Un proyecto para la vida

Foto de Adrián Martínez Cádiz.

Responder qué es la vida ya es algo difícil, como diría San Agustín con relación al tiempo, “si no me preguntas sé lo que es, pero si me lo preguntas no sé qué responder”. Si ya es un tanto difícil responder esta interrogante el hecho de saber qué quieres para ella, o qué quieres hacer con ella de manera segura, se vuelve un tanto más complicado. Muchas veces, aún sin ser filósofos o psicólogos respondemos a diario esta cuestión y elaboramos un proyecto de vida, siguiendo patrones anteriores o tan solo siguiendo aquellos conceptos que elaboramos a nuestro beneficio. El filósofo Ramón Lucas dice que desde pequeños comenzamos a preguntarnos qué es la vida y desde ahí se comienza la búsqueda de su definición. Por tanto, de manera inconsciente hacemos filosofía de nuestra vida y vivimos de manera extrema cada etapa, haciendo una obra maestra de la que somos protagonistas. ¿Qué sería de nosotros y del mundo en general si desde que nacemos, o mejor, desde que comenzamos a tener conciencia de esta interrogante o cuestión nos dijeran su definición, un concepto único, una forma de vida única, pues claro, en principio nuestra libertad estaría anulada, así como la capacidad de elección, y se perdería la magia de ir construyendo una vida, un estilo, una forma individual que nos identifique por lo que somos? Quizás con un espíritu facilista esa sería una buena opción, vivir una vida ya marcada como lo hacen muchos hoy a nuestro alrededor, hasta nosotros mismos que somos guiados a vivir un estilo de vida que es marcado por la sociedad, las nuevas tendencias, estereotipos y hasta por extremismos religiosos. Entonces, ¿acaso hay un estilo de vida único o perfecto para vivir? ¿Somos nosotros los arquitectos de nuestra propia historia o esta ya viene elaborada? Ortega y Gasset en su definición de “proyecto vital” expresa que la vida no está hecha, sino que hay que hacerla, el hombre tiene que determinar previamente lo que va a ser, lo cual no significa que sea un visionario o vidente de su propia existencia, sino un ser con gran imaginación capaz de enfrentar las circunstancias y cambios que se presenten en cada etapa.

La vida es faena poética, porque el hombre tiene que inventar lo que va a ser. Yo soy un programa vital, un proyecto o esquema que pretendo realizar y que he tenido que imaginar en vista de las circunstancias. Yo encuentro ante mí un repertorio o teclado de posibilidades y urgencias, y solo puedo vivir eligiendo entre ellas; esas posibilidades son finitas, pero son siempre varias, y aparecen como tales al proyectar yo mi esquema o programa vital sobre las puras facilidades y dificultades que componen mi circunstancia.”

No es para nadie un secreto que la realidad que vivimos en nuestra isla se torna un tanto difícil a la hora de realizar un proyecto de vida, así como es también una problemática que muchos jóvenes encuentren un sentido a sus vidas o simplemente a lo que hacen. Formar una familia o independizarse, son sueños muy comunes en la juventud de hoy y muy diferentes a lo que en la realidad se vive. Las crisis depresivas van y vienen, como expone Frankl, el sentido de la depresión por saber lo que queremos, porque si están, bien los que viven frustrados por no realizar sus proyectos, están también los que no encuentran o no saben lo que quieren y deambulan marcados por las famosas “crisis depresivas”. El desconocimiento o falta de atención por un personal capacitado podría ser una justificación pertinente para estos hechos, así como lo sería también la sociedad cargada de influencias negativas, pero en realidad ¿quién o quiénes serían los responsables? ¿Acaso hay responsables? Viktor E. Frankl expresa que la falta de sentido la produce básicamente la propia persona, lo cual no significa que sea una enfermedad, pero es algo que hay que intentar superar… Una persona que lucha por conseguir dar un sentido a su vida no es neurótica, no está enferma, solo sería sociógena, porque la frustración en su búsqueda del sentido de la vida residiría en la estructura social. En resumen, la necesidad de sentido emana en el hombre, está ahí, aún en su inconsciente, es su voluntad la que decide proyectarse en él. El sentido no solo se va a encontrar en las terapias o con especialistas en el tema, sino en la experiencia, en el actuar del día a día, en la capacidad que encuentre el hombre de madurar pese a las circunstancias.

Los valores son un eslabón importante en la elaboración de un proyecto de vida, ya que ningún plan de vida prosperará si va en contra de nuestros valores, por eso hay que tener claro cuáles son estos y los que consideramos más importantes. Esto dará paso a que el plan o proyecto de vida tenga bases sólidas para su ejecución y duración.

en el orden de los valores, son los valores máximos la unidad de medida. Solo comparándolas con lo más estimable quedan justamente estimadas las cosas. Conforme se van suprimiendo en la perspectiva de los valores los verdaderamente más altos se alzan con esta dignidad los que les siguen. El corazón del hombre no tolera el vacío de lo excelente y supremo.1

Los valores y la inclusión de ellos en un proyecto de vida evitarían de alguna forma que nuestras proyecciones se desvíen a la búsqueda del placer o vanidades. Es claro que buscamos de manera desesperada un motivo o todo aquello que nos haga feliz. Por desgracia tenemos que tener presente que no siempre lo que nos hace feliz es lo correcto, y como seres sociales debemos proyectarnos para todos, no solo para nuestro interés. Buscarle un sentido a nuestra felicidad es válido en este aspecto. ¿Qué es lo que verdaderamente me hace feliz? ¿A dónde quiero llegar? ¿Qué es lo que verdaderamente quiero? Son algunas de las interrogantes que debemos hacernos y respondernos para no caer en el descontento espiritual opacado por las nubes de un Dios material.

“La búsqueda de placer como fin no se opone solamente a la autotrascendencia sino que obstruye el camino a la propia consecución del placer. Cuanto más busca el hombre el placer tanto más se le diluye. Cuanto más persigue la felicidad, la echa de su lado. Para comprender esto, sólo debemos superar el prejuicio de que el hombre busca fundamentalmente la felicidad; lo que quiere, en realidad, es encontrar una razón para ello.”2

En estos meses de confinamiento por la pandemia donde se ha paralizado el mundo, países, ciudades y, por qué no, nosotros mismos, nuestra vida a puesto un stop que no estaba planeado, un stop quizás no deseado, pero viéndolo en un plano positivo, necesario para replantearnos disímiles posibilidades, diferentes visiones y sobre todo el sentido de nuestra vida. Este paro global de alguna manera ha interrumpido nuestros proyectos, planes objetivos, pero por qué no buscarle un sentido a este momento que estamos viviendo. Como dice Viktor E. Frankl, hay que buscarlo, sin dudas ahí se encuentra, en los detalles más pequeños, en la adversidad. ¿Por qué no hacer un proyecto a corto plazo que permita prepararnos para uno mayor, que permita vivir este confinamiento de manera más amena reencontrándonos con nuestro yo interior y nuestras proyecciones al futuro?

La elaboración de un proyecto de vida no es solo un sueño que se quiere hacer realidad, es el sentido que le has encontrado a tu vida llevado al quehacer diario. Es un plan, una meta que puede o no cambiar, eso depende de nosotros y de cómo seamos capaces de enfrentar las adversidades, retos y realidades que se nos presentan. No tener miedo es un principio básico, no rendirnos es la clave, pero encontrarnos a nosotros y lo que de verdad queremos, es la meta. No dejemos que nuestra estancia terrenal se nos pase sin encontrarle algún sentido, sin elaborar o pensar un proyecto para la vida.

“En la vida, empero, no se trata de dar sentido, sino de encontrar sentido. A una lámina de Rorschach se le dará un sentido, un sentido en base a cuya subjetividad se «revela» el sujeto del test (proyectivo); pero la vida no es un test de Rorschach, sino un jeroglífico. En otras palabras, el sentido es algo objetivo…”3

  • Bibliografía
  • Marías, J. (1980). Ortega y su teoría de la razón vital. En J. Marías, Historia de la filosofía (págs. 430-449). Madrid
  • Referencias bibliográficas
  • 1Meditaciones del Quijote, José Ortega Gasset.
  • 2La voluntad de sentido, Viktor E. Frankl.
  • 3La voluntad de sentido, Viktor E. Frankl.

 

 


Flavia Delgado Barceló.

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