Por Karina Gálvez Chiú
Lo que presentaré no se trata de una visión y opinión propia, aunque coincido con la misma, sino que se trata de un trabajo común, realizado por un grupo de personas interesadas en el futuro económico de Cuba, en el período comprendido entre julio de 2005 y octubre de 2006. Es el documento emanado de 7 encuentros, organizados y animados por el Grupo de Economistas del Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río, antes de desaparecer en marzo de 2007.
El objetivo general de aquel itinerario de reflexión fue muy parecido al de este ejercicio que comenzamos hoy aquí: ofrecer al pensamiento económico cubano una reflexión sobre valores determinantes, criterios de juicio, objetivos y estrategias generales para que toda la nación cubana pueda llegar a ser protagonista de políticas y programas económicos eficientes -basados en la solidaridad, la subsidiariedad, la justicia social, la apertura al mundo y el bien común- que tiendan a la consecución de un desarrollo integral sostenible, teniendo a la persona como sujeto, centro y fin de toda acción económica. Lo que pretendíamos era lo que hemos anunciado hoy aquí que queremos con este Centro de Estudios: sistematizar el pensamiento que pueda servir a Cuba en el futuro y también en el presente, y proponer alternativas de solución a los problemas.
La realización de este trabajo fue un proceso gradual. Se trató de un itinerario, con diferentes etapas de reflexión. Duró un año y medio, en encuentros de fines de semana cada dos meses. Fueron 7 encuentros.
Podemos decir también que fue un proceso participativo. Se hizo una convocatoria abierta. Participaron 36 personas como promedio en cada encuentro, de las cuales 33 eran universitarios y solo 12 eran economistas. Participaron también 13 técnicos en economía de 19 técnicos en total. Puede apreciarse una participación diversa en profesiones que también se evidenció en la procedencia de los participantes de 5 provincias de Cuba: Pinar del Río, La Habana, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba. Además, al final, fue sometido al criterio de economistas en la Diáspora, cuyas opiniones forman parte del documento publicado también con ayuda de amigos cubanos que viven fuera de la Isla.
Se trató de un proceso propositivo, que no se quedó en la reflexión estéril ni en el análisis de la realidad, sino que quiso hacer una propuesta de pensamiento económico para el mejoramiento de la sociedad cubana.
Lo más rico de este itinerario fue, y es, su contenido en sí mismo. Del trabajo realizado en estos encuentros se obtuvo como fruto, un análisis de la realidad de los diversos aspectos económicos de Cuba tal y como la aprecian los ciudadanos y tal como la valoran los especialistas. A pesar de que esta realidad económica es cambiante y puede ser interpretada desde diferentes puntos de vista, lo más importante es contar con esa realidad para comenzar cualquier intento de proyección económica para Cuba.
En la segunda etapa del itinerario se intentó presentar modelos económicos aplicados o propuestos en Cuba y en el mundo, así como los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia, para que sirvieran de referencia a la reflexión. De esta etapa, se obtuvo una enumeración de valores determinantes y criterios de juicio, que pueden ser aplicados a cualquier proyecto económico que se proponga, para evaluar su eticidad y búsqueda del desarrollo humano integral y no solo del crecimiento material: Solidaridad, Subsidiaridad, Apertura, Eficiencia, Consideración de la cultura del país, Cuidado del medio ambiente, Promoción de la pequeña empresa.
Después de una sustanciosa discusión se presentaron las características que darían un perfil a nuestra propuesta de economía para Cuba. La economía cubana debe ser: abierta, eficiente, subsidiaria y solidaria. Estas cuatro palabras se aprobaron como el objetivo general que debe manifestar cualquier proyecto económico para servir a la prosperidad y el desarrollo de Cuba.
Durante la reflexión pudimos llegar también a formular los objetivos específicos por categorías y sectores económicos que deben orientar cualquier proyecto económico viable y justo, con el fin de que fueran herramientas de evaluación para empoderar la capacidad de discernimiento de los ciudadanos y ciudadanas. Y, mediante el trabajo en equipos, conseguimos llegar a la elaboración de estrategias generales para categorías económicas.
La reflexión sobre los actores que deben protagonizar los procesos económicos para que estos sean de verdad participativos y democráticos efectivamente, constituyó otro momento del itinerario. Con la idea de que el futuro de Cuba sea lo más incluyente y participativo posible, los protagonistas debemos formarnos y comprometernos desde ahora: ciudadanos, sociedad civil, empresas, Estado y organismos internacionales.
Si algo debemos valorar además como fruto de este proceso de reflexión es el aporte de economistas de la diáspora cubana, que estudiaron lo que hicimos e hicieron comentarios y críticas muy profesionales y comprometidas con la realidad cubana del presente y el futuro. Su participación además se extendió a la publicación de un libro con todas las reflexiones de los encuentros y los comentarios y críticas al documento, con el que hoy podemos contar como una referencia. Una verdadera muestra de comunión en el afán por servir a Cuba desde cualquier lugar en que nos encontramos los cubanos.
Los que participamos en aquel encuentro tenemos la esperanza de que tanto el trabajo de aquellos días como el resultado del que comenzamos hoy le permita a todo ciudadano responsable:
- Servirse de esta visión ética, de sus valores determinantes, sus criterios de juicio, de los objetivos generales y específicos y las estrategias generales por categorías y sectores para inspirarse y fundamentar sus propios programas político-económicos.
- Utilizar esta visión y criterios para evaluar los programas político-económicos que diseñen otros, ya sean partidos políticos o grupos académicos, y que requerirán siempre y en todo lugar de una conciencia formada para evaluar y unos criterios fundamentados para criticarlos, mejorarlos o rechazarlos, según la conciencia de cada ciudadano.
Este es nuestro sencillo aporte, desde nuestra propia identidad y posición en la sociedad civil.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.