Patrimonio cultural: 50 años de Un verano en Tenerife

Por Isidoro Sánchez

En octubre de 1958, Ediciones Aguilar sorprendió al mundo de habla hispana con la novela de viajes Un Verano en Tenerife, que escribiera la poetisa cubana Dulce María Loynaz. Según se lee en el epílogo, el libro lo terminó de escribir la hija del general Loynaz en la finca habanera de Las Mercedes en abril de 1958.
Ello nos permite colegir que Dulce María no contó en su novela canaria el cuarto y último verano, el de 1958, que disfrutó en las islas Canarias, después de haberlas visitado en varias ocasiones. Primero fue en 1947, después de su matrimonio en la capilla de la Virgen de Candelaria de La Quinta Canaria en La Habana con el periodista tinerfeño Pablo Álvarez de Cañas. Luego, en 1951 para recibir el reconocimiento de Hija Adoptiva del Puerto de la Cruz, ciudad turística en la que residió durante su estancia en la isla. Finalmente, en 1953 para participar en la inauguración del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias donde coincidió con su amiga Carmen Conde, académica española.
Gracias a la colaboración investigadora de dos amigos de la Villa, La Orotava, Juan del Castillo León y Nicolás González Lemus, he podido disfrutar de las crónicas aparecidas en la prensa del verano de 1958 acerca de la visita de Dulce María Loynaz y su esposo a Canarias. Especialmente con las referencias a los actos literarios celebrados en el Puerto de la Cruz, La Orotava y la Victoria de Acentejo, en Icod de los Vinos y en Santa Cruz de Tenerife. Asimismo en la Casa de Colón y en el Museo Canario.
De su estancia en la Villa recuerdo vagamente el acto del lunes, 18 de agosto de 1958, en el viejo Liceo de Taoro, ya que mi madre me comentó que se iba después de cenar a escuchar a una señora cubana, a Dulce María Loynaz. El Liceo estaba ubicado entonces frente a la casa familiar, con la plaza de la Constitución por medio, en la calle de San Agustín, al pie del Jardín Victoria, que tanto asombró a nuestra admirada escritora habanera por el mausoleo del marqués de la Quinta Roja. Fue tal el impacto que le sirvió de inspiración para redactar el capítulo “El Sepulcro Vacío” de su libro Un Verano en Tenerife, y leyó la noche del lunes 18 de agosto en el salón de actos del espacio cultural orotavense siendo presentada por el joven secretario de la sociedad recreativa-cultural, Jesús Hernández Acosta.
Cincuenta años más tarde, otro lunes, 18 de agosto de 2008, algunos amigos de la obra de Dulce María, tanto canarios como cubanos, hemos querido recordar esta efeméride literaria proyectando una actividad cultural en el Liceo de Taoro de La Orotava, en la que participamos algunas personas que conocimos al Premio Cervantes de 1992, sobre todo el abogado Hernández Acosta y el pianista cubano Othoniel Rodríguez, quien tocó para la Loynaz en varias ocasiones en La Habana. Los poetas portuenses Elsie Ribal y José Javier Hernández ofrecieron unos poemas a la escritora cubana e Hija Adoptiva del Puerto de la Cruz desde 1951.
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