Una de las confusiones más dañinas y dolorosas que sufrimos en Cuba es la confusión que muchos tienen entre los conceptos de: persona, Derechos Humanos y Estado.
Por esa confusión es que considero muy importante, para el presente y el futuro de Cuba, que aprendamos a distinguir esas tres categorías que son fundamentos y columnas de una adecuada educación cívica.
Distinguir para construir democracia
Para poder transitar hacia una democracia de calidad es necesario definir:
Persona humana: Es un ser subsistente, único e irrepetible, un espíritu encarnado, dotado por el Creador de: la vida, su dignidad intrínseca, su libertad interior, inteligencia, sentimientos, voluntad y espiritualidad que le permiten ejercer las libertades civiles, políticas, económicas, sociales y culturales, elegir su propio proyecto de vida, buscar y alcanzar su desarrollo humano integral, superar sus limitaciones y caídas, y abrirse a las relaciones con los demás y con Dios.
Derechos Humanos
Recordemos está definición: “Los Derechos Humanos son el conjunto de prerrogativas sustentadas en la dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral de la persona.”
“Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles y universales” (www.cndh.org.mx/derechos-humanos/que-son-los-derechos-humanos).
Estado: “El Estado surge y se forma cuando las naciones se institucionalizan con sus estructuras políticas con el objetivo de organizarse, defenderse y controlarse por sí mismos, respetando en primer lugar todos los Derechos Humanos para todos, a fin de alcanzar la finalidad suprema del Estado: la búsqueda del Bien Común de la nación que es la comunidad de personas, familias y comunidades, mediante un sistema democrático participativo. El Estado está formado por las estructuras de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial que deben ser independientes entre sí y controlarse mutuamente” (Cf. Libro Ética y Cívica del Centro de Estudios Convivencia).
Necesidad de una escala de valores
Una vez que hemos distinguido los conceptos de Persona, Derechos Humanos y Estado, es absolutamente necesario establecer una escala de valores, una jerarquía de prioridad, entre ellos.
Esa escala de valores debe organizarse de esta forma:
1. En primerísima y absoluta prioridad debe estar la persona humana y todos y cada uno de sus Derechos Humanos universalmente reconocidos.
2. El Estado, sus tres poderes, y todas las instituciones de gobierno deben estar al servicio de la dignidad, la libertad y los derechos de todos los ciudadanos.
Esta escala de prioridades vale, debe ser respetada y está mundialmente reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada el 10 de diciembre de 1948 por las Naciones Unidas (ONU) en la que Cuba participó.
Cuando esta primacía de la persona humana sobre todas las instituciones estatales, económicas, sociales, culturales y religiosas no se cumple, estas instituciones se convierten en violadores de los Derechos Humanos y cometen un crimen que está penado por los Tribunales nacionales e internacionales.
Cuando esos Derechos Humanos son violados masiva y sistemáticamente por los Gobiernos, líderes políticos o religiosos, a ese delito se le llama: crimen de lesa humanidad. Los crímenes de lesa humanidad no caducan, no prescriben, por tanto pueden ser juzgados y condenados siempre y en todo lugar.
Por todo lo anterior, los responsables de los gobiernos en el mundo entero deben cuidar su grave obligación de proteger y garantizar el respeto, la defensa y la educación de todos los Derechos Humanos sin distinción de personas, de religión, de filosofía o sistema político. Es lamentable cuando un líder político o religioso habla y actúa en nombre de su Estado o religión, porque aunque sea el primer responsable de sus palabras y de sus acciones, involucra, compromete y daña también al Estado o religión que representa oficialmente.
Todos los ciudadanos, y todas las organizaciones no gubernamentales que conformamos el tejido de la sociedad civil, debemos conocer en primer lugar, la suprema dignidad de la persona humana y debemos defender esa dignidad, su esencial libertad, todos sus derechos y, al mismo tiempo, tenemos la obligación moral de denunciar toda violación a esa dignidad y derechos humanos. Si no lo hacemos, no solo pecamos de omisión, sino que podemos llegar a convertirnos en cómplices de tales injusticias.
Lo mejor será que tanto ciudadanos como autoridades sean civiles o religiosas, aprendamos a respetar la inviolable y suprema dignidad de cada persona humana. Debemos organizar y ejercer todo poder o influencia poniéndolos al servicio del ser humano, y nunca olvidar que dar prioridad a intereses políticos, económicos o religiosos que vayan contra la dignidad, la libertad y los Derechos Humanos de cada persona, es faltar gravemente a nuestros deberes como servidores del bien común y salvaguardas de lo que José Martí llamó: “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.”
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.