Una de las causas del daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba es la propaganda. Por el impacto negativo y profundo que inflige la propaganda en el alma humana y en el estado de opinión que mueve a masas sin conciencia crítica, es que trataré de reflexionar sobre este instrumento de manipulación y alienación de los ciudadanos y de los grupos inconscientes de la sociedad civil.
Comencemos por distinguir someramente, para un discernimiento ético, las diferencias entre propaganda, publicidad y comunicación objetiva.
Propaganda: “es el conjunto de técnicas, contenidos y lenguajes para adoctrinar en temáticas vinculadas a cuestiones políticas, ideológicas o religiosas… Tiene como objetivo influir en las emociones, actitudes y opiniones de grandes masas a través de diferentes técnicas y recursos… Las características de la propaganda son: subjetiva y sesgada, los recursos utilizados pueden atraer la atención del público e involucrar al público, los activos gráficos se llenan de color, mayúsculas e información para apelar a las emociones del destinatario para lograr el objetivo propuesto”. El término propaganda ha adquirido un carácter peyorativo.
Publicidad: “es un conjunto de estrategias de comunicación diseñadas para compartir una solución comercial con un público de posibles consumidores. A través de recursos visuales, sonoros o textuales, la publicidad busca atraer y captar la atención de las audiencias y convencerlas de adquirir un producto o servicio”. El término publicidad tiene una fuerte carga comercial.
Comunicación objetiva: “es la forma de interacción entre dos o más personas, ya sea mediante la palabra hablada o escrita, gestos, ademanes, expresiones emocionales, etc., cuyo resultado es el intercambio de significados que conducen a la comprensión y, en el mejor de los casos a un acuerdo, a un comportamiento adecuado… la comunicación permite que, incluso personas pertenecientes a distintos grupos sociales dentro de una comunidad, intercambien información e ideas de un modo positivo y productivo”. La comunicación puede ser interpersonal, grupal o social. El término tiene un carácter de objetividad o apego a la verdad y un talante constructivo y deja libre el análisis y juicio del receptor.
La situación de Cuba
Teniendo en cuenta estas tres definiciones que nos acercan al significado de cada palabra, nos podemos preguntar qué es lo que más abunda en Cuba y dónde podríamos encontrar cada una de estas formas de comunicación, aunque alguna se haya pervertido o degenerado. Cada lector podrá hacer su propio análisis.
En mi opinión, Cuba ha sido asfixiada de propaganda y de la peor. En efecto, durante más de 65 años se han monopolizado y manipulado todos los medios de comunicación, el sistema educativo, los barrios, las organizaciones de masas, y hasta las familias, para inundarlos con una persistente, cada vez más increíble y aburrida y, muchas veces, minuciosamente absurda; se trata de una propaganda para adoctrinar, ideologizar, adormecer la conciencia, silenciar el juicio personal y crear estados de opinión que enmascaren la realidad, siembren “dogmas de fe” políticos, preceptos irrevocables, actitudes sectarias y hábitos de enfrentamiento de unos cubanos contra otros cubanos.
Otro aspecto de la propaganda es la descalificación, el insulto, los epítetos humillantes. Se trata de un lenguaje de barricada, de acusaciones sin ninguna prueba, de intrigas y conspiraciones. Se trata de afirmar lo que es mentira y negar lo que es verdad evidente. Se trata del abismo insondable entre la propaganda en el televisor, la radio, la prensa plana, y la dura y tozuda realidad que todos los días nos abre los ojos y nos despierta con la zozobra de cómo se podrá sobrevivir hoy y la incertidumbre de cómo llegaremos a mañana.
Esa vida en la mentira viene envuelta en una nueva semántica. Es la resignificación de las palabras. Se trata de un neolenguaje que pronuncia lo contrario de lo que quiere significar. Llama reordenamiento a lo que desordena, le llama estabilización a la desestabilización general, le llama “ahora sí” al “nunca jamás”. Se llama revolución a la continuidad, se llama movimiento al inmovilismo, se llama contrarrevolucionario al que quiere cambiar para bien. Se llama enemigo interno al diferente y se llama enemigo externo a aquel con el que se quiere normalizar las relaciones.
Pero lo peor de la propaganda ideológica no es que divide, encona, difama, engaña y confunde la verdad con la mentira. Y eso es muy malo. Lo peor es la huella, la lesión, el daño, el quebranto, que la propaganda provoca en las facultades humanas: en la facultad cognoscitiva, favoreciendo un analfabetismo funcional, ético y cívico. En la facultad emotiva, provocando una confusión de sentimientos y un equívoco emocional. En la facultad volitiva, desorientando la voluntad hacia acciones que, en el fondo, no se desearían hacer. Este daño antropológico es más profundo y extenso en la misma medida que dura más la exposición continuada a una propaganda impuesta y ya asumida y transmitida acríticamente de una generación a otra.
Mark Twain dijo: “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”. Es por ello que la labor de los profetas siempre ha sido apedreada. “Nadie es profeta en su tierra”, por lo menos sin que lo crucifiquen. El martirio es el camino del profetismo y cuando el profeta vive en su tierra vive en lo que San Juan Pablo II llamó, por experiencia propia en Polonia: “martirio civil” que, en ocasiones, no llega a ser cruento. Pero sabemos que ir muriendo en la soledad moral y en la difamación es peor que morir de una vez heroicamente.
Propuestas
Pero no todo está perdido, ni la propaganda tiene vida eterna. Algunos le atribuyen a Abraham Lincoln una frase que, no importa el autor, es muy cierta: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Y la mejor forma para evitar que se engañe a todo el mundo todo el tiempo es el análisis de la propia vida cotidiana. No hay nada que desengañe más que la realidad con la que chocas todos los días. La mejor forma de redimirnos de la propaganda y de la vida en la mentira es la encarnación en la realidad. Es la inmersión en el ambiente que se quiere desenmascarar. Porque los medios de propaganda pueden ponerte máscaras, pero la vida real se encarga de quitártelas. He aquí algunas dinámicas para quitar las máscaras:
- Ejercitemos la conciencia crítica: es decir, despertar del sopor de la alienación de la propaganda y abrir los ojos a la realidad, enderezar los criterios de juicio, identificar nuestros valores determinantes, hacer nuestra escala de valores para optar por aquellos que más contribuyan a la búsqueda de la verdad.
- Procuremos la mayor cantidad de información plural y lo más objetiva posible. Contrastar la noticia. Comparar fuentes diversas. Consultar a los que son testigos cualificados o tienen fuentes de información confiables.
- Aprender y enseñar a diferenciar la comunicación objetiva de la propaganda ideológica y política que en Cuba a veces viene claramente como una “candanga” o una “descarga”, pero que otras veces viene cubierta de confusión y oscuridad. Una buena obra de caridad o misericordia es abrirle los ojos al que los tiene nublados. Aclarar. Develar. Dilucidar. La transparencia es un arma.
- Un día como hoy, 29 de enero, pero del año 1993, fundamos el Centro de Formación Cívica y Religiosa en la Diócesis católica de Pinar del Río. Hace 31 años comenzamos esta obra de educación ética y cívica. Más de tres décadas y solo estamos empezando. La propuesta y el proyecto mantienen hoy toda su vigencia y urgencia. Esta formación ciudadana es el mejor instrumento para curar el daño que nos ha hecho la propaganda. Convivencia ha continuado esa ingente labor. Animamos a otros a emprenderla.
Los cubanos cada vez tenemos la vista más clara. La realidad que vivimos nos ha quitado la venda de los ojos y la neblina del alma. La inmensa mayoría ya tiene “olfato” para distinguir el nauseabundo hedor de la propaganda. La verdad se abre paso por sí sola. Aunque se le eche encima toda la maquinaria de la mentira.
Las máscaras que caen son ventanas por donde muy pronto entrará la libertad de la luz.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.