NUESTROS PENSADORES XXXIII “JOSÉ MANUEL CORTINA Y GARCÍA”

José Manuel Cortina y García.

JOSÉ MANUEL CORTINA. Doctor en Derecho Civil y Público, filósofo y legislador. Político, diplomático y escritor. Periodista y orador. En el Congreso Bicameral de la República de Cuba resultó electo en la cámara baja como Representante por tres años y posteriormente Senador, por ocho. Cortina se destacó por ser un oponente de la tristemente célebre “Enmienda Platt”. Ocupó la Secretaría de la Presidencia de la República durante el gobierno de Alfredo Zayas y Alonso (1921-1925). De igual forma adquirió la cartera de Secretario (Ministro) de Estado (Relaciones Exteriores) durante los gobiernos de Miguel Mariano Gómez (mayo a diciembre de 1936) y el primer período presidencial del general Fulgencio Batista y Zaldívar (1940-1942). También fue convocado para integrar el grupo de los constituyentes (intelectuales y representativos de todas las fuerzas políticas y sociales presentes en el país), elegidos para crear, discutir y proponer los artículos que conformarían la nueva Constitución de la República de Cuba de 1940. Nuestro protagonista fue un gran propietario de tierras, herencia dejada por sus padres y otros familiares allegados: una en Arroyo Naranjo, La Habana; la segunda en la provincia de Pinar del Río, que se extendía desde la Sierra del Rosario hasta su similar en los Órganos, dedicada al cultivo del tabaco, conservación y ampliación de los bosques, centros recreativos… y la tercera que conservaba, a título familiar, en la provincia de Camagüey dedicada a la cría de ganado mayor y pastos. Cortina sentía un gran apego y amor a la orografía cubana y muy especialmente a la pinareña, así como se preocupaba por el mantenimiento y conservación de la flora, la fauna y las cuencas acuíferas del país. En sus propiedades radicadas en la provincia más occidental del país construyó el “Parque La Güira” y reacondicionó la “Cueva de Los Portales”, convirtiéndolos en hermosos y bien cuidados centros de recreación y estancia familiar, adornados con obras plásticas, cerámicas y estatuillas de mármol para el disfrute de los visitantes. Fue un defensor del medio ambiente. Esta afirmación se demuestra por las conferencias que impartió en foros especializados y por la manera en cómo exigía se cuidaran los bosques y ríos pinareños. José Manuel Cortina representó -en misiones oficiales- al gobierno cubano, tanto en el papel de negociador oficial, al frente o integrando delegaciones especializadas o en calidad de diplomático en Argentina, Francia y los EE.UU. Por ser una figura destacada, inteligente, con amplia experiencia como político, legislador, polemista y empresario, se convirtió en uno de los pocos cubanos reconocidos por sus conocimientos, experiencia y temeridad, como una figura presente en casi todos los eventos más importantes que merecieron ser discutidos en medios gubernamentales, legislativos, económicos, sociales y que tuvieron cierta relevancia en Cuba en el período que medió entre 1902 y 1958. Su exilio forzoso se produjo a mediados del año 1960 con destino a los EE.UU., al poco tiempo de asumir el poder Fidel Castro Ruz, y serle confiscadas todas sus propiedades personales y familiares sin ningún tipo de compensación material. Se le reconoció el papel que jugó en favor del desarrollo de la sociedad cubana cuando por sus méritos personales y oficiales fue nombrado miembro de sociedades e instituciones académicas, nacionales y extranjeras. Fue un excelente orador. Recibió varias distinciones, condecoraciones y reconocimientos. Su obra literaria se extiende a más de treinta textos, cientos de ensayos y miles de artículos periodísticos. Algunos de ellos fueron traducidos al inglés, español y francés; como “Caracteres de Cuba” (1921-1925) y otros. 

José Manuel Cortina y García nació el 3 de febrero de 1880 en el ingenio “Moreno”, próximo a San Diego de Núñez, provincia de Pinar del Río, Cuba. Sus padres se nombraron: Dionisio Constantino de Cortina y Arteaga (1), agricultor de ascendencia vasca, España, y María Luisa García Gutiérrez, natural de la provincia de Matanzas, dedicada a dirigir las labores hogareñas. Sus primeros estudios los realizó con una institutriz francesa en su propia casa. Posteriormente continuó su formación de la primera y segunda enseñanzas en el Real Colegio de Belén, propiedad de los sacerdotes católicos pertenecientes a la Orden de los Jesuitas, en La Habana, donde mostró especial inclinación hacia las asignaturas relacionadas con la Agricultura, Clásicos Latinos y Retórica, además de vencer las asignaturas que debía dominar para su preparación en esos niveles educacionales.

Siendo adolescente se instaló y dedicó, primero, a la importación de maquinarias para elaborar azúcar y más tarde, se desempeñó directamente en la producción de este edulcorante. Al poco tiempo de estar vinculado a esas labores, ya se le reconocía como un destacado técnico en la rama agro-industrial y por su extraordinaria capacidad de trabajo. Administraba, al mismo tiempo, tres de los ingenios (fábricas azúcar), cuyo propietario era el Conde de Moré, empresario industrial, figura prestigiosa y de enormes recursos financieros. De igual forma se distinguió por sus habilidades de adquirir rápidamente nuevos conocimientos.

Su formación profesional la realizó en la Universidad de La Habana, en la especialidad de Derecho Civil y Público (1903) simultaneándolos a los de periodismo. Siendo estudiante mostró inclinaciones hacia la vida política, al convertirse en miembro del primer directorio que se organizó después de convertida Cuba en República (1902). Fue uno de los fundadores del Partido Nacional, que posteriormente se convertiría en Partido Liberal Autonomista de Cuba, (PLA). Se graduó en Derecho Civil y Público (1903).

En determinado momento de su vida adquirió por herencia familiar los bienes que históricamente le pertenecían al formar parte sus progenitores del grupo de grandes hacendados cubanos de ascendencia ibérica. Uno de los temas que no faltaban en sus conferencias, libros, ensayos y artículos a lo largo de su vida, por heredad y profesión de sus padres, abuelos… fue defender la necesidad apremiante de establecer escuelas de agricultores en todo el país porque, según sus apreciaciones, era vergonzoso que una nación eminentemente agrícola, no contara con escuelas para que la juventud pudiese adquirir conocimientos agronómicos. Su visión de futuro especialista en el cultivo del tabaco, lo demostró al recoger en un artículo que publicó en el periódico de su familia, llamado Democracia, uno de sus más destacados artículos, sobre la necesidad inaplazable de establecer escuelas de agricultores en toda Cuba. Lo cierto es que desde esos años, su visión de estadista se puso al descubierto. Por su importancia, extraemos el párrafo, donde expresó:

(…) Nunca estará Cuba más cerca de su verdadero engrandecimiento material y de su consolidación definitiva como nación independiente como el día en que la mayoría de nuestra juventud, comprendiendo que su porvenir está en el campo, se decida llevarla él a su espíritu emprendedor y activo”.

A pesar de la destacada vida política que llevaba, profesional e intelectualmente tomó altura y dedicación en sus colaboraciones con el periódico La Lucha, así como en otros que frecuentemente publicaban sus trabajos, como fueron: El Diario de la Marina -del que llegó a ser miembro de su Consejo Editorial-, Democracia, El Mundo, La Revista de Derecho y La Nación. Cortina jamás dejó de ser periodista. Jugar un papel destacado como comunicador fue su sueño. Jamás lo abandonó, por muy preocupado y ocupado que estuviera en otros importantes menesteres en el que empleaba su tiempo.

La herencia periodística que legó Cortina a la generación de su tiempo y a las posteriores, ha sido de una importancia extrema. Sus ensayos y artículos de opinión se cuentan por miles. Sus trabajos como escritor se elevan a más de treinta, entre textos y estudios publicados, donde incursiona en tópicos sociológicos, histórico biográficos, filosóficos…

José Manuel Cortina contrajo sus primeras nupcias con la joven María Josefa Corrales, de cuya unión nacieron cuatro hijos: Ofelia, Esther, José Manuel Jr. y Humberto. Transcurridos algunos años, se une con quien sería su segunda esposa, nombrada Adela Ramírez y Blanco, con la que tuvo un hijo: Aníbal. Posteriormente comienza su tercer matrimonio. En esta ocasión con Elena Lavín Corominas y juntos formaron una familia compuesta por seis hijos: Aníbal José, María Elena, José Antonio, Jorge Alberto, Ana María e Ignacio Agustín. Por último, Cortina contrae su cuarto y último matrimonio con Leocadia de la Concepción de Verna y Benes, el amor de la infancia de José Manuel, conocida por “Cheché”; que les proporcionó dos hijos más: Judith y Aquiles. Nuestro protagonista fue un hombre prolífero en su descendencia y padre ejemplar con todos sus hijos sin excepción.

Desde sus primeros años como técnico en la elaboración de azúcar y administrador de los ingenios cuyo dueño era el Conde de Moré -como ya se señaló-, Cortina dio muestras de sus extraordinarias dotes como orador al pronunciar un discurso con motivo de la Proclamación de la República de Cuba. El auditorio estaba compuesto por figuras destacadas de la vida pública y política habanera; entre losque se encontraba el Generalísimo Máximo Gómez, quien exclamaría al concluir su intervención nuestro protagonista:

“(…) No se puede perder la fe en un país que produce jóvenes de tanta inteligencia y de dones tan excepcionales (…) Me ha conmovido (…) Me he tenido que contener (…) ¡Vaya con el muchacho! (…)”.

Para Cortina la oratoria era algo natural e intrínseca en él. Sus grandes conocimientos, el dominio de los temas en los que incursionaba y sus sólidas opiniones personales eran expuestos con profundos argumentos, cargados de tolerancia e ingeniosidad, pero con mucha bizarría.

Pero José Manuel sostenía sus propias opiniones acerca de la oratoria. Consideraba que el orador que habla de lo que no sabe o no domina, le falta el respeto al público que le escucha y a sí mismo. De ahí que para unos fue el príncipe de la palabra y para todos, el orador de la República.

Fue él, sin duda alguna, uno de los más grandes oradores cubanos y de todos los tiempos y las vinculaba -siempre que le fuese posible- a sus principales ocupaciones: legislador, diplomático, empresario, defensor del medio ambiente y periodista.

Él fue uno de los mayores oponentes a mantener la Enmienda Platt, introducida en la que sería nuestra Primera Constitución convertida Cuba en República y que, de no aceptarse, continuaría la intervención militar norteamericana en nuestra Isla. Esta Enmienda constituyó un apéndice agregado a nuestra prístina Carta Magna en el período de la Primera Ocupación Militar norteamericana de la Isla (1898-1902), presentada al Congreso de los EE.UU. por el Senador Orville H. Platt para -según su opinión- “modificar la Ley de Gastos del ejército estadounidense”. Fue aprobada por el Congreso Norteamericano el 8 de junio de 1901 y de no ser aceptada como enmienda en la que sería nuestra Primera Constitución, se mantendría la ocupación de la Isla por sus tropas y, en consecuencia, no se aceptaría convertir a Cuba en República. Los miembros de nuestra Convención en funciones cuasi parlamentarias, bajo protestas y fuertes discusiones en sesiones anteriores, se vieron obligados a aceptar su inclusión en la nueva Constitución Cubana, para que naciera la República, en medio de los angustiosos dolores provocados por un parto tan difícil, hecho ocurrido el 12 de junio de ese mismo año, por dieciséis (16) votos a favor y once (11) en contra. No hemos podido obtener datos precisos al respecto, pero estamos persuadidos que uno de los once votos revocatorios llevaba el nombre de José Manuel Cortina y García.

José Manuel Cortina fue elegido Representante del Congreso Cubano en 1908, pero no pudo cubrir su plaza como parlamentario al no cumplir con la edad mínima requerida. Sin embargo, en los nuevos períodos electorales legislativos entre 1914 y 1916 resultaría nombrado y reelecto Representante y, en los comicios de 1924, Senador de la República que ostentó durante 8 años. Ya miembro del Senado resultó investido como Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado Cubano (1925), Delegado de Cuba ante la Sociedad de Naciones en París (antecedente histórico de la Organización de las Naciones Unidas, ONU) y del Comité Parlamentario de la Cámara Alta; así como Líder de la Mayoría. Para 1927 laboraba permanentemente en la Sociedad de Naciones en París, Francia. Se le reconoce como un parlamentario muy agudo pero equilibrado y veraz en sus críticas a los vicios gubernamentales del momento, proponiendo soluciones realizables a los problemas nacionales. Más tarde, con la caída del Presidente de la República en esos momentos, el general Gerardo Machado y Morales (1933), fue uno de los principales promotores de activar primero y convocar después, a una nueva Asamblea Constituyente. De uno de sus discursos en el Congreso de la República extraemos este párrafo, donde expresó que:

“(…) Debe tomarse la Constitución Cubana y el régimen cubano en su integridad y, con vista a las claudicaciones pasadas, y los vicios en que más frecuentemente hemos incurrido, modificarla, incorporando en ella las garantías que reclama el pueblo y señalando soluciones para las posibles crisis del futuro (…)”.

José Manuel Cortina y García dedicó toda su inteligencia y experiencias adquiridas con anterioridad como congresista, cuando se le llamó para que integrara el grupo de grandes cubanos que, como constituyentes, estudiaran y promulgaran la Nueva Carta Magna que regiría los destinos de Cuba y de su pueblo en los próximos años. El compromiso que asumía era demasiado serio y lo sabía. Tenía que prepararse muy bien. De modo que se obligó a convertirse en un profundo conocedor y analista del Anteproyecto de tan importante documento que, finalmente, contendría la introducción, partes, capítulos, artículos… y declaración final, que serían propuestos y que, posteriormente, conformarían el documento central que sería conocido con el nombre de: “Constitución de la República de Cuba de 1940”.

Cortina se incorporó al grupo de los nuevos constitucionalistas que representarían a la provincia de La Habana y fue nombrado Presidente de su Comité Coordinador. En este desempeño, logró consolidar las opiniones del resto de los delegados en temas neurálgicos. Cuando analizamos retrospectivamente los puntos en los cuales consideró que podía y debía intervenir y exponerlos con autoridad, nos percatamos de lo importante que resultó su presencia en la selección, análisis, desarrollo, redacción y formulación de los tópicos que conformaron tan importante documento.

Como analista, Cortina se ocupó de ceñirse a los aspectos que dominaba y que constituían principios ineludibles en la Carta Magna. La Asamblea adoptó -por unanimidad- una serie de reformas propuestas por él, concretamente las relacionadas con el régimen parlamentario, la responsabilidad de los magistrados, la anulación de la llamada “Ley de Fuga”, el Tribunal de Cuentas y otros muchos temas que eran -en la práctica- contradictorios y críticos en la sociedad cubana. A esta Convención progresista, concurrieron representantes de todos los partidos políticos, incluyendo el de los comunistas que, en honor a la verdad, defendieron los derechos del pueblo en general y, en particular, el de los trabajadores.

José Manuel Cortina, simultáneamente con sus demás ocupaciones, se encargó de la Secretaría (Cartera Ministerial) de la Presidencia durante el gobierno de Alfredo Zayas (desde 1921 hasta 1925). Durante su desempeño se destacó por ser el autor de la “Ley de Protección de Accidentes de Trabajo”. Por iniciativa suya se creó el Sanatorio para Tuberculosos que llevó por nombre “Sanatorio La Esperanza” y la “Comisión Nacional de Propaganda y Defensa del Tabaco Habano”, en diciembre de 1925, época difícil en que esta industria exportadora entró en su tercera y crítica crisis (1925-1933). Por intermedio de la referida “Comisión…” se emprendieron estudios de mercado, tratados comerciales y se editarían catálogos informativos, se promocionarían exposiciones varias y otros medios divulgativos para la promoción nacional de tan importante rubro nacional. Cortina confiaba en el futuro desarrollo de la industria del tabaco en Cuba con optimismo. Al respecto diría:

“(…) El tabaco cubano ha sido favorecido por los cambios sociales que se vienen produciendo en la Humanidad. El tabaco es (…), la segunda riqueza de Cuba, pero acaso debiera ser la primera, si en vez de ser Cuba un inmenso cañaveral, fuese una inmensa vega tabacalera, puede que nos fuese económicamente mucho mejor a los cubanos (…)”.

En esta afirmación de Cortina existían sobradas razones para pensar como él. Azúcar de caña y de remolacha se producían en casi todo el mundo, pero el tabaco cubano, por su calidad inigualable, existía solamente en Cuba. Esta realidad demostraba, sin ambages, la razón que tenía nuestro protagonista y explica la fuerza con que defendía el tabaco Habano en las reiteradas conferencias que ofreció tanto en medios nacionales como internacionales.

Años más tarde continuaría ocupando cargos importantes con varias administraciones ejecutivas cubanas. Cortina fue nombrado Secretario de Estado (Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, 1936 a 1937) durante el efímero Gobierno de Miguel Mariano Gómez (mayo-1936 hasta diciembre de ese mismo año), al ser el Presidente acusado y destituido por el Congreso, al limitar las facultades del Poder Legislativo. Posteriormente ocuparía José Manuel igual alto cargo (1940 a 1942) bajo la primera Presidencia de la República del general Fulgencio Batista y Zaldívar. Además, Cortina desempeñaría otras responsabilidades no menos importantes que las ya señaladas, como fueron: Presidente de la Sociedad Cubana de Estudios Constitucionales y miembro del Consejo Nacional de Educación y Cultura, así como también Presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales Exteriores de Cuba en España.

Debemos ahora hacer una reflexión que demuestre el origen legal y hereditario de las propiedades de Cortina y su familia; así como de otros dueños de grandes extensiones de tierra, nacionales y extranjeros, radicados en Cuba.

La explicación histórica de la posesión de tierras cultivables, bosques y formaciones orográficas en la antigua provincia de Pinar del Río y en el resto de las provincias que integran el Archipiélago Cubano, por personas que habitaban de manera permanente la Isla de Cuba y que fueran de ascendencia española; se remonta a varios siglos atrás. Tiene su origen en la presencia en la Isla, -recién convertida en colonia de España- de nuevos colonos de origen hispano cuyo número aumentaba progresivamente cada año, pues muchos eran cazadores de fortunas, de nuevas aventuras quijotescas o para mejorar su categoría social (ser aceptados en la aristocracia ibérica mediante la adquisición -comprados o ganados por sus méritos- de títulos nobiliarios).

Pero la pretensión que perseguían los monarcas ibéricos era otra y se fundamentaba en que este creciente y sostenido aumento de la población de origen español que arribaba a Cuba periódicamente y que pretendía radicarse definitivamente en la Isla; se automantuviera en todos los sentidos y no fuesen una nueva y enorme carga pública para el tesoro de la monarquía española. Recordemos también que los amerindios naturales de la Isla (aún sobreviven algunas familias de este origen étnico en la región de Baracoa y otras localidades orientales próximas); a finales del siglo XV y hasta mediados del XVI, fueron prácticamente exterminados por la violenta explotación laboral a que estaban sometidos nuestros aborígenes, los malos tratos que recibían de los europeos y las enfermedades que traían los nuevos emigrantes ibéricos que arribaban a la Isla. El gobierno español sacó sus numeritos y llegó a conclusiones incuestionables. El acuerdo con los nuevos residentes españoles no se hizo esperar: “(…) Trabajan y se mantienen Uds. mismos y a sus familiares acompañantes en la colonia, o regresan a España por sus propios medios cuanto antes. En la colonia no los aceptaremos”.

Por supuesto que la propuesta fue aceptada por los nuevos, los ya asentados emigrantes europeos ylos que faltaban por llegar. Las parcelas entregadas a estos fueron identificadas como “Hatos” y “Corrales”. Los primeros, destinados como viviendas de la familia y cosechar productos de la agricultura para consumo de ellos y comerciar el resto. Los segundos, para cuidar y mantener a los animales utilizados en el transporte, labranza y otros usos necesarios para la supervivencia de la familia. Con el paso del tiempo se le concedió a la inmensa mayoría de los nuevos peninsulares radicados en la colonia y a sus descendientes directos (padres, hijos,…) el derecho a la propiedad de los “Hatos” y “Corrales” donde laboraban y se les aprobó a “título de propiedad” a aquellos peninsulares que cumplieron con lo pactado al cabo de muchos años de existir el convenio original con los representantes de la monarquía en la Isla. No tengo la menor duda que a lo largo del tiempo y ya con una Cuba convertida en República, sus futuros descendientes, sometidos a las nuevas reglas del mercado, algunas de sus propiedades las transformaron en bosques y tierras cultivables (caña de azúcar, tabaco, café, frutas,…).

Algunas de ellas por falta de capital u otros motivos familiares, han estado desatendidas y entregadas en usufructo en Pinar del Río y en el resto de la Isla de Cuba -por decisión de sus verdaderos dueños- a campesinos que según contratos firmados entre el hacendado y las personas que las trabajarían. Estas fueron las reglas que se legalizaron y emplearon entre dueños y laborantes; desde el período colonial hasta el año 1958 y parte de 1959.

Este es el caso que, a nuestro juicio, nos ocupa o uno muy parecido al de José Manuel Cortina y otros dueños de grandes extensiones de tierra: las propiedades que por derecho dinástico fueron concedidas por el Propietario Mayor (los Reyes de España) hace muchísimos años a los antecesores por generaciones de nuestro protagonista y de otros muchos grandes propietarios que convirtieron, a José Manuel, como heredero histórico de las mismas, tanto a él como a sus descendientes, a los descendientes de los descendientes, etc. Este debe ser el origen de esas propiedades, y no otro.

Ahora bien, desde antes y principios de constituida la República de Cuba, la propiedad sobre las grandes extensiones de tierra en Pinar del Río, cualquier especialista en la materia puede comprobar que, a pesar de todos los esfuerzos realizados por aumentar la producción tabacalera desde las primeras décadas del siglo XIX, ello no se había logrado. Las referidas propiedades han permanecido en manos de sus legítimos dueños por siglos, es decir: los grandes hacendados, descendientes de españoles y posteriormente cubanos, que no podían atenderlas por diversas razones; motivo por el cual estos le concedieron a campesinos de la zona el derecho a la explotación de las tierras mediante contratos que podían perdurar durante determinado tiempo, siempre que sus respectivos arrendatarios cumpliesen con las obligaciones contraídas en los referidos convenios.

A lo largo de todos los años transcurridos entre generaciones de grandes propietarios y quienes ocupaban las parcelas mediante el pago en trabajo, especies o efectivo, se generaron conflictos diversos que crearon contradicciones entre una y otra parte como regla y pocas excepciones. Sin embargo, los criterios que recientemente existían acerca de la personalidad y proyección social de Cortina eran diversos, sobre todo en los alrededores del “Parque La Güira” (Pinar del Río). Lo cierto es que los recuerdos de una parte importante de los que le conocieron fueron favorables a su persona, aunque hubo también sus detractores, porque en el contexto de la profunda miseria que existía en Pinar del Río en aquella época (1906-1958) proporcionó empleos y facilitó tierras para producir tabaco a un número de familias nada despreciable. Además, no negó ayuda a los campesinos y familiares que se aproximaron a él para solicitarle diferentes tipos de apoyos.

El propio Cortina, en carta dirigida a José Aixalá, con fecha 20 de abril de 1939, le expone una panorámica de sus propiedades en la más occidental de las provincias cubanas que incluía y cito: “(…) 150 vegas de tabaco, extensos potreros para la cría y ceba de caballos, ganado vacuno y cerdos, (se) realizaba la siembra científica de hierba de guinea para establecer potreros adecuados en las lomas, producía café, naranja, mango, y otras variedades de frutas. La miel de abeja fue un renglón que le posibilitó obtener ganancias”.

Más adelante y en la misma carta dirigida a Aixalá y por dudas acerca de la forma en que Cortina obtuvo las tierras que conforman “El Parque La Güira” ante las diferentes versiones existentes, podemos señalar: a) Una donación, por la defensa que hizo a un propietario en el año 1908, durante un pleito en la partición de propiedades. Y b) otras fuentes argumentan que la recibió en los años 1916-1917 por los servicios que prestó a una señora. Lo cierto es que el propio Cortina precisa que:

“(…) Hace 33 años, (se refiere al año 1906, n. del a.) acabado yo de recibirme de abogado, hube de adquirir la finca en donde está el batey, y al ver las condiciones adecuadas de aquellas lomas para la agricultura en el curso del tiempo y poco a poco, he adquirido otras propiedades que agrupadas, forman hoy una finca de considerable extensión (…)”.

Posteriormente, entre 1911 y hasta la década de 1940 compró otras fincas en la comarca: “La Palma”, “El Abra de Caiguanabo”, “El Bosque” y “Los Palacios”, entre otras.

Fomentó los pinares que se habían destruido con el tiempo por la tala indiscriminada de árboles y serealizaron siembras de encinos y otras variedades de madera, muchos de ellos en franco proceso de extinción en la región, acciones que demuestran que José Manuel Cortina fue un verdadero defensor del medio ambiente. Comenzó y continuó por exigir en los medios oficiales e informativos el respeto a la naturaleza que nos rodeaba. Mantener e incrementar el porciento nacional de tierras cultivables, por medios naturales, sembrar árboles en las áreas enclavadas en las zonas boscosas y elevar la vigilancia para evitar que se produzcan incendios en estos sitios, proteger la rica fauna que posee el país…

Cortina desarrolló una política sana pero disciplinada y consciente, favorable a la protección del medio ambiente, limitando la caza, no solo la furtiva, e incorporó en los extensos bosques de la provincia, propios o de otros hacendados, nuevas especies de la flora y la fauna que se reproducían libre y rápidamente. La finalidad pretendida por José Manuel con tales proyectos los definía de la siguiente manera:

“(…) En general mi propósito fue demostrar que se podía sostener una finca de producciones parecidas a las de un ingenio (central azucarero) sin cultivar una sola mata de caña, diversificando los productos y estando siempre preparado para nuevos experimentos de carácter agrícola (…)”.

Las producciones fundamentales estaban en correspondencia con las actividades económicas tradicionales en Pinar del Río: tabaco y ganadería que desde los primeros siglos de la colonización se practicaban en Vuelta Abajo, provincia de Pinar del Río.

En la actualidad las versiones tienden a confundir “La Güira” con la Hacienda Cortina, ya que la primera mantuvo su fisonomía y connotación, por ser este el lugar donde se edificó el parque que le proporcionaron una distinción única en comparación con otras propiedades en Cuba.

La construcción de este bello retiro -conocido como “Parque La Güira”- (ubicado en la Sierra de los Órganos, provincia de Pinar del Río) fue la obra de mayor trascendencia en aquellos parajes. Su construcción se remonta a 1920. Tiene una extensión de 22 mil hectáreas de tierra. Se considera la mayor hacienda en la provincia. Posee una portada hermosa, hecha con piedras de los alrededores. Su diseño se concibió para que armonizara con la orografía circundante. Los alrededores del batey exhibían espaciosos jardines. Una hilera de farolas de bronce conformaba el cortejo que llegaba hasta la casa principal, construida también con materiales rocosos de la localidad.

Poseía una Casa China construida en 1920. Años después apareció como complemento de esa milenaria cultura asiática: la japonesa. Ambas se convirtieron en exponentes de las dos culturas. En el parque se creó un lago artificial que permitía la navegación de pequeñas embarcaciones, con atracaderos y puentes que elevaban el preciosismo del conjunto. Poseía, además, piscinas, pequeños parques con casetas, bancos para descansar y jaulas para animales, así como otras construcciones que parecían, por el estilo que presentaban, edificaciones medievales, al igual que la portada de la hacienda. Otros atractivos del “Parque…” como las casas y museos ambientados en esas culturas, constituían, indefectiblemente, un centro de atracción especial para todos los visitantes.

Por otro lado, “La Cueva de los Portales” la reacondicionó José Manuel Cortina, después de comprársela, en 1920, a la familia de Ramón Grau San Martín, dueños de estos terrenos que habían heredado de sus familiares. Comenzó nuestro protagonista los trabajos en el año 1940. Estos se iniciaron en “Los Portales” y posteriormente en la “Cueva de Los Espejos”.

Se crearon rampas, aceras, pasamanos y un puente para cruzar el río. El nuevo dueño mandó a construir un terraplén desde “La Güira” para comunicarse con este sitio escondido pero tan atractivo que se convirtió en realidad en 1943.

Lo cierto es que “La Cueva de Los Portales” era un remanso apartado, tranquilo, hermoso, especial para descansar y reflexionar; visitado frecuentemente por Cortina, sus familiares y amigos. Dada su condición de propiedad privada estaba vedado el disfrute del paisaje a las personas que habitaban en los alrededores, quienes tampoco podían utilizar el terraplén para trasladarse de un lugar a otro. Por sus valores históricos y naturales constituía, en aquellos tiempos, un monumento nacional, declarado oficialmente con tal carácter en 1987.

La producción intelectual de José Manuel Cortina y García fue enorme y con una calidad impresionante. Publicó alrededor de treinta obras indistintamente de corte jurídico, filosófico, histórico económico, político y social. Algunas de ellas fueron traducidas a los idiomas inglés y francés, entre las que podemos citar como importantes: “Los ideales de Cuba”, “Caracteres de Cuba”, “Un nuevo mundo después de la guerra”, “Por la nación cubana”, entre otras, así como alrededor de varios cientos de ensayos y miles de artículos de opinión y otros géneros periodísticos.

Igualmente, José Manuel Cortina fue valorado en su justa dimensión como intelectual, político, hombre público, naturalista y alto funcionario, entre otras proyecciones personales suyas, por varias instituciones académicas y/o científicas, las que en diferentes épocas de su vida lo incorporaron a sus respectivos centros especializados en calidad de

  • Miembro Numerario u Honorífico, según el caso. Entre ellas podemos citar:
  • Miembro Efectivo de la Real Academia de San Fernando, España.
  • Miembro de Número de la Academia Diplomática Internacional de París, Francia.
  • Presidente del Consejo Supremo de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU).
  • Miembro Permanente de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos.

 

José Manuel Cortina y García recibió varias condecoraciones y reconocimientos que le fueron otorgados tanto en Cuba como en el extranjero por varias instituciones académicas y científicas de otros países, europeos y latinoamericanos, entre las que podemos destacar:

  • La Gran Cruz de Carlos Manuel de Céspedes (Cuba).
  • Gran Oficial de la Legión de Honor (Francia).
  • Gran Cruz de Isabel La Católica (España).
  • Comendador de la Orden Leopoldo II (Bélgica).
  • Gran Cruz de la Orden del Cóndor de Los Andes (Bolivia).
  • Gran Cruz de la Orden Nacional Vasco Núñez de Balboa (Panamá).
  • Gran Cruz de la Orden de El Sol (Perú).
  • Condecoración al Mérito y con el Grado de Gran Cruz (Chile).
  • Gran Cruz de la Orden de Honor y Mérito de Haití (Haití).

José Manuel Cortina y García falleció en Miami-Dade County, Miami, Estado de la Florida, EE.UU., el 9 de marzo de 1970, a la edad de 90 años.

Conclusiones

  1. José Manuel Cortina y García. Doctor en Derecho Civil y Público, legislador y constitucionalista. Filósofo, político y diplomático. Orador, periodista y escritor. Gran hacendado en las antiguas provincias de Pinar del Río y Camagüey. Personalidad cubana destacada en múltiples esferas del conocimiento humano. Preciso en sus análisis, deliberaciones y conclusiones. Entre los años 1902 al 1958 no se produjo un hecho de relevancia nacional, donde Cortina no hubiese estado presente en su carácter de político, diplomático, legislador, constitucionalista, polemista, empresario privado o defensor del medio ambiente. Sus consideraciones, por regla general, se tomaban en cuenta y en la mayoría de las ocasiones se adoptaban -salvo en casos puntuales en que se aprobaban con pequeñas modificaciones- debido a la claridad, sabiduría, objetividad y hasta por la temeridad en que las exponía. José Manuel Cortina está considerado como uno de los oradores y diplomáticos más destacados que ha tenido Cuba, de todos los tiempos.
  1. José Manuel Cortina, gracias a la experiencia ganada durante más de una década como parlamentario cubano, sus grandes dotes como orador y jurisconsulto; así como estudioso y profundo analista; adquirió las cualidades personales que le permitieron se le propusiera y más tarde eligiera como Presidente del Comité Coordinador de los Nuevos Constitucionalistas Cubanos (1940). A él le debemos -en gran medida- lograr la consolidación de opiniones en la mayoría de los Delegados acerca de la selección, los análisis, desarrollo y redacción final de los temas y articulados más importantes que se llevaron a discusión e integraron, entre otros aspectos, el texto final de nuestra Carta Magna de 1940.
  1. José Manuel Cortina no fue solamente un destacado defensor del medio ambiente, tan rico, variado y generoso como el que poseía Cuba aún, en las pasadas décadas de los años 30, 40 y 50 del siglo XX; sino que presentó propuestas nuevas, progresivas, susceptibles de actualización y combatió en todas las tribunas y medios de divulgación a los que tuvo acceso, para que esa conducta se convirtiera en sólida y estable preocupación y ocupación permanente de los gobiernos de turno, hacendados cubanos y extranjeros poseedores de enormes propiedades con grandes extensiones de tierra, y campesinos dueños de pequeñas extensiones de tierra y le brindaran su máximo cuidado y sano desarrollo a la flora, fauna y cuencas acuíferas que cohabitaban en sus respectivas propiedades. De igual manera propuso se establecieran, por los sucesivos gobiernos, medidas disciplinarias a las personas que reiteradamente violaran, irresponsablemente, las referidas medidas y subsanaran con sus propios medios y recursos los daños causados al medio ambiente.

Cortina fue el primero en acatar, disciplinadamente y en la práctica, sus públicos planteamientos. Ejemplo de ello lo encontramos en el cuidado y atención de los bosques (tala y resiembra), la fauna y ríos de los sitios dentro de su propiedad donde tenían su hábitat las especies vivas; la rotación y diversificación de los cultivos (tabaco pienso, frutales….); evitar la contaminación de los ríos que fluían por sus propiedades… Otro ejemplo a señalar fueron la construcción de su propia “Hacienda Cortina”, el “Parque La Güira” y la “Cueva de Los Portales”, en la Provincia de Pinar del Río. Todo lo antes señalado constituye una prueba innegable de su afán en favorecer, recíprocamente a la naturaleza por todo lo que ella nos ofrece día a día.

Bibliografía

  • Enciclopedia digital Wikipedia actualizada.
  • Enciclopedia digital EcuRed actualizada.
  • Archivo Nacional de Cuba: Donativos y Remisiones. Leg. 541.
  • Cortina García, José Manuel. “Caracteres de Cuba”. Editorial Lex. La Habana. 1945.
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  • Artículo de la Web Cubarte. “Cuba rescatará Parque Nacional La Güira, joya patrimonial”.

 


Héctor Maseda Gutiérrez (La Habana, 1943).
Ingeniero electrónico de profesión.
Miembro de Número de la Academia Cubana de Altos Estudios
Masónicos.
Gran Inspector General de la Orden Masónica, grado 33.
Uno de los 75 presos de conciencia del 2003.
Agencia DECORO.

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