Mención en el II Concurso Convivencia
Por Miguel Ángel Hernández Mojena
Ella se supone real,
yo la supongo de rocío. Tras sus pétalos de jade
otra savia arremolina huellas
de arenas clamorosas.
Sus luces -que escucho en el fragor de los vientos-
me indican el vuelo,
su misteriosa trascendencia.
No está.
No estuvo nunca donde nunca quiso. Su noción del
tiempo es la metamorfosis del espacio:
el futuro del pasado,
el presente del futuro…
…Ella es una góndola / equilibrada,
sin torceduras /.
La imagen de un pez en el entorno desértico del
paraíso.
Fui gondolero,
interrumpido. Devoré omóplatos cuando ella era
real; cuando estaba como ahora
en sueños,
cual estatua sedente…
Escuchando sus pasos construí un templo alrededor de mis oídos,
senderos en la calle,
herramientas para medir su mediodía exacto.
Y yo permanecí. Quise conservarme en su testamento
y pescar sueños de leyendas cómplices
en su epidermis sofisticada…
¿Quién cocerá el barro y guardará para sí
el secreto de su tibia porcelana Ming?
Paloma clara que se hizo mujer en un descuido.
Mujer compás y
agua,
rocío y sándalo.
Motivo caro que apuntala el sediento anhelo
de seguirla
mientras sacrifico mi savia engordando
la muerte.
Ensayo no 3
Dónde puedo hallar un libro que
me hable de ti.
En qué islote desierto haces encallar los
sedientos labios de tus náufragos.
Qué testimonio antiguo atesora tu verdad.
No sé llegar a ti esta noche soleada de
huracanes resumiendo asombros. Ningún alivio
a nuestra duda preferida…
…tu esencia predecible me turba…
…A veces archivo ese dilema en el
recodo de tu mirada casual,
pero tus idas y regresos me hacen un péndulo
y creyéndote ahora mismo en el peaje
llego a tu minuto resumiendo milenios.
Mira: En realidad no entiendo de mapas estelares
ni de Alejandría. No me indiques galerías de
óleos deshechos,
no me hables de murallas
ni del atrio de Ezequiel.
Haz llegar mis rutas a la tuya
sin acallarme el verbo. Devuelve aquel presagio
que se exilió sin ti.
Anuda esta ambición a tu reloj sin nombre.
Procuro hallar un libro que me conduzca a ti.
¿Cuál de las lunas de Saturno acortaría esta distancia?
Oda a Candelaria
En realidad no llego a entender por qué
me asfixio cuando pienso en ti.
Supongo que eres ubicua: te agitas con la
brisa que abanica las hojas; cuelgas
de las telarañas, de los conjuros de un beso
y de los destinos azules de la noche…
Mis pasos te extrañan
/ en mi fiebre recorro tus calles,
tu parque. Y te me antojas inocente y
mujer,
ave,
asta, lluvia, verano y remanso…
Vagas por mis sienes como un himno
( ligera y
densa, solemne,
antológicamente vertical,
enorme.) /
En tu predecible ausencia anida ese ardor,
la añoranza de verte …
…Y tienes la forma de lo preciso: No necesitas
de la luna para iluminar tu puente
o tu memoria.
Y te extraño por eso, como a un capricho viejo.
Como a mis dientes.
Tu existencia me invita a desandar febreros.
Aún lejana como estás siento cómo te levantas,
cuánto te incrementas…
Y quisiera besarte, respirarte el orgullo.
No me queda mucho:
Dormir en calma e inventarme que
allá en mi lugar alguien aguarda…
…si es que no esperan mis pies por el pretexto.
Las cuerdas del escarceo
Habitan en colina de retazos,
uno frente al otro.
Resultan dos espejos.
Ignoran el espacio seco en sus adentros,
cuánto porqué.
Ninguno llegó a titulares en la prensa,
ni a proscenios de aromas elevados en horario estelar.
Para ellos no hubo flash de pasarela:
Jamás llegaron a entender las cuerdas de donde pendían sus hombros.
No eran realmente espejos, acaso
láminas de aire azogado,
Trajes desteñidos por la ira ajena.
Nunca lo supieron. En sus miserias examinaron
cicatrices… uno frente al otro,
la ingenuidad en sus regazos.
Un insecto cómplice alimentó el pecado.
En el polvillo de sus alas la ruleta,
fue el compás que presagió otros giros.
Sin sus dedos pretendieron clonar la memoria,
los mismos vocablos que rebasarían un día
el concepto de ilusión.
En la colina anidó una niebla prófuga.
Ahora mismo sienten sus raíces, y han de reciclar los sedimentos
antes de la aurora y la próxima caída.
Están allí, el uno frente al otro, traduciendo desvelos,
y no se sonrojan sus labios cuando los roza aquella
melodía rancia / vino de mármol /
Flotan sobre olas de polvo
alas,
amores extraviados y
sueños idealizados en sueños
¡¿Están?! … muertos.
Muertos modelos de asfixia en el mismo velador de cada
alumbramiento,
Y se tienden las manos sin saber dónde colocar los pies
/ los mismos que nunca antes precisaron
para arrimar el olvido/
Y solo logran tocarse con la misma perspectiva que consienten
sus imágenes; Uno frente al otro.
Sus vagos perfiles ya no danzan.
Letra nebulosa
Yo sigo amándote.
Flotas al fondo de cada presencia,
en el borde de cada vaso,
en el costado que hiende el filo
de donde han de colgar todos
nuestros letargos.
Miro tus huellas profundas en mi
arena,
resguardada al pie del acantilado.
Es tu arena, tu playa;
la misma costa sabatina.
La isla vedada de lunes frustrados…
Y continúo amando tus huellas
y tus alas cortas como planeta podado por extraterrestres.
Eres mi mundo, estrella enana,
Agujero negro que se bebe mis sueños
en el filo de un vaso,
en el borde mismo del ala donde
anudo desde siempre mis galopes.
Utopía auténtica
¿Qué hiciste, esta semana,
que debas contar.
Cuál hazaña intentaste para conquistar aplausos?.
¿Acaso maleficios!
¿Te aseguraste regia
para soñar azul,
alimentabas aves de estuco o
desmembraste una mano estrechando besos?
¿Has cantado a la niebla aturdida sobre la autopista,
advertiste luces subastándose, al atardecer.
Apreciaste remacharse un guiño prenatal en
las paredes,
hacerse imprescindible un triángulo hexagonal…?
Si no encumbraste curvas perpendiculares,
si en realidad te libraste de
mi fiebre, como larva. Entonces dime
esta semana,
cuando para entender tu olvido,
empeñé mis antojos.
Ciudad que dormita bajo las piedras
De piedra el zumo
se desliza en ripios.
La pared un pellejo casi tibio,
poco más o menos frío del costado próximo
a su cimiente.
Reteniendo los cortejos – que, incluso ahora ya son
vetustos, siempre vetustos-
una boca.
La palabra se apura en la coda de otra canción,
cuerpos extraviados desatienden intentos,
y el mordisco anticipado nada resulta
al hemiciclo que empeñó la luna.
De las entrañas de la ciudad aflora una
muralla, que reprende enaguas.
Y la ciudad, aletargada,
rebrota en el polo de sus capiteles.