperación de todos sus hijos

Foto cortesía del autor.

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“No hay derecho a sacrificar lo presente por lo futuro.”
Padre Félix Varela
El trabajo es un deber social. Los que viven sin trabajar son parásitos que usurpan a otros hombres una parte de los frutos de su labor. La explotación de unos hombres por otros o por el Estado, y la injusticia social, han conseguido que hasta hoy el trabajo sea un estigma de servidumbre. No puede amarse lo que se impone bajo el peso de yugos torpes y lo que es ejecutado como un suplicio para ahuyentar el hambre o en beneficio de otros.
No olvidemos que el hambre es injusta cuando otros ostentan opulencias, pero es más aún si, como es frecuente, ella recae en los que trabajan para mantener en la ociosidad a los que gozan de privilegios. El hambre es más grave para el espíritu que para el cuerpo.
El trabajo será bello y amado cuando represente una aplicación natural de las vocaciones y aptitudes de los ciudadanos que ejercen sus derechos laborales, cuando el fruto sea cosecha propia del sembrador que la comparte voluntaria y generosamente.
La ciencia y el derecho permitirán duplicar el rendimiento del esfuerzo humano y disminuir el trabajo obligatorio para todos convirtiéndolo en factor de crecimiento humano y bienestar cívico. Por tanto, la disciplina es indispensable para hacer eficaz toda obra común, pero debe ser libremente aceptada como resultado de la competencia antes impuesta como un abuso.
La producción, fuente de bienestar común, será más fecunda cuando los productores puedan organizarla de forma independiente, multiplicando su rendimiento en beneficio personal y comunitario. Conviene para ello educar los hábitos de cooperación entre los ciudadanos, sea cual fuere su condición social. Los hombres se niegan a trabajar al ver que los gobiernos cubren de privilegios a holgazanes, partidarios e ignorantes. Y es por falta de justicia que el Estado se confabula a lucrar de los desposeídos. El mérito y la competencia laboral pierden valor al ser sustituidos por la subordinación, el tráfico de influencias y el amiguismo.
Son los hombres y las mujeres los que crean su propio surco. Toda creación es fruto de la libre iniciativa y llega a su término por el sentimiento de independencia. Por eso digo especialmente al joven cubano de hoy: ¡Ten confianza en ti mismo, no sigas rutas ajenas, no subordines tu voluntad a otras voluntades, no te ampares de sombras que empañan, ni persigas protecciones que atan!
El sentimiento del deber es siempre una responsabilidad personal y en este sentimiento se refleja la conciencia moral de la sociedad. Pero cuando el Estado, o la autoridad, no son la expresión legítima de la conciencia social, el deber puede convertirse en desobediencia. Esto empeora cuando el hambre se recrudece y el trabajo humano no es retribuido con justicia.
Ante esta situación el ciudadano está obligado moralmente a exigir con fuerza que la soberanía y el poder residen en el pueblo, en cada ciudadano, que debe ser servido y representado a través del propio Estado. Este está en el deber de tomar de inmediato las medidas pertinentes para que los salarios sean justos y suficientes y para que la conciencia social de que existe justicia y no explotación evite caer en la desobediencia cívica.
Decimos esto porque el pueblo está aprendiendo a abrir los ojos, a discernir, a exigir sus derechos, a levantarse, dada la gravedad del momento que actualmente se presenta como consecuencia de las medidas del propio Estado que no acaba de liberar totalmente la producción de riquezas, especialmente de los productos alimenticios de vital importancia, mientras decide disminuir la importación de los mismos tan necesaria para la vida misma.
Actualmente hay cientos de productos alimenticios que brillan por su ausencia en las tiendas de pesos convertibles o están a precios inalcanzables para las grandes mayorías de la población. Esto se repite en los productos de venta por moneda nacional.
Estamos en presencia de un desquiciamiento moral en la Nación Cubana. Se hace necesaria la responsable cooperación de todos los ciudadanos sin distinción de ideas políticas, religiosas o filosóficas. No existe, o no se hace público, ni se debaten estudios multidisciplinarios de las causas y consecuencias de esta grave crisis económica y alimentaria por miedo al peligro que ocasionaría la toma de conciencia de los ciudadanos y sus justas exigencias. La cooperación en este campo del pensamiento y las propuestas, también son indispensables y urgentes.
Queremos plantear que Cuba irá decreciendo paulatinamente en la cantidad de habitantes, recordemos que en el año 1953 se planteaba que la población alcanzaría no menos de 25 millones de habitantes. Por el contrario, la población decreció, y decrecerá aún más, si el Estado no toma las medidas inmediatas contra el hambre que actualmente sufre el país y libera las fuerzas productivas de la sociedad civil para que alcance por ella misma su soberanía alimentaria.
¡El tiempo apremia! Recordemos que del hambre a la hambruna no hay más que un paso y esta nos espera.
La cooperación y la liberación de las fuerzas productivas del País son parte de la solución.
Wilfredo Denie Valdés (Pinar del Río, 1926).
Periodista. Licenciado en Historia. Historiador de la ciudad de Pinar del Río durante mucho tiempo.
Fundador del Movimiento 26 de Julio en su provincia.
Director del Instituto de Amistad con los Pueblos en Pinar del Río.
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