María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo (1789-1852), Condesa de Merlín, fue una importante figura de la literatura cubana de la primera mitad del siglo XIX. Se le considera no solo fundadora de la tradición narrativa y memorialística femeninas de Cuba, sino también como puente del estrecho vínculo creado por ella entre los diferentes intereses que se entrecruzaron en su vida: por un lado Europa, con la cual se identifica por intermedio del lector francés y sus textos en lengua gala y; por el otro, Cuba, su tierra natal con la que se sintió imbricada sólida e intrínsecamente debido al profundo amor que tenía hacia ella. La condesa de Merlín instaló uno de los salones más cultos y prestigiosos de la época en la capital gala. Conoció a filósofos, poetas, escritores y artistas plásticos de renombre universal. La joven viajó por Alemania, Suiza, Gran Bretaña, EE.UU. e Italia. Contrajo nupcias en 1811 con el general francés Antonio Cristóbal Merlín, conde de Merlín, de quien ella adquiriría el título nobiliario con el que sería conocida en Cuba, los EE.UU. y Europa. En 1839, al fallecer su esposo fue entonces que se incrementó su copiosa producción literaria al refugiarse en ella. Transcurrido un tiempo regresó a Cuba (1840). Visitó La Habana -su ciudad natal- y mantuvo un enjundioso intercambio epistolar con sus antiguos y presentes amigos parisinos. Estas cartas fueron compiladas en un libro de su autoría, publicado en francés, titulado: “La Havane”. Su actividad periodística y literaria fue enorme. Colaboró con artículos y documentos en los diarios “El siglo”, “Faro industrial de La Habana” y “El colibrí”. “La Havane” se convirtió en una tribuna para denunciar el daño provocado al desarrollo económico de Cuba debido a los métodos de gobierno empleados por las autoridades españolas en la Isla. Su obra literaria se extiende, entre otros textos a: “Mis primeros doce años”, “Memorias y recuerdos”, “Los esclavos de las colonias españolas”, “Historia de la hermana Sor Inés”, “Viaje a La Habana”… La muerte la sorprendió en medio del cenit de su amplia actividad intelectual, a la edad de 63 años, en París, el 31 de marzo de 1852, bajo los cuidados de su hija en el Castillo de Dissay, en las afueras de Poitiers. Sus restos mortales fueron acompañados por un pequeño cortejo fúnebre hasta el cementerio de esa ciudad, donde se encuentran prácticamente olvidados en la actualidad.
María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín, vio la luz en el poblado de Jaruco, La Habana, el 5 de febrero de 1789. Procedía de una ilustre familia. Sus padres, Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas y María Teresa Montalvo y O’Farril, Condes de Jaruco y Mompox.
A los 9 años de edad, sus progenitores internaron a la niña en el Convento de Santa Clara para que recibiera una amplia pero rigurosa educación cultural y espiritual. Se identificó con una religiosa, Sor Inés, de cuyo estrecho vínculo surgiría una amistad. Con el transcurso de los años, la futura Condesa de Merlín escribiría la historia de su confesora. Pero, durante el encierro, su espíritu inquieto le hizo rechazar la extrema disciplina del claustro, motivo por el cual llegó a planear su fuga del convento. En su proyecto de evasión, es posible haya contado con el apoyo de Sor Inés.
El intento de fuga del convento fue decisivo para que sus padres decidieran llevar a su hija a Madrid (1802). Lo cierto es que a los doce años de edad, la jovencita se vio precisada a despedirse de su Isla, aspecto este que marcaría su existencia, a tal punto, que la evocación memorística de su infancia en Cuba se convirtió en una obsesión permanente. Fue precisamente de estos recuerdos y vivencias de donde surgió su libro “Mis primeros doce años”.
Su llegada a Madrid tenía como objetivo reencontrarse con su madre que se desempeñaba como Dama de Honor de la reina María Teresa y continuar su educación. Pero quedó sorprendida la joven cuando comprobó que además de sus obligaciones en la corte española, su mamá auspiciaba en la capital ibérica una tertulia sociocultural a la que asistían artistas, escritores, filósofos, poetas y políticos. Gracias a estas relaciones María de las Mercedes conocería a Goya, Moratín,… y completaría en esa ciudad una sólida educación, a la altura de su condición social.
A la muerte de su padre, ocurrida en 1807, tanto María de las Mercedes, su madre y hermanos, marchan al encuentro de su tío y protector, el general español Gonzalo O’Farril y Herrera, quien se había desempeñado como Ministro de la Guerra del rey español Carlos IV. Sin embargo, mantenía excelentes relaciones con el nuevo monarca francés en la Península Ibérica y hermano de Napoleón: José I Bonaparte (1808).
En uno de los encuentros con artistas e intelectuales, políticos y científicos, María de las Mercedes conoce al general francés Antonio Cristóbal Merlín, Conde de Merlín, con quien contraería matrimonio -acordado por ambas familias- a la edad de 20 años (1811). A partir de ese instante, la joven cubana se convertirá en la Condesa de Merlín.
La ocupación de España por el ejército francés dura apenas unos pocos años. La resistencia ofrecida por el pueblo ibérico es tan sólida que obliga a los galos a que abandonen la ocupación (1814). Junto al derrocado monarca impuesto por las bayonetas, José Bonaparte regresó a París, junto con la Condesa de Merlín, el tío general, la madre y sus hermanos.
En París, las reuniones en la residencia de la Condesa de Merlín -ubicada en la “Rue Bondry”, que más tarde se transformaría en el teatro “Les Folies Dramatiques”, se hacen famosas y necesarias para la intelectualidad parisina y foránea que transita por la ciudad. Su anfitriona Merlín las amenizaba con su encanto y belleza personal, inteligencia, temas abordados en cada tertulia y hasta por su ejecución al piano acompañada de su voz de soprano. Debo significar que la Condesa de Merlín fue invitada en diversas ocasiones para que actuara como cantante en conciertos no solo privados de la aristocracia, sino en teatros públicos parisinos. Asistentes cuasi permanentes a la residencia de la “Rue Bondry” serían Rossini, Chopin, Honorato de Balzac, Musset, Orfila, George Sand y María Malibán. Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine y Franz Liszt serían las figuras que coronaban las disertaciones semanales. También concurrieron a varios de los encuentros, representantes de la intelectualidad cubana de la época. Fundamentalmente aquellos que asumieron la misión histórica de construir el pensamiento fundador de nuestra nacionalidad, tales como: José de la Luz y Caballero, Domingo del Monte y José Antonio Saco.
Fue una excelente escritora, tanto en español como en francés. Cuando creó su autobiografía “Mis primeros doce años” (1831), relato de su niñez, se manifiesta como una niña precoz en su dimensión intelectual que, por su formación integral, nos ofrece una destacada sensibilidad para captar lo fundamental de su entorno y su identificación con la literatura.
En otro de sus libros que tituló “Historia de Sor Inés” (1832), recrea la historia de una monja enclaustrada en el Convento de Santa Clara. Gran divulgación tuvo “La historia de una mujer de mundo” (1838), publicada en París y Bruselas, además de traducida del francés al inglés e italiano. Otra de sus obras llevó por título “La evasión”; que resultó su clamor en defensa de la libertad y, al mismo tiempo, una fuerte crítica a la violencia y al ejercicio de la fuerza bruta para solucionar los conflictos creados. También le dedicó un texto a su amiga y cantante María García Malibán, donde recoge pasajes importantes de esta artista cubana.
Pero fue precisamente su correspondencia intercambiada desde Cuba con las amistades dejadas en Francia cuando realizó el viaje a La Habana, en 1840, cuyo resultado fue el libro enmarcado dentro del género literario epistolar que la inmortalizó y que lleva por título “La Habana” (1840); al ser reconocida como la madre de la literatura cubana, a pesar de ser una escritora que ya gozaba de fama internacional, pero de la lengua francesa. Este libro fue editado en 1842, recogido en tres tomos y publicado dos años después en París, La Haya y Bruselas. El núcleo original de la obra estaba integrado por 36 cartas. Esos documentos iban dirigidos a parientes, artistas, científicos, hombres de negocios, políticos, estadistas y otras personalidades influyentes. Su contenido llevó a los europeos nuevas informaciones que ellos ignoraban en cuanto a los hábitos, historia de los pueblos, tradiciones del Nuevo Mundo conocido en la época como Hispanoamérica, aunque también recogió, en algunas de sus cartas, sus vivencias de la breve estancia que realizó a los Estados Unidos de Norteamérica.
Resulta interesante esta obra por las diversas sugerencias y niveles de lecturas que ofrece. Es, en resumen, un encuentro de la autora con su pasado no olvidado de la niñez y su adolescencia en el que, la ya viuda Condesa de Merlín, redescubre a María de las Mercedes y en la que se autodefine como sentimental y seguidora de las costumbres.
No es menos cierto que su obra literaria envuelve elementos que la convirtieron en polémica. Su condición de mujer y escritora fue uno de ellos. Ella experimentó desde el halago hasta el severo ataque. Cirilo Villaverde, José Antonio Saco y Ramón Palma, importantes colegas contemporáneos suyos, la acusaron -además- de plagio. También surgió la hipótesis de que detrás de su prosa estaba la mano de un hombre responsable de lo atribuido a la autoría de ella. De similar forma se le criticó el hecho de que sus textos aparecieron, primero, en francés; por lo que se afirmaba la privaba del calificativo de representar la “pertenencia cultural nacional”.
En 1844 se reeditó este libro epistolar en Madrid, traducido al español, y se redujo solamente a diez de las 36 cartas originales, bajo el título de “Viaje a La Habana”. Los motivos: la censura española omitió aquellas epístolas porque explícitamente trataba el tema de la esclavitud en Cuba y criticaba descarnadamente y sin endulzar los métodos infrahumanos aplicados por las autoridades españolas en la Isla. Según los bibliógrafos de la Condesa de Merlín, “La Habana” original refleja mejor lo político, mientras que la versión reducida española es una reflexión nostálgica en la que se privilegia lo poético.
María de las Mercedes tuvo también, como muchos intelectuales, defensores y detractores, tanto nacionales como internacionales. De los intelectuales cubanos ninguno la increpó más fuerte que Félix Tanco Bosmeniel. Su rechazo a la resumida versión de “Viaje a La Habana” traducida al español, muestra los resentimientos de este intelectual criollo contra la autora, en cuanto al género (por ser mujer) y la crítica, por una supuesta posición extranjerizante de la Condesa.
Como fiel defensora de María de las Mercedes encontramos a nuestra querida y también intelectual criolla Gertrudis Gómez de Avellaneda que expresaba con sano orgullo:
“Traza a la orilla del (río) Sena cuadros deliciosos de su hermosa patria, en ella piensa, con ella se envanece, a ella consagra los más dulces sentimientos de su corazón y los rasgos más bellos de su pluma, haciendo envidiar a la Europa el país que produce tan hermoso talento, y el talento que puede pintar tan hermoso país”.
Por su parte, el poeta cubano Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), le compuso una oda sentimental cuando ella se retiró definitivamente de La Habana, en 1840, con una dedicatoria personal: “A la Señora Da. María de las Mercedes Santa Cruz Montalvo, Condesa de Merlín.”
La extensa obra literaria de la condesa incluye, además de artículos y ensayos, un grupo de libros interesantes: “Souvenirs et Memoires” (1836); “Lola y María” y “Las Leonas de París”, ambas en 1845; y Le Duc d’Athenes, (1852), probablemente su última producción literaria al coincidir esta última con el año de su muerte.
A su amigo Domingo del Monte le correspondió la traducción y edición de muchos de sus libros. Al analizar Del Monte la obra de la condesa de Merlín, la destacó con un denominador común, referido a la elegancia del lenguaje y la delicadeza en los sentimientos que demostraba.
Para concluir, el autor de este ensayo está obligado, en justicia, a destacar tres rasgos fundamentales de María de las Mercedes, Condesa de Merlín:
Fue una intelectual de renombre en América y Europa que estableció importantes puentes culturales entre los pensadores -al convertirse con el tiempo en uno de ellos- de nuestra pequeña Isla que estaba sometida al poder colonial de una de las metrópolis europeas monárquico-absolutista, más retrógradas de la época, y los de Europa, además de mantener un difícil equilibrio de intereses ajenos a ella, pero que determinaron su vida. Por un lado, la Europa en que vivió prácticamente toda su vida y con la cual se identificó por intermedio de sus tertulias, su labor literaria, sus dotes artísticas y sus lectores del llamado Viejo Continente. Mientras que por el otro se mantuvo fiel y unida con sólidos lazos de amor hacia su tierra natal, Cuba, que jamás deseó abandonar pero que poderosas razones ajenas a su voluntad, tanto familiares como políticas, la obligaron a tomar el doloroso camino de un casi destierro forzoso.
Su libro “Mis primeros doce años” constituye una expresión de las contradicciones socio-económicas de la colonia cubana de mediados del siglo XIX y demuestra el temprano despertar en la conciencia de la autora acerca de los rigores de la esclavitud que se practicaba en Cuba y en América. Este será un tema que estará presente en varios textos de la Condesa de Merlín. Pero además, no podemos olvidar que posee esta obra el privilegio de ser la primera autobiografía que consta en los archivos de la literatura en Cuba.
María de las Mercedes es, por derecho, la fundadora de una indiscutible tradición narrativa femenina, controvertida, criticada y atacada en su época. Pero el legado que heredamos de ella deberá ser recordado como testimonio verídico de su tiempo, desde la perspectiva de la personalidad que representó y que plasmó en blanco y negro, con la osadía y el valor que la caracterizaron en vida.
(Continuará)
Estos trabajos sobre los Pensadores cubanos han sido escritos para la publicación “Misceláneas de Cuba” en Suecia. El autor y el director de dicha publicación, han autorizado para ser publicados dentro de Cuba en la revista Convivencia.
Bibliografía
- Condesa de Merlín. “Mis primeros doce años” traducido del francés por Agustín Palma, 1838. Imprenta Unión Constitucional. La Habana. 1892.
- Condesa de Merlín. “Historia de la hermana Santa Inés” traducido por Agustín Palma. 1839.
- Alegría y Charlain. “Los esclavos en las colonias españolas”. Madrid. 1841.
- Condesa de Merlín. “Viaje a La Habana”. Imprenta S.L.T. Madrid. 1844.
- Condesa de Merlín. “Memorias y recuerdos”. Imprenta Antonio Ma. Dávila. La Habana. 1853.
- Domingo Figarola Caneda. “Correspondencia íntima de la Condesa de Merlín”. Industrial Gráfica Reyes. Madrid. 1928.
- Enciclopedia Universal Ilustrada actualizada.
- Enciclopedia Wikipedia actualizada.
Héctor Maseda Gutiérrez.
Uno de los 75 presos de conciencia del 2003. Agencia DECORO.