Poesía – K-OS, Éxodo y Epitafio

K-os, Exodo y Epitafio
Las vacas no duermen solas
Hace tiempo nadie le regala flores al mendigo de la paz,
los últimos turistas que vinieron se hospedaron en su tumba.
Piensan invertir en el ayer
con lingotes de hambre y dolor,
hablan en su lengua mercenaria de tesoros escondidos.
Tienen un recuerdo enano del jardín futuro
e imaginan al bonsái lloviendo contra el cielo,
misiles de perdón a la venganza,
dardos contra el ojo que no quiso ver
los graffitis que pintaron sobre el párpado.
Lágrimas a pierna suelta,
dejan sonámbulo al topo.
Los búfalos que pastan a la orilla del volcán
tienen miedo al cementerio cuando duermen,
alguien les ha hablado que no cambia el popurrí de sus canciones
y el domingo ya no quiere suicidarse.
Temen a la rana que leyó sin espejuelos el discurso de los panes sin los peces.
Sueñan con la hierba blanca y la utopía se babea…
con el humo que hay rumiando por las nubes.
~0~
Éxodo
La ciudad anda triste,
yo no quiero irme con ella a otro lugar.
Mis amigos se fueron
y esta noche es como un barco que no vuelve.
La luna que era viuda ya no puede ser la novia
con eclipses para amar la estrella que soñaba.
Nadie les prohibió besarse,
pero hay árboles que crecen hacia abajo
y no esperan por el sol para morir.
Hace frío en la gente,
las hojas del recuerdo no le alcanzan.
No es el hielo de Londres o Moscú,
tampoco es esa nieve que sepulta entre Varsovia
los caballos que volvieron desde el más allá.
Alguien te dejó desnuda,
y ahora es tiempo de abrigarse con el aire.
~0~
Proverbios
Afuera la vida no se llama igual, pero nos pasa lo mismo.
Adentro el perfume no puede romper,
el baúl de tus carnes quemadas.
El olor te enamora en verdad,
mas el odio te lleva a fingir una muerte de prisa.
Con los ojos malditos hasta el cuello que antes fuimos,
la nada va nadando hacia la orilla
y el barco que pintamos en la puerta del dolor;
descubre que en el mar, la sed no flota.
~0~
K-OS
Como si fueran hormigas, ellos pastan neuronas de azúcar.
Atados pies y llantos a la tierra.
Duele porque mueren los centrales de molerse la costumbre,
ebrios de sombra y ayer.
Ya no saben si es el arpa o fue la cítara el volcán del holocausto.
Quieren que los quieran y creer en lo creado,
pero el hoy
va tan lejos que no les escucha,
nada vale apuntarle al sombrero,
de chiflar se cansaron los pasos.
Por amor sólo queda una oreja, vestida de sueños.
Luneando
Este invierno tiene un lápiz en la mano
tan roído como el vientre de la guerra,
no se cubre los anhelos para estornudar
las palabras que maldicen a la gente.
Una esquirla en la retina no le deja ver la aurora,
su fe tiene problemas con los nervios.
La noche en su bohemia tiene claro que es mejor,
cien murciélagos volando
que una paloma enjaulada.
~0~
Los espejos negros
Cuentan que en el mar de las estrellas
la serpiente que una vez juró volver,
pregonaba entre las olas un enigma
que convierte a los dioses en humanos.
La leyenda de un pueblo fue escrita en los muros
con el semen de la naturaleza.
Cada tarde eran más las antorchas jugando al silencio,
y en las puertas del cielo el amor
renacía por todos los héroes.
Sueños en el fondo de la tierra
abrieron un camino a la verdad,
por el ojo de una aguja transpiraban
los pájaros guerreros de la noche.
Tantas calaveras rojas,
tu maíz y el quetzal del milagro;
todas las flores ausentes volaron al sur,
a la selva donde cazan los jaguares
y la muerte tiene cita con el alba.
~0~
Epitafio
La vida es como nada,
de qué sirve compararla.
De mi bronca con el sol y otras estupideces
aprendí a quedarme sólo con la noche,
con esos dedos largos de rasgar nuestra guitarra,
algunas fotos viejas, y teléfonos de nadie.
~0~
Aluneciendo
Estoy de vuelta del amor,
no sé si he vuelto con vida; pero existo.
Si hay otros que volvieron de la muerte
¿por qué no ha de volverse del amor?
~0~
Debajo de la luna está el no­Ser
En un abrir y cerrar de mundo,
la vida cambia su máscara.
La noche se quita el vestido,
los años te dejan encuero en frente de todos.
Lo que escribes, no te absuelve;
lo que matas nunca llega al funeral,
con el alma vacía.
~0~
Las 1000 y una lunas
a Luis Hugo Valín
Dicen que antes de morir
los gobiernos en coma recuperan la conciencia para despedirse,
solos ante la partida rugen su nostalgia.
Sólo que hay adioses largos como el eco de un circo interminable,
donde leones y malabaristas intercambian sus efluvios,
lemas y arquetipos;
noche y las trompetas de aquel último banquete fusilando en lo corpóreo.
Comisión de los intelectúpidos,
intento por clonar al trapesófilo con su comparsa de leguminosaurios.
Dicen muchas cosas cuando un rey se muere:
“podrán callar el árbol, pero no podrán jamás con el sermón del monte.”
Profetas,
los magos,
bufones; espías, rameras y benditas.
Se birlan la suerte con su máquina imperfecta de fingir,
y descubren con letal fornicación de zapadores,
diarios,
conjuros;
un cuento que hacerle a la vida. Bajo el campo minado de ayer.
Todo es imperio,
menos amar.
Nada es de nadie, excepto,
la muerte.

Maikel Iglesias (Pinar del Río, 1980)

Poeta y médico.
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