Por Juan Carlos Fernández Hernández
Si alguien me preguntara hoy, cuál o cuáles serían los principales desafíos (peligros) a los que estaríamos expuestos en un futuro, no dudaría en señalar, entre otros, a dos flagelos que parecen estar siempre, por lo menos en América Latina…
Por Juan Carlos Fernández Hernández
Si alguien me preguntara hoy, cuál o cuáles serían los principales desafíos (peligros) a los que estaríamos expuestos en un futuro, no dudaría en señalar, entre otros, a dos flagelos que parecen estar siempre, por lo menos en América Latina, sin considerarlo un determinismo histórico pero, amenazando unas veces y, otras, las más, destruyendo gradualmente el Estado Democrático por circunstancias y causas diversas. Estos peligros han estado, sin dudas, presentes en nuestra realidad continental desde los tiempos coloniales. Recibidos y asimilados desde la matriz de la política de la Madre Patria y, lamentablemente, aún subsisten en nuestros días.
Me atrevería a señalar al populismo y la demagogia, como dos serios problemas a los que no les hemos dado solución y que mantienen en una fragilidad permanente al Estado de Derecho en nuestro subcontinente.
Son dos hermanos que van de la mano, cuando personajes públicos inescrupulosos desean a toda costa obtener primero, y después preservar, el poder y la hegemonía política a través de la “popularidad” ante las masas, con “discursos digeribles” (entiéndase sencillos) y posteriormente “medidas populares”. Nuestro país, por supuesto no está, ¿cómo podría? exento de estos males. Nos azotan con rudeza y constancia hace más de cinco décadas.
Pero no está de más, tratar de hacer un acercamiento crítico a estos verdaderos “enemigos de la libertad”, como les ha llamado, insistente y muy acertadamente, el escritor y político cubano Carlos Alberto Montaner.
Descubramos, pues, sin más dilación, a las estrellas nefastas de la política latinoamericana, que tanto dañan nuestras sociedades:
El populismo
Este es un término que proviene del latín populus “pueblo” y en política se utiliza para designar corrientes de pensamiento, muchas de ellas heterogéneas, caracterizadas por su aversión a las elites económicas e intelectuales y su rechazo a las instituciones democráticas, apelando constantemente “al pueblo” como su fuente de poder.
Una vez en el poder, algo muy común al sur del Río Bravo, estas administraciones, que han sido lo mismo de derechas que de izquierdas, han ofrecido a amplísimas capas de la población, beneficios, siempre limitados, y soluciones a corto plazo que nunca han puesto en peligro el status quo vigente, así mismo jamás le han otorgado a la ciudadanía poderes reales, al contrario, gradualmente van eliminando los que hay en nombre del bienestar general del pueblo. Medidas como: la regulación excesiva de los medios masivos de difusión o la total supresión de estos, hostigamiento y encarcelación de comunicadores sociales, homogenización de la sociedad civil, son señales inequívocas para identificar a este gran manipulador.
En el plano económico, los populistas no tardan en embaucarnos en sus mayúsculos disparates, impulsando e implementando nacionalizaciones de todo cuanto se considere estratégico, planeación estatal total de la economía, sustitución de importaciones y protección de la industria local con altos aranceles a los productos extranjeros, control de todos los poderes públicos en una sola persona: legislativo, judicial y ejecutivo y por supuesto el “estado permanente de plaza sitiada” en donde todo lo interno y externo que no coincida con sus puntos de vista, es una agresión o injerencia en los asuntos internos de la nación. Aunque parezca exagerado decirlo, esta táctica es, hasta el día de hoy, muy efectiva. Esta última medida es primordial, siempre tiene que haber un enemigo o una conspiración lista para “despojar al pueblo de sus conquistas”, esto deja las manos libres de todo control al grupo de poder encabezado por el líder populista que “salva la situación y con ello al país”.
Las consecuencias de estas administraciones son tan evidentes como nefastas para sus respectivos países: clientelismo, corrupción, poco crecimiento económico, dependencia casi absoluta de los recursos naturales, desmembramiento casi absoluto de la sociedad civil, mafias en las más altas esferas de gobierno y un largo etcétera hartamente conocido.
Pero no menos dañina a la libertad y la democracia es la hermana gemela del populismo, que tan presente está entre nosotros, ella es:
La demagogia
Este término proviene del griego demos, pueblo y agein dirigir. Es ante todo una idea política que se fundamenta en apelar a los sentimientos, amores, odios, deseos y miedos. Exacerbarlos para ganarse el favor popular es su arte, en esto es inigualable.
El demagogo(a) es ante todo un maestro(a) en el arte de la oratoria y tiene la capacidad de atraer hacia sí las decisiones de los demás utilizando aparentemente razones de valía, que sin embargo, cuando son sometidas a un análisis profundo, resultan simples falacias.
¿Entonces por qué tienen tanto éxito, sobre todo en América Latina?
Existen varias características que le dan un cuerpo visible a la demagogia, entre estas, las más comunes, aunque no las únicas, son:
Omisiones: se ofrecen informaciones incompletas, excluyendo de estas objeciones y problemas, o sea, falseando la realidad sin caer directamente en la mentira.
Estadísticas fuera de contexto: consiste en utilizar datos numéricos para apoyar una idea, pero estos, fuera de contexto, no reflejan la realidad.
Demonización: identificar a un grupo o persona, con valores negativos, hasta que la sociedad los vea así.
Discurso digerible: oratoria “sencilla y fácil”, concepto maniqueo de la realidad. Ejemplo: “estás conmigo o contra mí”, “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”.
Táctica de despiste: si preguntas “A”, respondo “B”.
Estas características tienen como triste final la subordinación de la ley al capricho de una elite o una persona que instaura un régimen autoritario. Estas condiciones le permiten al demagogo(a) arrogarse el derecho de interpretar los intereses de todos y toda la nación. Esta situación va aparejada con un incremento sustancial del aparato represivo silenciando todo esbozo de disidencia que impide por un tiempo, más o menos prolongado, la toma de conciencia de la sociedad civil, la que ha sido sometida en todo ese tiempo a un minucioso proceso de “Frankeisteinstación” (unir a voluntad pedazos de partes que por naturaleza no lo están ni lo estarán) con escalpelo de cirujano enajenado pero con alta dosis de egolatría y por consiguiente baja estima por los demás. Con las consecuencias traumáticas que estas acciones conllevan para toda la sociedad.
Realidad nuestra y propuestas desde la subjetividad del alma
En nuestro país llevamos más de cincuenta años siendo bombardeados constantemente por ambos flagelos, pero la demagogia, sobre todo, ha permeado gradual, consciente e inconscientemente al cubano(a).
Los análisis simplistas de nuestra realidad y la del mundo, asombran y espantan. Muchos caemos en la tentación de analizar nuestro entorno sin matices y esto puede y ha resultado fatal. Muchos nos hacemos a la idea, he caído en la trampa incontables veces, que el Quijote puede ser vulgarizado para que todos lo entiendan. Se trata de interpretar la complejidad nacional e internacional como una telenovela mexicana o brasileña.
Algunos cubanos no vamos al teatro y al ballet porque, aparte de “ser para flojos”, nadie los entiende. Los filmes que generalmente vemos son de “buenos, muy buenos y malos, muy malos”, así es mejor para no complicarnos. Muchos ¿piensan? que el arte es de bobos y que no hay nada que interpretar en él, los animados de Disney son más accesibles. ¡Todavía existen trogloditas que afirman que el ballet es para hombres afeminados! Y hablar de Einstein, Dostoievski, Dalí, Lam, Lezama, Virgilio y Martí (a este último lo han banalizado tanto y por tantos años que muchos lo repelen), es mencionar nombres sabidos y personas desconocidas.
Y para qué mencionar la complejidad que a cada paso nos rodea en nuestras vidas, es más fácil ignorarla o desvirtuarla. Hacerla comida fácil a la que todos acceden pensando simplistamente, es la solución de la inmediatez, que es precisamente el caldo de cultivo de estos dos males.
La alerta es para todos, porque nos han hecho pensar que pensar es aburrido. Cuando menos, es inútil. Pensar, para muchos, no da de comer y en parte es verdad, pero también lo es, que muchos de los que se han arriesgado en este duro oficio del alma y del cerebro, están a la par de todos, y aún con el estómago cantando por el hambre, ejercieron en su tiempo y ejercen hoy en el nuestro, el pensamiento en todas sus dimensiones: políticas, sociales, artísticas o religiosas. Y han cambiado y cambian el mundo para bien de la humanidad. Y en nuestro contexto continental e insular son los que cambiaron y cambian nuestras realidades, haciendo caminos de pensamiento y acción cívica.
Pensar, analizar, buscar todos los posibles e imposibles escenarios que una situación, obra de arte, teoría o hipótesis tengan o puedan tener, es enriquecernos y enriquecer a otros.
Muchas, muchísimas cosas de la vida no deben y no pueden ser explicadas de manera simple, porque, aunque la vida es sencilla, tiene problemas muy, muy complejos, y todos debemos entrenarnos en ellos en el día a día, leyendo lo profano y lo sagrado, lo permitido y lo prohibido, lo bello y lo no tan bello y hasta feo, escuchando lo profundo y lo banal, filosofando en la calle y ante togas ilustradas. Todos sabemos que hay preguntas sencillas que contienen respuestas complejas y viceversa. Lo que no debemos pretender, nadie lo ha logrado, (ni Cristo en el mejor ejemplo de sencillez y complejidad que posee la naturaleza humana), es que todos nos entiendan. Eso sería sucumbir al facilismo del Top Ten de popularidad, que está separado de la demagogia y del populismo, por una línea imperceptible.
El arma del populista, que por lo general es un(a) demagogo(a), es sin dudas, la dejación por parte del ciudadano, de la libertad y responsabilidad que posee por dignidad propia, para, cómodamente al principio, que otro haga lo que le correspondía hacer a él. Esto, a mediano y largo plazo, tiene consecuencias terribles que hoy Cuba vive y comparte con una porción de América Latina. Gracias a Dios, y a nuestras sociedades, estos males, van disminuyendo de forma gradual, en un entorno en el que cada vez más naciones se suman, al lento, pero empoderador proceso cívico del ciudadano. Un camino de respeto a la institucionalidad democrática y su dinámica, ejemplos como: Costa Rica, Brasil, Chile, El Salvador, Uruguay, Panamá y otros, nos aportan la esperanza de que no estamos arando en el mar. Pero el camino es largo y nunca debemos dejar al manido determinismo histórico, tan presente y tentador, lo que está en nuestras manos salvar o al menos mejorar. Por lo tanto, termino con una frase de alerta, que el Presbítero Félix Varela y Morales nos decía en sus Cartas a Elpidio y que tiene tanta vigencia hoy como cuando fue escrita: ¿Quién podrá ver sin lágrimas el carácter frívolo e irreflexivo, superficial, pueril y ridículo… que adquiere un pueblo dominado por la superstición?
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Juan Carlos Fernández Hernández (1965). Pinar del Río.
Fue co-responsable diocesano de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Pinar del Río.
Miembro del Equipo de Trabajo de Convivencia. Animador de la sociedad civil.