Decadencia
La bruma de la noche enciende los faroles de la calle
una miseria desgarra todos los rincones
mientras los hombres van despreocupados a sus asuntos.
Todo fluye normalmente
nadie escucha el aullido de los perros ni el ruido quejumbroso del crepúsculo.
Nadie se da cuenta,
de paredes que destilan humedad,
y goteras milenarias.
Todo parece rutinario. Las moscas libando de las flores
las abejas mudadas al estiércol,
pero callan los hombres de la calle.
Tienen miedo de los golpes y los muros.
Huyen despavoridos
para refugiarse en el silencio de las catacumbas
donde el hongo penetra en el pecho
y pudre el corazón.
Nada se hace y todo se va hundiendo poco a poco,
se inicia el cortejo de la muerte.
Los hedores de la decadencia
nos aprietan el pecho
fatuo de mentiras.
… y seguirá así eternamente
hasta que no aprendamos todos
a cansarnos.