Por Dagoberto Valdés
Unos amigos se casaban por el proceso civil el pasado 24 de diciembre en el llamado Palacio de Matrimonios de la Ciudad de Pinar del Río. Era una boda sencilla en segundas nupcias y solo asistían la pareja, sus padres y los padrinos. No había trajes largos en ella, ni chaquetas de trajes masculinos.
Un trámite leve demoró, unos escasos minutos, la corta ceremonia y mientras llegaba la jueza de paz, como se le llamaba antes, los todavía novios y sus padres y padrinos aprovecharon para hacerse unas fotos en el salón principal, lejos de unos horribles y cursis arcos de flores artificiales que enmarcan el acceso principal al estrado donde se sitúa la mesa del enlace. Justo al lado, depositados contra la pared yacían dos arcos más con otras horrendas flores y mustios lazos para que puedan escoger y cambiar in situ. ¡Qué cosa tan espantosa!
Pero no eran así los novios, gracias a Dios y comenzamos por hacer dos fotos. Un funcionario con ajada chaqueta y corbata mal anudada se acercó circunspecto y declaró:
– ¡Compañeros, no se pueden hacer fotos aquí!
– ¿Cómo ha dicho? –dieron casi al unísono los padres de la bellísima consorte.
– Que está prohibido hacer fotos en estos salones del Palacio de Matrimonios.
Llamé al funcionario y le rogué que por favor, se explicara. No entendemos.
– Que está prohibido hacerse fotos sin la autorización de los que se casan- aseveró grave.
– ¡Pero… es que estos que se están retratando son los que se casan!- dijo alguien.
El estricto funcionario miró de arriba abajo a los novios, muy elegantemente vestidos, pero sin los atuendos tradicionales de un velo donde no es iglesia, ni una larga cola en pleno siglo XXI. Y preguntó:
– ¿Ustedes son los que se casan?
Todas las cabezas afirmaron que sí y algunos cuidadosos llegaron a decirlo entre dientes.
– Pero es que todavía no se ha realizado el matrimonio- dictaminó el empleado.
Al borde de la incredulidad, alguien preguntó: ¿Y eso que tiene que ver?
– Que las orientaciones que tenemos es que están prohibidas las fotos en el Palacio de Matrimonios hasta después de realizada la ceremonia y con la autorización de los novios- concluyó.
Cesó el pequeño reflejo del flash de la diminuta cámara digital y todos nos preguntamos por qué recónditos vericuetos, entre el burocratismo y las falsas bodas, había llegado a categoría de prohibición hacer fotos de matrimonios en el Palacio de Matrimonios sin la autorización de los matrimonios.
Porque recuerden que solo se admitían las fotos una vez concluida la ceremonia luego los autorizados a autorizar sus propias fotos ya serían matrimonios.
Nada, que como dice el magnífico filme de Arturo Soto, también en el Palacio de Matrimonios de Pinar del Río, “Breton es un bebé”.