Introducción
Los estados totalitarios, valiéndose de la propaganda, el adoctrinamiento y el dramatismo inherente a su propia historia, han generado siempre, -al menos en una parte considerable de sus ciudadanos-, una especie de fervor político al que algunos autores le han atribuido elementos de naturaleza pseudo religiosa. Tomando en cuenta los dos ejemplos paradigmáticos del siglo XX: la Alemania nazi y la Unión Soviética comunista, podemos apuntar que este estado de euforia colectiva, políticamente motivado, constituye también una forma moderna de adoración. Como plantean Svilicic & Maldini (2014), “El concepto de estado totalitario muestra un pronunciado renacimiento de las características míticas. De hecho, el estado totalitario en muchos sentidos basa su legitimidad en el mismo mito político que crea”.1
El ser humano ha adorado desde los mismos albores de la civilización. Es precisamente este instinto natural el que ha dado lugar a los mitos fundacionales de nuestra especie, los cuales hemos conservado celosamente durante varios milenios, en lo que representa el esfuerzo continuado de preservación cultural más antiguo del que tenemos noticia. Nada ha sobrevivido tanto tiempo junto a nosotros como nuestros adorados mitos. Sin embargo, en el siglo XX, las ideologías de corte autoritario desplazaron de manera paulatina a muchos de los mitos venerados secularmente, convirtiéndose ellas mismas en motivos de culto. El fascismo, el comunismo, el nazismo y el socialismo intentaron instalarse en el imaginario popular como dispositivos “racionales”, sustitutos de los viejos mitos que nos ayudaban a entender el mundo, encontrar sentido a la vida y soportar el dolor existencial. Como afirma Marchiano, 2018: “Las ideologías y los ismos se convierten en objetos fáciles de adoración, sustituyendo fácilmente a las religiones de antaño. ´Nuestros temibles dioses solo han cambiado sus nombres´, escribió Jung. ´Ahora riman con –ismo´”.2
La adoración y el mito
La necesidad de los grupos humanos de crear, encarnar y creer en mitos, es atemporal y universal. La razón es que, siendo los mitos los motivos de adoración por excelencia, las sociedades humanas hemos construido complejos mapas de sentido alrededor de ellos y este sentido nos provee de seguridad y estabilidad emocional. Según el psicólogo clínico Jordan B. Peterson, la estabilidad emocional de los individuos depende, en primer lugar, del nivel de credibilidad que le confieran a la Narrativa que habitan.3
La adoración toma muchas formas, según el contexto donde se manifiesta y el motivo venerado, pero el instinto primario al que responden, es el mismo.4 “No existe tal cosa como no adorar, escribió el novelista David Foster Wallace. Todo el mundo adora. La única opción que tenemos es, qué adorar. G. Jung habría estado totalmente de acuerdo. Postuló que la vida psíquica está motivada por un instinto religioso tan fundamental como cualquier otro, y que este instinto nos lleva a buscar sentido”.5
En el caso particular que nos ocupa, podemos afirmar que las narrativas ideológicas, no solo se convierten en fuertes motivos de adoración, sino que transforman a los individuos en seres politizados al extremo, poseídos por la ideología6, la cual posee un appeal especial que confiere estatus a sus adeptos y los coloca en la cima de la jerarquía de valores que se deriva de la práctica de los rituales políticos, dentro de un contexto ideológico determinado.
Las ideologías pueden evolucionar rápidamente a estados patológicos, como los totalitarios o nacionalistas etnocéntricos, que es también una forma de totalitarismo. Una vez que la ideología se convierte en la religión secular del Estado y el poder acapara todas las esferas del discurso público, comienza a hacerse más borrosa la línea divisoria entre la realidad y la ficción. “Desde un punto de vista funcionalista, un Estado totalitario, ya que se estableció irracionalmente sobre un mito, (…) puede parecer una ficción”.7 Sin embargo esta ficción posee un notable poder persuasivo entre la ciudadanía; la cual, llegado un punto, enfrenta serias dificultades para diferenciar esa ficción ideológicamente generada, de la realidad en sí misma.
La Posesión Ideológica
El término posesión, en una de sus acepciones de connotaciones esotéricas, hace alusión al apoderamiento de un ser humano por parte de una entidad espiritual ajena a él. Desde el punto de vista antropológico, entendemos el tipo de posesión que constituye nuestro objeto de estudio como una asimilación paulatina y gradual de un conjunto de ideas con alto poder de persuasión y coherencia interna, que logra dominar toda la actividad socio-política del individuo, regulando su comportamiento en casi todas las esferas de la vida.
Por tanto, la posesión ideológica es el proceso mediante el cual una ideología logra convertirse en la explicación simplificadora del mundo que utilizan los individuos para conferirle sentido a su existencia y encontrar un orden dentro del infinito caos que representa el universo para la mente humana finita8.
Desde el punto de vista operativo, este proceso se lleva a cabo por el poder político que propugna la ideología en cuestión y por las instituciones subsidiarias de su elite ideológica. En el caso de la posesión ideológica que el totalitarismo cubano ha logrado conseguir en el pueblo de Cuba, podemos decir que han existido cuatro elementos fundamentales para la instrumentalizaciónde este fenómeno: la producción cultural, la educación estatal, los medios de información y el discurso político.
Es importante destacar que no todo aquel que asume una ideología es automáticamente un poseído. Existe un grado de aprehensión ideológica “saludable” dentro del cual los individuos practican de manera limitada los rituales de una ideología y conservan amplias zonas de su identidad y su narrativa personal desideologizadas. Sin embargo, como cualquier otro fenómeno humano, las ideologías pueden llegar muy lejos y pueden convertirse en una trampa de sentido para sus propios adeptos. “Cualquier ideología tiene el potencial de ser mortal cuando es promovida por aquellos que están tan seguros de su propio conocimiento y perspectiva moral que la impondrían contra las protestas de aquellos afectados por ella. Para los poseídos ideológicamente, la imposición siempre puede justificarse porque “es lo correcto”, “empezará a funcionar si seguimos así”, “las quejas provienen de malas personas”, etc.”9
El autoritarismo y la soberbia políticas son resultados directos de la posesión ideológica, ya que esta es un fenómeno esencialmente excluyente y radical. Aquellos que encarnan la ideología con entusiasmo y son poseídos por ella, adquieren -dentro del contexto de su lucha- una condición superior a los demás individuos y configuran su conducta de acuerdo a los lineamientos ideológicos que sirven a la causa en la que creen.10 A través de la posesión ideológica, el totalitarismo se asegura un pequeño, pero muy entusiasta ejército de fanáticos, que están dispuestos a ofrecer su vida, llegado el caso, a cambio de participación directa en las labores de sostenimiento y actualización de la estructura que soporta el sistema totalitario.
En el caso de la revolución cubana, los agentes de la seguridad del Estado, los militantes convencidos del partido comunista, los ideólogos y ciudadanos altamente comprometidos con el régimen, componen esta tribu de intransigentes adoradores del mito de la Revolución, que constituyen la última reserva del Estado cuando el aparato represivo es insuficiente para contener las fuerzas transformadoras de la sociedad, como se demostró el 11 de julio de 2021, cuando la dirección política del país lanzó “los revolucionarios a la calle” enviando un mensaje claro sobre su disposición a reducir el país a cenizas antes de ceder a los reclamos de cambio de la ciudadanía.
Propaganda y posesión
No se llega este nivel de control mental en un plazo breve de tiempo. Más de seis décadas de adoctrinamiento, propaganda y manipulación mediática permanentes, fueron necesarias para lograr poseer ideológicamente a esa tribu de fieles seguidores, intolerantes a cualquier cambio sustancial en el país, inflexibles y violentos, que la narrativa oficialista llama “los revolucionarios”. Recordemos que “estos procesos suelen ser graduales y pueden comenzar con un discurso democrático e incluyente, intentan, tiempos después, ir ganando terreno en la vida social y se esfuerzan por controlar, poco a poco, las instituciones democráticas y los poderes públicos con líderes de su partido o movimiento hasta lograr por la vía democrática coparlas, y entonces comenzar a ejercer un control total sobre ciudadanos e instituciones (…)”.11
Si tomamos en cuenta el ejemplo de la revolución cubana, podemos advertir que una de las formas más elaboradas de posesión ideológica que se puede lograr es la utilización de la propaganda ideológica solapada en los productos culturales. Especialmente los productos audiovisuales, por su bien conocida influencia sobre las masas.12
El sistema integrado de propaganda del totalitarismo cubano, está construido sobre la base del concepto de la coordinación total del discurso público en función del cumplimiento de un mismo objetivo, a través de la sincronización de las mentalidades, lo que Hayek llamaba Gleichschaltung13. Esta sincronización de la propaganda ideológica, canalizada no solo a través de los medios tradicionales de difusión, sino también mediante las instituciones culturales y educativas, refuerza notablemente la posesión ideológica, mediante diversos mecanismos de legitimación social.
El papel de los medios de difusión en manos del Estado, ha sido especialmente relevante en este esfuerzo continuado por mantener a las masas poseídas por la ideología revolucionaria. Mención destacada para el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, el cual, con algunas diferencias metodológicas o formales, según lo exigieran las condiciones objetivas de cada momento, ha sido históricamente una pieza central dentro del gigantesco mecanismo de propaganda totalitario.
Aunque algunos análisis de corte funcionalista tienden a subestimar los efectos de fenómenos como la posesión ideológica, el daño antropológico y otros padecimientos sociales relacionados con la permanencia prolongada del totalitarismo en Cuba, no creemos que pueda ser sostenible un modelo de interpretación que ignore estas realidades si se desea responder a las preguntas cardinales: ¿Por qué se sostiene aún el sistema totalitario en Cuba? ¿Cómo hacer para superarlo?
La eficacia del sistema represivo estatal, la resiliencia de los cubanos para soportar toda clase de penurias materiales y morales, el inverosímil apoyo que aun recibe la dictadura de una parte de la ciudadanía y el éxito parcial del proceso de reciclaje de símbolos -a falta de nuevos contenidos ideológicos para renovarse- que la maquinaria propagandística lleva a cabo desde hace algunos años, son todas manifestaciones de las consecuencias directas de la posesión ideológica que padecen los cubanos como resultado de más de seis décadas bajo la influencia psicológica, antropológica y cultural del sistema totalitario.
Morfología del fenómeno
El objetivo final de la posesión ideológica no es otro que el control total de la mente del individuo y por tanto del conjunto de la sociedad. Recordemos que el control más efectivo se logra cuando la masa llega al punto de autocensurarse y vigilarse a sí misma. Este control, imprescindible para la estabilidad de los gobiernos autoritarios, es un objetivo caro y difícil de lograr. Solamente la industria cultural revolucionaria ha dilapidado millones de dólares a lo largo de más de sesenta años, en función de lograr la completa posesión ideológica de los cubanos.
Como mencionamos anteriormente, existen diferentes grados de aprehensión ideológica entre la población. Basados en nuestra observación del fenómeno y el análisis sistemático realizado de la elaboración y el consumo de contenidos ideológicos producidos por los mecanismos de propaganda del sistema totalitario a lo largo de algunos años, nos permitimos sugerir esta primera categorización parcial e inacabada de los grados de aprehensión ideológica que hemos observado en la población cubana.
Grupo | Grado de posesión ideológica | % de la población |
Adeptos | Muy alto | Desconocido |
Resignados | Alto | Desconocido |
Inconformes | Medio a Bajo | Desconocido |
Divergentes | Muy bajo o nulo | Desconocido |
En esta primera distribución tentativa, el grupo de los Adeptos lo componen los militantes comprometidos del Partido Comunista de Cuba (PCC), los oficiales de las instituciones armadas leales al sistema, los dirigentes, funcionarios y activistas de las organizaciones de masa e instituciones subsidiarias del PCC, los artistas, intelectuales y académicos que se auto reconocen como revolucionarios y poseen fuertes vínculos emocionales con el ideal y la dirección política del régimen. Igualmente, ciudadanos comunes comprometidos con la revolución, que ejercen como miembros de las Brigadas de Respuesta Rápida (BRR), delatores e informantes del aparato represivo.
Los Resignados se corresponden con esa parte de la ciudadanía que no necesariamente pertenece a los órganos represivos del régimen, ni a sus mecanismos de propaganda y censura o a su militancia activa. Poseen, sin embargo, un vínculo emocional con la narrativa revolucionaria por haber sido adoctrinados durante muchos años, mediante el sistema educativo, la guerra cultural y la manipulación mediática. Practican el autismo político y se mantienen al margen de los puestos y cargos que implicarían involucrarse de manera más profunda con las tareas de sostenimiento del totalitarismo. Eventualmente pueden colaborar con el aparato represor, delatar o formar parte de actos en contra de los derechos humanos y el civismo. Aceptan de manera fatalista el sistema totalitario y abrazan su ideología acríticamente como si esta fuera una realidad inamovible de la que no pueden o no desean escapar.
Los Inconformes son aquellos individuos cuya vinculación afectiva con el régimen es mínima. Generalmente no pertenecen a las instituciones represivas o propagandísticas ni se suman a las tareas de choque de la dictadura. Por diversas razones abandonaron la narrativa revolucionaria como instrumento conceptual para entender el mundo político y ya no se sienten representados por el gobierno revolucionario o sus instituciones. También practican el autismo político o bien optan por el exilio, el insilio o el oportunismo, dentro de la institucionalidad o el tejido empresarial cubano. Algunos son hábiles simuladores y pueden ostentar cargos menores que les confieran un relativo acceso a recursos y bienes. Aceptarían un cambio de sistema, pero no realizan ningún tipo de activismo por ese cambio. En muchos casos mantienen una actitud de inacción cómplice con respecto a las sistemáticas violaciones de los derechos humanos del régimen comunista.
Los Divergentes son aquellos ciudadanos que no poseen ningún vínculo afectivo con el régimen o su dirección política. No comparten las premisas ideológicas de la Narrativa Revolucionaria y tienen posiciones políticas contrarias al sistema comunista y el modo totalitario de entender la realidad. Valoran la libertad ejercida en la práctica y se oponen frontalmente al régimen ya sea publicamente o en privado. Intelectuales democráticos, líderes políticos o sociales, activistas por los derechos humanos, presos políticos, disidentes, artistas contestatarios, periodistas independientes y ciudadanos corrientes que no comparten la filosofía colectivista componen este grupo. No todos los Divergentes forman parte de la oposición política, algunos son anónimos o han decidido vivir en el ostracismo dentro de la isla para evitar la represión. La oposición confrontativa, el exilio y el insilio son las pocas opciones que el sistema totalitario permite a este grupo ciudadano.
Para finalizar esta breve radiografía de la posesión ideológica en Cuba, es importante recordar que esta categorización parcial no es más que un primer acercamiento teórico al fenómeno de la posesión, en un intento de abrir el debate y estimular la elaboración de propuestas metodológicas que contribuyan a una mejor definición del objeto de estudio.
El problema de la selección y medición de indicadores objetivos que puedan validar o contrastar este primer modelo de interpretación queda pendiente. El recrudecimiento de la represión y la coerción en el país en el último año, producto de la crisis estructural que está sufriendo el modelo totalitario de gobierno, impiden en la práctica desarrollar en estos momentos la investigación pertinente para aplicar las técnicas de recogida de información a gran escala que nos permitiría confirmar nuestra hipótesis, la cual en términos metodológicos podría expresarse de la siguiente manera: El pueblo de Cuba padece una posesión ideológica provocada por el totalitarismo, que se expresa mediante diversos grados de aprehensión según la magnitud del vínculo emocional que posea cada individuo con la narrativa revolucionaria, los cuales se pueden ubicar tentativamente en cuatro grupos de análisis: adeptos, resignados, inconformes y divergentes.
A modo de conclusión, creemos conveniente señalar que la posesión ideológica no tiene porqué ser un estado mental permanente. De lo cual se deriva que existe movilidad entre los cuatro grupos señalados con anterioridad. Por ejemplo, un individuo que hoy se reconoce como Resignado, producto de circunstancias externas y/o internas, puede evolucionar hacia un ciudadano Inconforme y eventualmente convertirse en un Divergente, en cuanto al grado de aprehensión ideológica de la Narrativa Revolucionaria se trata. Teniendo en cuenta el estadio de descomposición en que se encuentra el régimen totalitario en estos momentos, nuestro pronóstico es que el fenómeno de la posesión ideológica va a experimentar una movilidad positiva en los próximos años, desde los grupos con mayor grado de aprehensión ideológica hasta el grupo de los Divergentes. En este sentido, la capacidad de la sociedad civil de generar una narrativa política diferente a la revolucionaria, que pueda ofrecer un mapa de sentidos alternativo para el ciudadano cubano, será determinante.
Bibliografía
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Referencias
[1]Svilicic, N. & Maldini, P. (2014) “Political Myths and Totalitarianism: An Anthropological Analysis of Their Causal Interrelationship” Recuperado de: https://hrcak.srce.hr/file/188418
2Marchiano, L. (2018) “Our Search for Meaning and the Dangers of Possession”. Quillete. Disponible en: https://quillette.com/2018/02/21/search-meaning-dangers-possession/
3Peterson, J. (2022) “Maps Of Meaning: The Architecture of Belief” Disponible en: https://www.jordanbpeterson.com/maps-of-meaning/
4Ídem
5Marchiano, L. (2018) “Our Search for Meaning and the Dangers of Possession”. Quillete. Disponible en: https://quillette.com/2018/02/21/search-meaning-dangers-possession/
6Ídem
7Svilicic, N. & Maldini, P. (2014) “Political Myths and Totalitarianism: An Anthropological Analysis of Their Causal Interrelationship” Recuperado de: https://hrcak.srce.hr/file/188418
8Peterson, J. (2008) “The Meaning of Meaning”. Disponible en: https://www.jordanbpeterson.com/maps-of-meaning/
9Koerner, R. 2018. “The Diagnosis and Treatment of Ideological Possession”. Disponible en: https://fee.org/articles/the-diagnosis-and-treatment-of-ideological-possession/
10Marchiano, L. (2018) “Our Search for Meaning and the Dangers of Possession”. Quillete. Disponible en: https://quillette.com/2018/02/21/search-meaning-dangers-possession/
11Valdés, D. (2019) Tesis de Maestría (inédita): “El daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba” Universidad Francisco de Vitoria. Madrid.
12Muñoz, J.L. (2012) “Los Max media y su influencia en la sociedad” Disponible en: https://www.eumed.net/rev/cccss/22/prensa-tv-radio-cine.html
13Hayek, F. (2008) “Camino de Servidumbre”. p. 148. El Cato. Disponible en: https://www.elcato.org/sites/default/files/camino-de-servidumbre-libro-electronico.pdf
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Fidel Gómez Güell (Cienfuegos, 1986).
Licenciado en Estudios Socioculturales por la Universidad de Cienfuegos.
Escritor, antropólogo cultural e investigador visitante de Cuido60.