Nuestros pensadores (XVI): “Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga”

Por Héctor Maseda Gutiérrez
 
Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, conocida entre sus íntimos por “Tula”, nació en la villa Santa María de Puerto Príncipe -actual provincia de Camagüey, Cuba (antigua colonia de España)- el 23 de marzo de 1814. Falleció en Sevilla, España, el 1ro. De febrero de 1873. Sus padres provenían de Islas Canarias. Escribió poesía, novela y teatro.Una de las más destacadas representantes del romanticismo español y de la historia literaria de Iberoamérica, pero sobre todo de Cuba: su patria; razones estas que dieron lugar a que fuera considerada entre las intelectuales más destacadas de nuestra lengua del siglo XIX. Sus méritos literarios se los atribuyen, mutuamente, Cuba y España.
 
Dominó la poesía profesional y apasionadamente. Sus obras dramáticas saturaron de asistentes los teatros de la Península Ibérica cuando se exhibieron. Sus novelas y ensayos tuvieron amplia acogida no solo entre el mundo intelectual de su época, sino del actual y seguramente de las futuras generaciones literarias. Cuando “Tula” solicitó su ingreso como académica en la Real Academia de la Lengua Española (RALE), esta institución la rechazó, quizás temerosa de la maravillosa habilidad literaria que ella poseía, bajo el pretexto de que era una mujer; desconociendo sus elevadas aptitudes por el talento demostrado, su madurez literaria y elevada inteligencia. Tan injusta decisión la afectó emocionalmente. No obstante, continuó creando obras inmortales como le exigían su sensibilidad literaria, su carácter rebelde y fuerte naturaleza hasta concluir su experiencia terrenal.
 
Muchos fueron los estímulos que recibió “La Avellaneda” al regresar a su patria (1859 hasta 1864, ambos incluso). Durante el tiempo que residió en Cuba, contribuyó al movimiento renovador poético. Fundó y dirigió la revista “Álbum cubano de lo bueno y lo bello” y colaboró junto a los mejores escritores del país en su labor reformadora iniciada por la “Revista de La Habana”. Su vida estuvo signada por múltiples designios. Entre estos, el fallecimiento de su padre y un casamiento apresurado de su madre la obligaron a dejar su país y marchar a Europa.
 
En este continente conoció a Víctor Hugo, Chateaubriand y Lord Byron. La muerte temprana de sus sucesivos dos esposos y el abandono de su amante cuando aún estaba embarazada fueron causantes principales de un posterior estado depresivo y apasionado hacia la espiritualidad y períodos de retiro religioso. Recibió el apoyo personal de escritores como José Zorrilla, Fernán Caballero, José Espronceda y Alberto Lista; pero también las críticas de intelectuales como Marcelino Menéndez y Pelayo, uno de los que influyó para impedir su ingreso a la RALE.
 
Su legado intelectual es copioso. Entre los casi un centenar de poemas, novelas, dramas y comedias teatrales, y ensayos de su autoría; podemos destacar: “Poesías de la señorita Da. Gertrudis Gómez de Avellaneda”, “Sab”, “Guatimozin, último emperador de México”, “Saúl”, “El donativo del Diablo”, “La aventurera”, “Baltazar”, “Los tres amores”, “Obras literarias”, “Leyendas, novelas y artículos”, “Poesías líricas”, “La Avellaneda. Autobiografía”, “Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba”, “Obras de la Avellaneda”, “Memorias inéditas de La Avellaneda”, “La noche de insomnio y el alba”, “Soledad del alma”, “Munio Alfonso”, “El príncipe de Viana”, “Egilona”, entre otras muchas.
Sus padres fueron Manuel Gómez de Avellaneda, capitán de navío, y Felisa de Arteaga, encargada de las labores domésticas del hogar. La infancia de Gertrudis transcurrió en un ambiente normal. A pesar de que recibió una educación informal, motivada por su condición de mujer y por la falta de centros de enseñanza adecuados, su extraordinaria inteligencia y genialidad literaria se manifestó en aquellos primeros años de su vida con meridiana claridad.
En 1836 viajó a España en unión de su familia. Durante el mismo viaje compuso uno de sus versos más extendidos que tituló “Al partir”. Antes de llegar a España recorrieron algunas regiones del sur de Francia. Burdeos fue la ciudad seleccionada para residir durante un tiempo. Posteriormente llegan a España. Se establecen en La Coruña. De esta se trasladan a Sevilla donde publicó versos en varios periódicos de la ciudad con el seudónimo de “La Peregrina” que le permitieron a “Tula” adquirir reputación como poetisa. Posteriormente viaja a Cádiz donde escribe “La Aureola”. De regreso a Sevilla, conoció al que sería el amor de su vida (1839), Ignacio de Cepeda y Alcalde, joven estudiante de leyes con el que vivió una convulsa relación amorosa no correspondida a los reclamos que toda relación de pareja exige. A él le dedicó una serie de misivas personales que constituyó, según la propia Gertrudis, sus “confesiones más íntimas”. A esta, su primera carta firmada por ella en Sevilla, el 23 de julio de 1839, le siguieron varias más que se conservan hasta la última que fue publicada, datada el 26 de marzo de 1854. En ellas se refiere La Avellaneda a sus primeros 25 años de vida, donde se muestran los más íntimos sentimientos de la poetisa hacia un amplio diapasón de hechos y motivaciones que incidieron en su vida.
Ya establecida en Madrid (1840) hizo amistad con literatos y escritores. Al año siguiente publicó en Madrid, con éxito, su primera colección de versos titulados “Poesía”, donde incluyó el mencionado “Al partir”. Expone en centros culturales sus poemas y publica su primer libro. Con el paso del tiempo conoce al poeta Gabriel García Tassara. Entre ambos se desarrolla una relación que comparte el amor y el orgullo, con el temor y los celos. Los versos de Tasara califican a una “Tula” arrogante, coqueta, ególatra, ligera y frívola. Ella ama al hombre. Se somete finalmente a él por amor. Pero lo peor está por venir: Gertrudis queda embarazada y soltera en un Madrid conservador moralmente y, en consecuencia, sometido a las costumbres religiosas ortodoxas de mediados del siglo XIX. En medio de su amargura donde reinan la soledad y el pesimismo escribe el poema “Adiós a la lira” como despedida a su condición de escritora, hipótesis suya que no se ajusta en modo alguno a sus inquietudes y talento literarios que le impone la realidad que le rodea. En 1845 obtiene dos primeros premios de la competencia poética auspiciada por el Liceo Artístico y Literario de Madrid. A partir de ese momento, Gertrudis calificará entre los escritores de renombre de su época.
Su hija María o Brenilde (como ella la llamara) nace en abril de ese año. Su estado de salud es delicado y muere a los siete meses de vida. Le escribe a Tasara, padre de María, para que la vea antes de que fallezca. La pequeña muere sin que su padre la conozca.
Pedro Sabater será su primer esposo (1846), quien al poco tiempo enferma. Viaja a Francia en busca de su curación. No la consigue y fallece el 1ro. de agosto en Burdeos. La Avellaneda, desesperada, recurre a la religión como alivio para su alma. Se encierra en el convento de “Nuestra Señora de Loreto”. Su chispa literaria no cesa de ser creativa. Durante su voluntaria reclusión escribe el “Manual del Cristiano”. Al poco tiempo compone dos elegías consideradas entre lo más destacado de su obra y dos poemas titulados “A él”.
A pesar de sus nefastas experiencias emocionales y en su vida privada, el éxito literario alcanzado en aquellos años por Tula con obras como “La verdad vence las apariencias”, (1852); “Errores del corazón”, (1852); “El donativo del diablo”, (1852); “La hija de las flores”, (1852); y “La aventurera”, (1853); así como la acogida tanto de la crítica literaria como del público, la llevaron a que en 1854 presentara su candidatura a la Real Academia de la Lengua Española (para esa época, era un derecho de las personas que consideraran reunir los requisitos para aspirar a un sillón como miembro de número de las Instituciones Académicas, presentar, personalmente, su solicitud), pero la plaza fue ocupada por un hombre. El “currículum intelectual” de La Avellaneda, al parecer, no resultaba suficiente para convencer a los académicos de que ella era merecedora de entrar a formar parte de la RALE. Los encarnizados debates sobrevinieron a su propuesta. La propia escritora estimuló la polémica al señalar que: “(…) La presunción es ridícula, no es patrimonio exclusivo de ningún sexo, lo es de la ignorancia y de la tontería que, aunque tienen nombres femeninos, no son por eso mujeres (…)”. La reacción de los académicos fue categórica: “En la RALE no había plazas para mujeres (…)”. Ese argumento o norma nunca escrita, se aplicó a las que posteriormente a Gertrudis Gómez lo intentaron: Emilia Pardo Bazán y María Moliner. No sería hasta la caída del franquismo (1979) en España cuando, ese mismo año, la RALE aceptó el ingreso de la primera mujer en la Institución: Carmen Conde. Después lo hicieron Elena Quiroga (1984), Ana María Matute (1998), Carmen Iglesias (1986) y Margarita Salas (2001).
La Avellaneda, a pesar de todos sus infortunios intelectuales y sentimentales que le había reservado la vida, contrae nuevas nupcias en 1856 con el coronel Domingo Verdugo, político de elevada influencia. Cuando en marzo de 1858 se exhibe su comedia “Los tres amores” el resultado es un fracaso. Se producen silbidos y provocaciones adversas a Gertrudis. Su marido reacciona colérico ante un hombre, supuestamente de apellido Ribera que en la trifulca hiere a Verdugo. “Tula” y su esposo viajan a Cuba (1859) en confiada espera a que se calme la tormenta judicial del escándalo en el teatro y en todo Madrid. En La Habana, Gertrudis es agasajada por sus admiradores y proclamada en el Liceo de La Habana “Poetisa nacional”. Dirigió en esta ciudad una revista que se llamó “Álbum cubano de lo bueno y lo bello” (1860).
El matrimonio, de regreso a España (1863), realiza escalas en Nueva York, Londres, París, Madrid y Sevilla. Lamentablemente y para mayor desgracia de La Avellaneda, su esposo fallece a finales de ese año. Este golpe fue muy duro para ella. Su espiritualidad y entrega mística se acentuaron y le abrió las puertas a una severa y sacrificada entrega a la devoción religiosa.
Gertrudis Gómez de Avellaneda falleció en la capital andaluza el 1ro. de febrero de 1873, a los 58 años de edad. Sus restos reposan actualmente en el cementerio sevillano de San Fernando.
 
Conclusiones
1. La personalidad de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga está enmarcada entre los poetas líricos más destacados de la primera generación de románticos cubanos. Esta corriente se impone en la Literatura Hispanoamericana insular, impulsada por el crecimiento de la opresión colonial y por la agudización de las contradicciones políticas y sociales que estimularon los sentimientos nacionalistas y patrióticos. La nota que distinguió a esta primera generación de románticos fue la libre expresión de su pensamiento recogido como espontánea inspiración en sus respectivas obras. En su elegía “A la muerte del célebre poeta cubano Don José María Heredia”, la expresión del amor que siente La Avellaneda a la patria, como reiteradamente llama a Cuba, es tan ardiente como emotiva. Gertrudis Gómez, en un buen número de sus composiciones se refiere a Cuba, bien para dedicarle un romance descriptivo a las bellezas de la Isla o para ensalzar la belleza de la cubana o para expresar las emociones de su vuelta a la Patria, cuando retorna después de 23 años de ausencia, a la que siempre llama “dulce patria” y “tranquilo edén” de su infancia.
2. La Avellaneda fue una escritora y poetisa cubana. Considerada como una de las precursoras de la novela hispanoamericana, a la altura de Juana Manso, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carboneda, Rosario Orrego, Mercedes Marín, Julia López de Almeida y Manuela Gorriti.
3. La poesía de “Tula” se ha comparado con la de Louise-Victorine Ackermann o la de Elizabeth Barrett Browning, por sus análisis y conclusiones de los estados emocionales derivados de la experiencia personal amorosa.
4. Gertrudis Gómez de Avellaneda dejó al morir, una extensa obra lírica que constituye uno de los tesoros más preciados de la cultura cubana con una bien ganada proyección universal.
(Continuará)
Estos trabajos sobre los Pensadores cubanos han sido escritos para la publicación “Misceláneas de Cuba” en Suecia. El autor y el director de dicha publicación, han autorizado para ser publicados dentro de Cuba en la revista Convivencia.
Bibliografía
1. “Poesías de la señorita Da. Gertrudis Gómez de Avellaneda”. Internet.
2. “Sab”. Internet.
3. “Dos mujeres”. Gabinete literario. Madrid. Internet.
4. “Espatolino”. La Prensa. La Habana. Internet.
5. “El príncipe de Viana”. Madrid. Internet.
6. “Egilona”. Imprenta José Repullés. Madrid. Internet.
7. “Gutimozin, último emperador de México”. Madrid. Internet.
8. “Saúl”. Imprenta José Repullés. Madrid. Internet.
9. “Dolores”. Imp. De V. G. Torres. Madrid. Internet.
10. “Memorias inéditas de la Avellaneda”. Biblioteca Nacional, La Habana. 1914.
11. “Obras de la Avellaneda”. Edición del Centenario. La Habana. 1914.
12. Alzaga, Florinda. “La Avellaneda: Intensidad y vanguardia”. Miami. Ediciones Universal. 1997.
13. González Ascorra, Marta Irene. “La evolución de la conciencia femenina a través de las novelas de Gertrudis Gómez…” New York Peter Lang. 1997.
14. Guerra, Lucía. “Estrategias femeninas en la elaboración del sujeto romántico en la obra de Gertrudis Gómez…” Revista Iberoamericana. 1985.
Héctor Maseda Gutiérrez.
Uno de los 75 presos de conciencia del 2003. Agencia DECORO.
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