Hace unos días conversé con un amigo cubano que vive en la Diáspora. Aprendí mucho de él, sobre todo cómo llega un cubano a otro país “con una mano delante y la otra detrás”, que es nuestra forma de decir “sin nada”, a recomenzar su vida de cero. Y cómo todos los días convierte la nostalgia de la Patria querida en tesón y trabajo para progresar y cuando sea el momento y estén dadas las condiciones de la libertad ir a invertir en su país.
También me compartió sus desesperanzas y sus miedos: Que la gente se ha olvidado de Dios. Que el cambio en Cuba se ha demorado mucho y pareciera que nunca llegará. Que los cubanos no logramos la ansiada y necesaria unidad como condición para alcanzar la libertad.
Quiero compartir con los lectores lo esencial de lo que pude transmitirle. Las razones de mi esperanza y el concepto de unidad que tengo y comparto en Convivencia:
- He experimentado que los cubanos que hemos puesto a Dios primero en nuestras vidas hemos tenido muchas más razones y alimento para sostener una esperanza razonada y aterrizada. No se trata de una esperanza utópica, ni en el más allá. Se trata de la esperanza que nace de creer que Dios entra en nuestras vidas y en nuestra historia. No para hacernos el trabajo que nos toca, sino para sostener nuestras almas y nuestro ánimo en la lucha por la libertad. He escuchado decir que cuando se aleja a Dios de la vida del hombre, todo se aleja del hombre y este se corrompe. “Nada en él alimenta la virtud”, dijo José Martí. Esto es una convicción personal nacida de mi experiencia y no afecta para nada la libertad de creer o no creer o ser agnóstico.
- Para mí y para el Centro de Estudios Convivencia la unidad no es uniformidad. La unidad se logra solo respetando la diversidad. La unidad no se construye alrededor de una persona, de un líder, de un caudillo, de un mesías. La unidad se construye poniendo a Cuba primero, llevando a la práctica cotidiana lo que expresó, cuando no se lograba el consenso en la Asamblea Constituyente, el pinareño José Manuel Cortina, padre constituyente de la Carta Magna de 1940: “Los partidos fuera, la Patria adentro”.
- Creo que jamás lograremos que el consenso y la unidad se construyan alrededor de una persona, de un partido, o de un grupo o movimiento. La unidad es la construcción de un consenso teniendo el bien, la verdad y la libertad de la Patria como centro, como meta, como “cemento” para unir los tan diversos ladrillos que formamos la nación cubana. Eso no surge de forma mágica, ni mesiánica, ni populista.
- He experimentado la construcción de consensos, a lo largo de los últimos diez años en que el think tank de Convivencia ha venido realizando el “Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba” (centroconvivencia.org/propuestas/), porque al “pensar Cuba”, al prever su futuro, al preguntarnos sobre lo que queremos para nuestra Patria, he vivido las mayores coincidencias que se puedan experimentar a partir de personas de tan diversos partidos, ideologías, confesiones religiosas, agnósticos y ateos.
- A nadie se le ocurriría exigir a ningún país del mundo que primero lograran unir en un solo partido o movimiento o programa a partidos de izquierda y de derecha, a liberales y conservadores, a demócratas cristianos y socialistas. Esa llamada “desunión”. Esa llamada “división” entre cubanos, no es mala, es la expresión normal de la libertad que habita en el corazón de cada persona, es la expresión de la diversidad política que anhelamos cuando llegue la democracia. Es la pluralidad normal de toda sociedad humana.
- Entonces, nos preguntamos, ¿será que nunca podremos construir el consenso y la unidad deseada y exigida por los que se interesan por Cuba? Creo que sí lo podremos lograr:
- Lo lograremos el día en que cada cubano y cada grupo de cubanos y cada partido de cubanos, seamos capaces de poner por encima de nuestras ideologías, nuestros programas específicos, nuestros protagonismos personales y nuestros caudillismos, por encima de todo eso, repito, a los intereses generales de Cuba.
- Lo lograremos el día que dejemos de buscar al hombre o a la mujer iluminado, al caudillo de república bananera, al “mesías” que vendría a salvarnos haciendo él lo que nos toca hacer a cada uno y a todos los cubanos.
- Lo lograremos cuando dejemos de buscar caudillos y busquemos visiones, propuestas, y programas, para reconstruir el futuro de nuestra Patria. Cuando busquemos más prever que mirar atrás. Cuando busquemos más proponer que lamentar. Cuando unamos nuestras mentes y nuestras voluntades para pensar entre todos el futuro de Cuba.
- Lo lograremos cuando dejemos de lamentarnos de que nadie conoce en Cuba a los líderes o que estos no logran ponerse de acuerdo entre ellos. Cuando en lugar de dar a conocer “caudillos”, demos a conocer propuestas, programas, soluciones de presente y sobre todo de futuro. Proponer lo nuevo, lo verdadero, lo mejor, es lo que enamorará al pueblo cubano, no esta o aquella persona por muy bueno que sea.
- Lo lograremos cuando comprendamos que todos no vamos a estar nunca de acuerdo con todo, o con una propuesta única. Cuando en lugar de esa uniformidad en todo, busquemos un consenso sobre la base de unos puntos esenciales, mínimos, éticos, que respondan a lo que Cuba necesita de verdad, sin fraude y sin abarcarlo todo a la vez: un consenso de mínimos a partir del cual cada persona, grupo, partido o movimiento, pueda aportar sus contribuciones específicas, con sus métodos, ritmo y estilos propios.
- Lo lograremos cuando en lugar de buscar una unidad uniforme y unánime que, por otro lado, tanto criticamos en el régimen, busquemos respetar y promover la diversificación de roles en la sociedad civil plural. La democracia hay que construirla con democracia. El pluralismo hay que construirlo respetando y promoviendo la pluralidad. El consenso hay que construirlo respetando y canalizando las diferencias y las discrepancias, no aspirando a una sola voz, con un solo discurso, con un solo tono. Eso es la dictadura que tanto criticamos.
- Lo lograremos cuando no nos asusten las diferencias y divisiones. Cuando aprendamos a perdonar y pedir perdón a los que nos ofenden desde nuestras propias filas. Cuando aprendamos a escuchar sin crisparnos. Cuando aprendamos a no ejercitarnos en buscar los puntos mínimos y esenciales que nos unen y no magnifiquemos nuestras diferencias.
En resumen, poner a Cuba primero, buscar puntos mínimos que nos unen, edificar los consensos sobre las propuestas para el futuro de Cuba. Buscar visiones y programas más que líderes “iluminados”. Y si son necesarios los líderes entonces buscar a aquellos que han demostrado, en el tiempo, su integridad personal, la capacidad y ejercicio del trabajo en equipo, la entrega desinteresada y generosa, han perseverado sin bandazos durante años y se han cuidado de no caer en las múltiples tentaciones de los excesos de protagonismo individual.
Cuba ganará si ponemos a Dios primero para que no lo sustituyamos por falsos mesías.
Cuba ganará si ponemos a la Patria primero para que la sirvamos entre todos desde las propuestas y programas para reconstruir su futuro.
Es urgente.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.