La Guerra de los Diez Años y más tarde la Guerra de Independencia había obligado a los cubanos a marchar al exilio. Algunos habían sido expatriados y otros, al estar perseguidos por los españoles por sus posiciones políticas, habían tenido que huir del país. Regados por todas partes, muchos acudían a refugiarse al punto más cercano que era Key West, o Cayo Hueso como le decían ellos, aquel islote lo más al sur de los Estados Unidos.
El empresario español don Vicente Martínez Ybor,[1]después de vivir en Cuba por más de 30 años y de colaborar en La Habana con los insurgentes para poner en marcha la Guerra de los Diez Años, se había exiliado también al Cayo en 1867 donde había sido tan exitoso como en La Habana con su fábrica de tabacos El Príncipe de Gales. Pero últimamente estaba inquieto por las huelgas de trabajadores que se sucedían allí así como por el gran fuego de 1886 que había arrasado con gran parte de la ciudad. Por todo esto no veía un futuro muy optimista para su empresa lo que lo obligó a buscar nuevos horizontes. Decidió entonces viajara la ciudad de Tampa[2]. Allí los comerciantes le aseguraron a Martínez Ybor que entre el nuevo ferrocarril que se estaba construyendo y que llegaría hasta Nueva York, así como el recién establecido puerto de Tampa con una flotilla de barcos que harían el recorrido Tampa-Cayo Hueso-La Habana, su fábrica de tabacos triunfaría en aquella ciudad. Como incentivo le ofrecieron un subsidio de $4,000 para ayudarlo a comprar algunas parcelas de terreno. Fue así como Ybor y su socio, Eduardo Manrara[3], dieron el salto y se mudaron para Tampa.
Para atraer trabajadores a su fábrica, Ybor construyó un barrio de pequeñas casas para los tabaqueros. Poco a poco fueron llegando obreros de Cuba, de Cayo Hueso y de otros lugares. La historiadora norteamericana Nancy Hewitt resalta que “en la primera década de establecida y fundada la ciudad de Ybor City, (por el nombre de su fundador), esta llegó a crecer de 2 fábricas de tabaco a 120; y de 50 trabajadores a más de 4,700”.[4] El investigador Wallace Reyes por su parte afirma que estas fábricas llegaron a producir hasta 500 millones de puros[5], y que en cuestión de meses se construyeron negocios y aparecieron clubes o ‘sociedades de ayuda mutua’ para las comunidades de cubanos, españoles, italianos y griegos que formaban una población transnacional, aunque mayoritariamente hispana.
Arribando de La Habana en 1888 posiblemente en el vapor Olivette[6], y registradas en los libros de inmigración de Cayo Hueso, se encontraban Paulina Hernández y otras siete mujeres pinareñas. Paulina y María su madre iban contratadas para trabajar en la compañía de la calle Thomas y Whitehead como costureras y sirvientas. Y en el Directorio Comercial Bensel[7] de esa ciudada parecía Ruperto Pedroso, esposo de Paulina, quien iba empleado como cocinero por un restaurante de la misma calle Thomas. Paulina Hernández protagonizaría un importante capítulo en la historia de Tampa y de Cuba, y es por eso que la traemos hoy a esta página de la historia.
Paulina Hernández y Hernández había nacido en Consolación del Sur, Pinar del Río[8] el 10 de mayo de 1855. La habían bautizado el 7 de agosto de ese mismo año[9] en la parroquia de Nuestra Señora de la Consolación[10] como hija de Germán y de María. Se cree que estos habían sido llevados a Cuba entre 1830 y 1835 cuando aún eran muy jóvenes, y que habían sido comprados por Juan Hernández como esclavos carabalíes[11]. También se cree que trabajaron en las vegas de tabaco que Hernández poseía en el barrio de Piloto en Consolación del Sur.
Ruperto Pedroso, el esposo de Paulina, era natural de San Diego de los Baños. Paulina y Ruperto se habían conocido en Consolación cuando Ruperto, quien ya había obtenido su libertad como esclavo, llevaba regularmente provisiones a la hacienda de Juan Hernández donde Paulina y su madre trabajaban. Aunque no se ha encontrado ningún documento que pruebe que los Pedroso se habían casado legalmente, se deduce que la pareja fue fiel al amor que los unía, y que existió el respeto y la solidaridad entre ellos algo que corresponde a los votos matrimoniales.
Durante la breve temporada en la que el matrimonio vivió y trabajó en Cayo Hueso pudieron, junto a otros miembros de la familia, ahorrar el dinero necesario para trasladarse a Tampa, probablemente en los primeros meses de 1889, unirse a la colonia cubana radicada allí e independizarse de sus dueños y patrones. Con el trabajo honrado, la determinación y el constante esfuerzo, los Pedroso adquirieron un terreno y una casa. Esta era una amplia vivienda de madera que poseía varios cuartos para alquilar, una fonda y una cocina contiguas a la casa previstas para el servicio de comida de los huéspedes. El hogar de los Pedroso tenía techo a dos aguas y era del tipo llamado bungalow[12], construcción muy común en la Florida en esa época. Esta pensión significó un lugar de acogida para los cubanos exiliados ya que Tampa era destino de patriotas que llegaban a Estados Unidos con escasos recursos y a veces en tránsito hacia otras ciudades del país. La hospedería representó para el matrimonio no solo su independencia económica, sino también la definitiva libertad. Para completar su dicha solo les faltaba obtener la libertad de Cuba.
Además de atender a los huéspedes, Paulina trabajaba en la pensión como cocinera y costurera. Llegó a superarse intelectualmente; sabía leer y escribir, y obtuvo ciertos conocimientos cuando pertenecía a “La Liga de Instrucción de Tampa”. También, desde mayo de 1894 colaboró en la fundación de la sociedad de socorros “La Caridad”, agrupación femenina adscrita al Partido Revolucionario Cubano[13] de la que fue nombrada tesorera según consta en el periódico Cuba[14]. Por entonces existían en Tampa varios clubes revolucionarios femeninos como fueron el “Club Discípulas de Martí”, “Obreras de la Independencia”, el “Club Mariana Grajales de Maceo”, y el “Justo Carrillo”, por solo mencionar algunos. Como dato interesante, durante las guerras de independencia llegaron a constituirse más de 50 clubes femeninos, algunos de niñas, con una membresía de más de 1500 damas. Estos clubes se encontraban diseminados por América del Norte, Centro y Sur, así como por el Caribe y Europa, y cuyo fin era apoyar las necesidades de las guerras que se libraban en la Isla[15]
Los deseos de que su patria fuera libre así como la prédica martiana calaron profundamente en Paulina por lo que se dio a la labor de unificar a los cubanos, sobre todo a los de su raza, quienes le profesaban gran respeto. Habría por entonces oído Paulina decir a Martí en algún discurso en Tampa: “… pongamos, alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: ‘Con todos, y para el bien de todos’”. O también: ¡A lo que queda de patria allá, mordido de todas partes por la gangrena que empieza a roer el corazón, hay que juntar la patria amiga donde hemos ido, acá en la soledad, acomodando el alma, con las manos firmes que pide el buen cariño!”[16].Contaba Gonzalo de Quesada,[17] fiel amigo del Apóstol, que después de escuchar un apasionado discurso de José Martí dirigido a la emigración de Tampa y en el que les pedía nuevos refuerzos humanos y económicos, Paulina se percató de ciertas indecisiones en algunas personas. Según la tradición oral, dicen que se dirigió a los que se congregaban allí y los increpó diciendo: “Si alguno no tiene calzones y los necesita, yo le puedo prestar los míos, ¡porque yo si tengo”![18] La historiadora Hewitt apunta que Paulina era “una de las más renombradas figuras de la emigración de la ciudad”.[19]
José Martí encontró en el matrimonio de los Pedroso unos colaboradores fieles quienes probaron su lealtad a la causa de la independencia y le ofrecieron una amistad sincera. Paulina cuidaba de Martí con cariño, y él siempre la quiso mucho como lo demuestran algunos escritos y comentarios. Pero llegarían días terribles para Martí en aquella ciudad al tratar el gobierno español de envenenarlo. El espionaje español no se limitó a la propaganda sucia y divisionista, como ha dicho un historiador. “Poco tiempo después de la fundación del Partido Revolucionario Cubano agentes al servicio de España envenenaron al líder de la revolución poniendo su vida en un grave peligro”.[20] Hay una carta que la despalilladora[21] Carolina Rodríguez Suárez, conocida como “La Patriota”, dirigió a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, en la que le dice: “No puedo olvidar ni un momento el susto que hemos pasado y desde ayer tengo una nueva pena: un español le dijo a un cubano cuando la enfermedad de Martí que tuviéramos cuidado con él porque el gobierno español daba una suma para que lo envenenaran”.[22]
El envenenamiento ocurrió el 16 de diciembre de 1892. Transcurridas las primeras horas, Paulina se entregó con dedicación a auxiliar y cuidar de Martí. Durante los días de gravedad y después en la convalecencia, Paulina veló por él, atendió a todas sus necesidades, le suministró los medicamentos, administró la dieta adecuada, y siguió las prescripciones ordenadas por el Dr. Miguel Barbarrosa[23]. José Martí en carta a su ahijada, María Mantilla[24] fechada el 29 de mayo 1894, rememora el incidente: “He visto gente mala y buena, y la buena ha podido más que la mala. He estado enfermo y me atendieron muy bien la cubana Paulina, que es negra de color y muy señora en su alma, mi médico Barbarrosa, hombre de Cuba y de París y hermano bueno del que tú conoces”. Después de este episodio y en sus sucesivas visitas a Tampa, Martí solo ingería alimentos de manos de Paulina y dormía siempre en su casa donde tenía disponible el primer cuarto. También es sabido que cuando Martí visitaba Tampa y se hospedaba en el hogar de los Pedroso, Paulina colocaba una bandera cubana en la puerta de la casa para anunciar que Martí se encontraba hospedado allí. Un testimonio del Frente Cubano Unido de Tampa señala que de noche grupos de cubanos se congregaban frente a la casita para observar al Apóstol a través de las ventanas mientras trabajaba hasta altas horas de la madrugada. Cualquier entrometido hubiera hallado allí en guardia a Ruperto, el esposo de Paulina.
Al comienzo de la Guerra de Independencia en 1895 existían ya en Tampa 130 fábricas tabacaleras. Aquel exilio trabajaba sin cesar para apoyar la contienda ya que los tabaqueros se habían comprometido donar un día de salario a la semana (el Día de la Patria) para la causa de Cuba. En el hogar de los Pedroso los afrocubanos celebraban reuniones no solo para recoger aquellos fondos tan necesarios, sino también para conspirar, informar sobre los avances de la insurrección, y organizar todo lo que fuera necesario. Prominentes líderes negros cubanos como Bruno Roig, Manuel y Joaquín Granados, y Cornelio Brito tomaban parte en aquellas reuniones[25].
Muchas veces Ruperto y Paulina le habían ofrecido a José Martí entregar su casa en hipoteca, o venderla y donar ese dinero a los fondos del PRC[26]. Seguro de la lealtad y disposición al sacrificio de los Pedroso, Martí les envió una carta por medio de Gonzalo de Quesada escrita el 30 de enero de 1895, en la que les pedía ese desprendimiento para que la guerra pudiera continuar. Pensemos que esa casa era todo lo que poseía el matrimonio, y que lo habían logrado, como hemos visto, luego de mucho trabajo y sacrificio. No se ha podido encontrar el dato en los archivos de propiedades inmuebles de la ciudad de Tampa, por lo que se desconoce si en aquellos momentos los Pedroso perdieron definitivamente su casa o no. Documentos pertenecientes a la primera década del siglo XX después del regreso de Paulina a Cuba, verifican que el conjunto de la propiedad de los Pedroso estaba entonces hipotecado.
El Diario de la Marina informó que en 1905 Paulina se encontraba en Tampa. El autor del artículo indicaba: “Paulina Pedroso ha continuado viviendo en Tampa víctima de su estado económico deplorable, expuesta al desahucio en tribunales extranjeros: perdió el relativo bienestar económico de que gozaba, perdió varios familiares (la madre y los hermanos mayores). Está ciega (…); tiene tres o cuatro casas hipotecadas pero redimibles”. Sin embargo, Paulina no pudo contar con ninguna ayuda para pagar la hipoteca o vender su negocio en Tampa. En la sesión ordinaria de la Cámara de Representantes de la República de Cuba efectuada el 3 de febrero de 1905, varios miembros de ese cuerpo legislativo solicitaron discutir una propuesta de ley para que se le otorgara un donativo a la patriota y ayudarla con su lamentable situación económica. Llevada la medida a votación y siendo aprobada por mayoría, la Cámara le entregó a Paulina Pedroso la cantidad de cincuenta pesos.[27] De acuerdo a una declaración de Martín Morúa Delgado[28] así como de un acta, en enero de 1906 ya Paulina estaba en Cuba pero seguía viviendo en la penuria. En esa oportunidad el Senado de la República aprobó una solicitud en la que le concedía un crédito de 3,000 pesos cubanos como donativo de la nación.
Totalmente ciega y muy enferma, Paulina Pedroso falleció a las 4 de la tarde del miércoles, 21 de mayo de 1913, en su hogar de la calle Corrales No. 221 en La Habana. Pocos días antes, el 10 de ese mes, había cumplido 58 años de edad. El jueves 22 de mayo se publicó su fotografía en la primera plana del periódico La Discusión, y en un extenso artículo se comunicó la noticia de su deceso: “…Paulina Pedroso era un noble corazón que palpitó siempre por Cuba y para Cuba (…) Fue de Martí franca, leal y eficacísima auxiliar (…) acercando a los hombres de su raza, llenando sus cerebros de ideas de puro patriotismo. Hablaba de Martí siempre con exaltación. Soñaba con el muerto querido y cuando la Patria sufría y algunos de los más firmes vacilaban decepcionados, se sentía alentada por el recuerdo y tenía fe.[29] El diario hacía un llamamiento a sus lectores para que acudieran al domicilio de Paulina donde estaba expuesto el cadáver, y acompañar el cortejo fúnebre. Al día siguiente el periódico reseñó el sepelio al cual asistieron, entre otros: el poeta Juan Felipe Risquet, el escultor Teodoro Pérez, el general Silverio Sánchez Figueras, el patriota Juan Gualberto Gómez, Generoso Campos Marquetti y la patriota de la Guerra del 95, Emilia Córdova[30], así como comisiones de la Unión Fraternal y otros antiguos emigrados de Tampa y Cayo Hueso. Fueron enviadas varias ofrendas florales y la Sra. Ángela Rodríguez viuda de Anillo arrojó un ramo de flores en la fosa. Cumpliendo también con un encargo de Paulina, junto a su cadáver fue enterrado el retrato de Martí que tenía una dedicatoria, y también la bandera de la patria que el Apóstol le había regalado. De acuerdo al testimonio de algunos antiguos emigrados revolucionarios, en la dedicatoria al dorso de su retrato Martí había escrito: “Para Paulina, mi madre negra”.[31]
Muchos recordaron entonces que cuando se conmemoró en 1897 el segundo aniversario de la muerte de Martí en combate, Paulina Pedroso había escrito una sentida evocación del Maestro publicada en el periódico Cuba de Tampa, y que entre otras cosas decía ella: “Martí! Te quise como madre, te reverencio como cubana, te idolatro como precursor de nuestra libertad, te lloro como mártir de la patria. Todos negros y blancos, ricos o pobres, ilustrados o ignorantes, te rendimos el culto de nuestro amor. Tú fuiste bueno: a ti deberá Cuba su independencia”.
En 1956 el gobierno del Presidente Fulgencio Batista[32] ofreció a las autoridades de Tampa asumir el costo de la restauración de la casa de los Pedroso que se mantenía en pie a pesar de tantos años. La reparación del histórico edificio formaba parte de un proyecto que tenían las autoridades tampeñas que incluía erigir un monumento a José Martí en el terreno de la casa de los Pedroso. La restauración no llegó a realizarse y la vivienda quedó destruida en su totalidad ese mismo año por un incendio.
Enrique Ubieta, periodista de la revista Bohemia, evocaba a Paulina en un escrito: “Mujer tan patriota de tan gran corazón, fue para Martí una madre y para los cubanos toda una heroína de la emigración. Tuvo ella la amargura de verse olvidada en sus últimos días como muchas otras patriotas cubanas de nuestras guerras”.[33] Pero en la Florida Paulina Pedroso no ha sido olvidada. En 1993 su nombre fue incluido en el Salón de la Fama de Mujeres de la Florida[34] que honra a aquellas damas extraordinarias que han trabajado por el bienestar de este estado de Norteamérica. Allí en el Salón se colocó un hermoso medallón en bronce con la efigie de Paulina para ya no olvidar su vida, ni su entrega y contribuciones a Cuba y a Estados Unidos. También en el Riverwalk[35] de Tampa las autoridades han emplazado bustos de personas influyentes que han colaborado al bienestar, progreso o la cultura de la ciudad, y entre esos bustos se encuentra el de Paulina Pedroso.
Ahora, para honrar a Paulina como ella merece, solo falta erigirle un monumento en Consolación del Sur, su tierra natal.
Referencias:
- [1]Vicente Martínez Ybor (Valencia, 1818 – Tampa, Florida, 1896) emigró con su familia a Cuba en 1832 con el fin de mejorar su calidad de vida. De joven trabajó como tendero. Se casó con Palmira Learas, con quien tuvo cuatro hijos. En 1856 fundó su propia compañía tabaquera en La Habana y comenzó a elaborar y distribuir su marca de habanos, El Príncipe de Gales. La marca se convirtió en una marca famosa. En 1862, tras enviudar, se casó con Mercedes de las Revillas con quien tuvo ocho hijos más.
- [2] Ciudad de los Estados Unidos situada en el condado de Hillsborough, en la costa oeste de Florida.
- [3]Eduardo Manrara (Puerto Príncipe 1842 – Nueva York 1912). Camagüeyano, socio de Martínez Ybor en La Habana.
- [4] Nancy A. Hewitt: Southern Discomfort – Women’s Activism In Tampa, Florida 1880-1920, University Of Illinois Press, Urbana, Illinois,2004, p. 37.
- [5] Dr. Wallace Reyes: Érase una vez en Tampa, Create Space Independent Publishing Co., 2014.
- [6] Por aquellas fechas era el vapor Olivette el que hacía dos viajes semanales de La Habana a Cayo Hueso y Port Tampa. En este vapor viajó José Martí a la Florida varias veces.
- [7] Es el directorio general de ciudadanos, calles, corporaciones, gobiernos, instituciones, sociedades, etc. de Key West, Florida.
- [8] El certificado de defunción quedó asentado en el libro 3 General, folio 87, No. 460,
- [9] Josefina Toledo: Paulina Pedroso, la Madre Negra de Martí, Editorial Verde Olivo, La Habana 2009.
- [10] En 1690 el Obispo Avelino de Compostela erigía la iglesia de Nuestra Señora de Consolación. Se construyeron varias iglesias quedando destruidas por diferentes motivos. Y a fines del siglo XIX, para la celebración de los actos litúrgicos, se hizo uso por cierto tiempo de una casa particular hasta la construcción de la nueva y actual Iglesia que se comenzó a construir en 1873 y que fue inaugurada en 1875. Creemos que a Paulina la debieron bautizar en la casa particular mientras se construía la nueva iglesia.
- [11] Carabalí: una persona de raza negra y originaria de la región africana de la costa de Calabar en Nigeria, con fama de tener carácter indómito. Generalmente, los esclavos llevaban el apellido de sus amos o dueños.
- [12] Bungaló o bungalow es un estilo de casa, generalmente de un solo piso y con galería o porche en la parte frontal. Al principio el término designaba una vivienda tradicional construida de madera.
- [13] El Partido Revolucionario Cubano fue fundado por José Martí en Cayo Hueso, el 10 de abril de 1892, con el fin de organizar la Guerra de independencia de Cuba.
- [14] Periódico Cuba, Tampa, 19 de mayo de 1894.
- [15] Paul Estrade: “Los clubes femeninos en el Partido Revolucionario Cubano (1892-1898)”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, vol. 10, 1987, La Habana, pp. 175-201.
- [16] Frases del discurso de José Martí a los cubanos exiliados de Tampa en el Liceo Cubano, el 26 de noviembre de 1891.
- [17] Gonzalo de Quesada y Aróstegui (1868 -1915) fue uno de los arquitectos en el movimiento independentista de Cuba. Junto a su esposa, Angelina Miranda, fue gran amigo José Martí. Recibió la Legión de Honor de Francia.
- [18] Gonzalo de Quesada y Miranda: Así fue Martí, Editorial Gente Nueva, La Habana 1977 y en Enrique Ubieta, revista Bohemia 1, No. 30, 26 de noviembre de 1910.
- [19] Ibíd.
- [20] Reneé González Barrios: En el Mayor Silencio, Editora Política, La Habana, 1990, p. 123, y Granma 5 febrero 1983, p. 2.
- [21] Despalillador: persona que quita los palillos o venas gruesas de la hoja del tabaco antes de torcerlo o picarlo.
- [22] Josefina Toledo: “Carolina la patriota”, Granma, 11 de noviembre, 1983, p. 2.
- [23] El Dr. Miguel Barbarrosa y Márquez, médico cubano nacido en La Habana donde se graduó de Bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza. Al terminar estos estudios se trasladó a Estados Unidos y se graduó de doctor en Medicina y Cirugía. Después se mudó a Francia, residiendo un tiempo en París, lugar en que ejerció su profesión. De París regresó a La Habana, pero alrededor del 1890 tomó el camino del exilio eligiendo a Tampa como destino.
- [24] María Mantilla y Miyares (Brooklyn, N.Y., 28 de noviembre de 1880 – Los Angeles, California 17 octubre, 1962), hija del matrimonio formado por Carmen Miyares Peoli y Manuel Mantilla y Sorzano. María fue como una hija para Martí. A su casa llegó El Apóstol buscando abrigo en los oscuros años del exilio en 1880, y allí residió Martí durante 14 años.
- [25] Nancy Hewitt: Southern Discomfort, Women’s Activism in Tampa, Florida, 1880-1920, “Paulina Pedroso y las Patriotas de Tampa”, Urbana and Chicago: University of Illinois Press, 2001, p. 79.
- [26] Partido Revolucionario Cubano.
- [27] Actas del Ayuntamiento de Pinar del Río, 1907 a 1909.
- [28] Martín Morúa Delgado (1856-1910) fue un destacado periodista negro matancero. Trabajó en un alambique de tonelero. En 1868 se inició como periodista y un año después fundó el periódico El pueblo. Estuvo implicado en la Guerra Chiquita por lo que tuvo que huir a los Estados Unidos. Allí se integró a los grupos de activistas que realizaban trabajos a favor de la independencia de Cuba. Fue redactor de El Separatista, La República y El Cubano Libre, de Nueva York. En la República fue delegado a la Asamblea Constituyente de 1901, Senador de la República; fundó el Partido Moderado en 1904 y fue nombrado Ministro de la Agricultura, Comercio y Trabajo.
- [29] Periódico La Discusión, 22 mayo 1913, p. 1.
- [30] Patriota de la Guerra de Independencia.
- [31] “Paulina Pedroso – Cubanas olvidadas” en Patria, revista de la Asociación de AA del Seminario Martiano, La Habana 1948.
- [32] Fulgencio Batista y Zaldívar (Banes, Oriente1901 – Málaga, España 1973), fue militar y presidente de la República de Cuba electo 1940 a 1944, y dictador de facto entre 1952 y 1959.
- [33] Enrique Ubieta: Bohemia, No. 30.
- [34] El Salón de la Fama de Mujeres de la Florida, establecido en 1982, se encuentra en Tallahassee, la capital del estado de la Florida.
- [35] Paseo junto al río.
Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947).
Investigadora e historiadora. Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España. Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018). Reside en Miami, Florida.