Pedro Pablo Oliva, el gran alumbrón

Por Yoani Sánchez
Fragmento del 'Gran Apagón' Obra de Pedro Pablo Oliva.

Fragmento del ‘Gran Apagón’ Obra de Pedro Pablo Oliva.
Pinar del Río es una ciudad sin cines, un trozo urbano donde apenas pasan autos y en las noches tiene las calles oscuras y vacías. Sin embargo, algunos proyectos personales brillan en medio de tanto marasmo. Uno de ellos es la casa taller de Pedro Pablo Oliva, con su sala a medio camino entre el hogar familiar y la galería de arte.
Allí te mandan a pasar, te dan café, te enseñan el lienzo colgado en la pared o la escultura que yace en una esquina, sin preguntarte quién eres, de dónde has venido. La primera vez que lo visité, Oliva daba pinceladas a un Fidel Castro en óleo, visto como a través de un aparato de radiografías. Flotaba con su barba rala y entre las manos tenía una doncella casi asfixiada, que se parecía –irrefutablemente– a Cuba. En la parte inferior del cuadro, diminutas personas con las cuencas de los ojos vacías presenciaban el forzado estrujón que el Máximo Líder le infringía a la patria.
Regresé a mi casa atesorando el cariño que me dieron aquel pintor, su esposa Yamilia y sus hijas, una de ellas con el hermoso nombre de “Azul”. Sentí que con gente así era posible el abrazo, el entendimiento, el debate; era posible incluso volver a alumbrar de vida las calles de Pinar del Río.
Pocos meses después, supe que los mítines de repudio habían marcado también aquel lugar, cuando Yamilia empezó a realizar una serie de performances públicos bajo el título de “Sin permiso”. Seleccionó para ello el día 10 de diciembre, fecha en que en esta Isla los demonios de la intolerancia se desbocan. El resultado, un tumulto de gente gritando frente a su puerta, impidiéndole salir a llevar sus caballetes para que los transeúntes los llenaran de colores en las plazas y los parques.
Un año después, también en la jornada por los Derechos Humanos, se volvió a repetir la misma escena, esta vez incluso con piedras y palos amenazantes que la obligaron a quedarse en casa.
A través del móvil, Yamilia mandó su mensaje de auxilio y recuerdo haber subido a Twitter aquel S.O.S que me llegaba desde el oeste. En un momento incluso recomendé públicamente que Pedro Pablo Oliva, figura emblemática de nuestra cultura, se pronunciara sobre lo que ocurría tan cerca de él.
Hace unos días me llegó su respuesta, con la aclaración de que podía hacerla pública si así lo estimaba. Sus palabras son de un tono tan libre y reconciliador que creo merece la pena que las comparta con ustedes. Cuando las leí, supe que el cine de Pinar del Río algún día reabrirá y que esa inmovilidad urbana y cívica dará paso a una ciudad más viva, menos sectaria. A El gran apagón, que él mismo pintó en los años más difíciles del Período Especial, le ha surgido una velita aquí… una luciérnaga allá.
Yoani Sánchez. (La Habana, 1974)
Filóloga. Autora del Blog Generación Y.
Premio Ortega y Gasset de periodismo digital 2008
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