Soy de Pinar. Aquí nací y aquí vivo: en la llamada Cenicienta de Cuba en algún tiempo; la más verde de todas las provincias, como le dicen otros; la tierra de Pedro Pablo Oliva y de las excursiones a Vueltabajo de Cirilo Villaverde. En este 2017 se han juntado dos motivos que han movilizado y a la vez paralizado toda una ciudad: el 150 aniversario del otorgamiento del título de ciudad a Pinar del Río y la obtención de la sede nacional por el 26 de julio.
Reina la incertidumbre de si las obras cumplirán con los plazos establecidos. Reina la confusión y mezcla de efemérides. Se conoce más de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, que de la propia ciudad donde se vive. Estudiar con detenimiento o tan solo sentirse motivado a investigar sobre la ciudad no es muy común en tiempos en que la cotidianidad abruma. Las preocupaciones del pan nuestro de cada día son mayores que el sosiego de sentarse a consultar la historia del terruño. En las escuelas, al menos en mis tiempos de edad escolar, estudiamos la invasión a Occidente y los combates de Maceo en Pinar del Río, pero raras veces nos imparten historia local. De mayor aprendí que la fundación de la ciudad, que consta en documentos probatorios, fue en 1699 cuando se efectuó el primer bautizo en la primera parroquia y supe por primera vez de los patricios pinareños que participaron en la Asamblea Constituyente de 1940.
Dije movilizado y a la vez paralizado porque, motivados primero por la distinción que otorgara en 1867 la reina Isabel II de España y luego por la efeméride del 26 de julio, Pinar del Río ha sufrido una transformación que durante largos meses ha provocado el cierre de arterias principales de la ciudad cabecera, el desmantelamiento de parques y áreas de uso público y la “reparación, remodelación y puesta en marcha” de diversos locales, fundamentalmente en la calle principal José Martí.
Al principio muchos pobladores comentaban la necesidad de un cambio notable en la más occidental de Cuba; a modo de queja se escuchaba por las calles el anhelo de parecernos a otras urbes como Ciego de Ávila con su boulevard o Santiago de Cuba con sus plazas y establecimientos. No pocos criticaban el ritmo de las obras en ejecución, algunos más que otros cuando tenían que trasladarse a parques o zonas más distantes de sus viviendas, porque el de enfrente de su domicilio estaba en reparación y las antenas wifi permanecían desconectadas.
Ahora, cada reportaje “desde Pinar del Río en 26” tiene junto al título de ciudad, la efeméride de la “rebeldía nacional” como motivación; aunque haya algunos por ahí que repitan mucho “si Pinar es la mejor, no quiero ver a las demás provincias”.
Ante estas dudas nuestro semanario provincial Guerrillero nos explica el porqué de la elección de la provincia de Pinar del Río como sede nacional por el 26 de julio. Nos dice que los indicadores económicos se comportan estables, que estamos entre las primeras provincias en cantidad de sitios con acceso a internet con un total de 59 áreas, que se abrió la venta liberada de gas licuado desde el 5 de junio y que en el indicador aprendizaje somos de las más destacadas en el país demostrado en los resultados de los exámenes de ingreso a la Educación Superior. Cabe preguntarse, para cualquier ciudadano, si la estabilidad en los indicadores es lo esperado; si bien es mejor que un decrecimiento, como el sufrido por el PIB cubano en 2016, era de esperar que en la provincia distinguida según la emulación socialista se contara con un mejor pronóstico. Los servicios que brinda ETECSA, el monopolio de las comunicaciones en Cuba, es tema para otro debate; 59 áreas de conexión a internet y la ausencia de proyectos para brindar acceso desde el hogar, de seguro le parecerá muy poco a una población cada vez más ávida de la red de redes.
El proceso de venta de gas liberado, que aún no ha concluido, y que solo incluye la capital provincial y algunos consejos populares, es excluyente y según los propios funcionarios de la empresa estatal CUPET ha generado trabas en la marcha ya que no se cuenta con el abastecimiento requerido. Los resultados obtenidos en los pasados exámenes de ingreso a la Educación Superior, para quien tuvo familiares o amigos implicados, bien se sabe que no fueron los más satisfactorios, seguro se cuenta con que otras provincias salieron peor.
Cuando hablamos de indicadores que demuestren una mejoría en la calidad de vida de los ciudadanos o denoten verdaderos síntomas de progreso o cambien realmente la imagen de la ciudad estoy convencido de que no nos referimos a nuestros portales embellecidos con nuevas pinturas o carpintería o a un desmantelamiento y obra a toda marcha para cumplir una meta asignada en un corto tiempo.
Comparto, junto a muchos pinareños que queremos Pinar, la certeza de que animar el alma de la ciudad es también darle vida a sus instituciones y proyectos culturales, es pasar de tener un solo cine, un solo teatro, escasos museos y pocos centros de investigación científica a la pluralidad de espacios que propicien la elevación de la cultura, el nivel de vida y el amor a la tierra en que nacimos. De lo contrario se estimula el éxodo hacia otras urbes como la capital u otro país. ¿O acaso no es eso lo que pasa cuando vamos a estudiar a La Habana? Pocos regresan a Pinar, otros se escapan de Cuba, y muchos padres, familiares y amigos dicen desde que te otorgan la carrera: “ese no regresa más pa Pinar”.
Establecer verdaderas políticas públicas para la reanimación y mejora de los indicadores económicos y sociales de todo un pueblo va más allá de unos atisbos de belleza según el gusto de algunos y la orientación de otros. Entender el porqué de los fenómenos sociales, los móviles de cualquier acción social es imprescindible para amar más lo que se hace, hacerlo bien de una vez y de una vez también transitar del pasado al presente, con vistas al futuro; ese que tiene que ser para la otrora Cenicienta, el paso a princesa de Cuba.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.