Cada 20 de mayo, cuando celebramos el nacimiento de la República de Cuba, recuerdo a modo de incitación a un balance necesario en cada tiempo, la frase de Ortega y Gasset que uso en muchas ocasiones: “A la república ha de salvarla pensar en grande, sacudirse de lo pequeño y proyectarse hacia el futuro”.
En los tiempos que vive Cuba hoy, inserta en un contexto global, referido a la pandemia ocasionada por la COVID-19, quizá esta fecha Patria, no sea recordada con la magnitud del momento histórico que encierra en sí misma. De hecho, en numerosas bibliografías, textos históricos, materiales periodísticos, predomina la idea de la fundación de la seudo-república, primero que la independencia del colonialismo español, que puso fin a cuatro siglos de relaciones de dependencia colonia-metrópoli. Para la historia de Cuba, la escrita desde una única mirada, reductiva, monocolor y a cargo de los revolucionarios, pareciera que todo comenzó el primero de enero de 1959, lo que reduce un largo periodo de tiempo también valioso en la genealogía cubana.
La formación de la nacionalidad y nación cubanas; el aporte en los campos del arte, la ciencia, la literatura, la política; el conjunto de tradiciones y logros en las diferentes áreas del desarrollo socioeconómico son innegables a la hora de analizar los aportes de la República nacida en 1902. Valorar en la justa medida cada elemento de la vida nacional que nos ha antecedido, habla de la importancia que da cada ciudadano y cada nación a la memoria histórica; esa que, sin conveniencias, es la que describe la vida de nuestros pueblos.
Pensar en grande en este momento de coyuntura y crisis, de cambio de época, de surgimiento de nuevos fenómenos y consolidación de otros no tan nuevos, en el caso cubano, se puede resumir muy sencillamente en “pensar Cuba”. Pensar, pensar y pensar, es útil para el porvenir. Pareciera como que el desgaste en la batalla diaria, en la cotidianidad del pan nuestro de cada día, no dejara tiempo, con tanta urgencia en lo inmediato y personal, para proyectarse hacia el futuro y hacia lo nacional. Corresponde a cada ciudadano responsable y consciente asumir los desafíos del momento y las cuotas de protagonismo, para superar esa especie de anemia social que nos afecta.
Ahora hablamos de virus, de crisis económica global y nacional (que ya veníamos viviendo hace décadas y no relacionadas con un ente biológico como lo es el nuevo coronavirus) pero, aunque cueste, debemos construir, concebir, consensuar, aportar soluciones más que diagnósticos y críticas pasivas del o los problemas que padecemos. Proyectarse hacia el futuro es, partiendo de que esta pandemia que muchos consideran que ha puesto al descubierto lo mejor y lo peor de cada ser humano (extiéndase al ámbito de las naciones) empujar el cambio necesario y urgente en el modo de vida, el respeto a la dignidad y los derechos humanos, el ejercicio de todas las libertades, la pluralidad de credos, la convivencia pacífica y civilizada y el ejercicio democrático.
A más de un siglo de la muerte de nuestro Apóstol de la Independencia, José Martí, y en este 118 cumpleaños de la República, sus palabras siguen vigentes en la construcción del futuro en que “quepamos todos”, en una Patria donde se respete y potencie, constantemente, “la dignidad plena del hombre”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.