Pedro Pablo Oliva y la equidistancia

Por José A. Quintana
Logo de la Casa Taller de P.P. Oliva.

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El día que Pedro Pablo Oliva decidió asumir el cargo que le ofrecieron de delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular de Pinar del Río, se movió físicamente hacia la izquierda y rompió la posición equilibrada y equidistante que, según decía en coloquios íntimos, era posible mantener y de hecho él mantenía en política doméstica. Oliva ha declarado que lo llevó a ello el interés de servicio público, el deseo de contribuir al mejoramiento cultural de su provincia. ¿Creyó sinceramente en la posibilidad que le ofrecían sus interlocutores? ¿Fue un pragmático? ¿Aprovechó una oportunidad? Cualesquiera que sean las respuestas, la realidad posterior ha dado una explicación más lógica y coherente.
El Pedro Pablo Oliva recientemente demovido es la misma persona, el mismo ciudadano, tanto ideológica como ética y culturalmente hablando, que aquel al que le ofrecieron representar al pueblo en la asamblea de la provincia. Él siempre ha sido así, como él mismo lo expresa, tranquilo, soñador, trabajador, amante de la democracia pluripartidista y del cambio periódico de timonel en el gobierno del Estado. Por ello, por ser como siempre ha sido, parece que se equivocaron los que le ofrecieron un escaño en una asamblea marxista-leninista, que apoya el monopartidismo y desaprueba la democracia burguesa.
Parece que los decisores políticos han cometido dos errores en el affaire Oliva. El primero fue ofrecerle un escaño en la Asamblea Provincial sin profundizar en las convicciones ideológicas del pintor. Quizá quisieron incorporar a un hombre inteligente, informado, con atinados consejos acerca de la cultura; un ciudadano capaz de aportar criterios válidos y soluciones a la enmarañada problemática cultural pinareña. Pero fueron superficiales; el hombre que atrajeron no tenía sus ideas afinadas con el tono de la Asamblea. Si los que dirigían el concierto político no percibieron la disonancia fue por deficiencia de “oído”, ya que la voz del pintor siempre fue disonante; era disonante aún cuando no la consideraban disidente.
El segundo error ha sido revocarlo cuando el Primer Secretario del Comité Central del Partido ha pedido respeto para las opiniones discrepantes. Es un error revocarlo ahora cuando la ocasión se presenta pintiparada para exhibir fortaleza, tolerancia y amplio espíritu polémico. ¿Qué daño le puede hacer el solitario Oliva al socialismo por decir lo que piensa en una asamblea en la que no tiene seguidores? ¿O no es así?
Revocarlo ahora parece un acto de debilidad, de intolerancia inquisidora. Además, lo han convertido en “un caso” al montarlo en el coruscante lomo de la fama política. Parece que las discusiones ideológicas se permiten fuera de la asamblea y que dentro de la misma debe reinar la absoluta unidad. Quizás Oliva significaba la fractura de la unanimidad.
Las crisis siempre traen algo bueno. Al menos quiebran rutinas y ponen vientos a soplar desde y hacia todas partes. Se oyen voces de gente que parecía muda. Caen velos. Se discrepa. Se opina. Se oxigena el ambiente cultural. Oliva sufre, pero también crece.
José Antonio Quintana.
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