Participar o no en el debate constitucional

Lunes de Dagoberto

Hace algunos días el gobierno cubano anunció que todos los cubanos que viven en la Diáspora  podrían participar en el debate de un nuevo texto constitucional. La polémica se ha producido y eso es bueno. Y es un ejercicio de la libertad de expresión y de opinión. Es propio de las personas democráticas. El ataque y la descalificación no lo son.

Expreso mi opinión: Participar como ciudadanos cubanos vivan donde vivan es un derecho inalienable y no una concesión de ningún Estado. En nuestro caso no es un permiso, es el reconocimiento en la práctica de ese derecho que creo ha conquistado la Diáspora misma, exigiendo la igualdad de derechos y deberes en el intercambio pueblo a pueblo que ha sido, con mucha frecuencia, de un solo lado y siempre selectivo por parte de las autoridades cubanas. Y también ha sido una conquista de los cubanos que vivimos en la Isla, pero que siempre hemos sostenido la verdad de la única e indivisible nación cubana: somos una nación que respira con dos pulmones, como lo hemos demostrado tanto en Vitral (1994-2007) y después en el Centro de Estudios Convivencia (CEC) (2008-hasta la fecha) www.centroconvivencia.org). Los estudios y propuestas del CEC que hace tiempo estamos realizando se han organizado siempre entre ambos pulmones. Así lo demuestran las listas de personas que hemos publicado al final de cada informe, que puede ser descargado en pdf libremente en nuestro sitio.

Si un pulmón no puede respirar libremente y conjuntamente con el otro, al cuerpo nacional le falta el aire, se agota. De hecho, hace muchas décadas, una parte de nuestra nación ha estado sosteniendo a una parte de la otra. Y los lazos familiares han prevalecido por encima de las más diferentes opciones políticas. Para los que creemos que la familia es lo primero y principal en la vida de los ciudadanos y de las naciones, este es un triunfo irrefutable.

Por otro lado, reconocer otra parte del derecho de los cubanos, que es participar en un debate constitucional, es otro logro de los que hemos luchado toda la vida porque Cuba es y debe ser una sola con todos sus hijos, estén donde estén y piensen como piensen. Pero además crea un precedente y un nuevo espacio para proponer, participar, expresar nuestras discrepancias en asuntos cotidianos y en asuntos estructurales que son la causa de los primeros.

Aun suponiendo que no seamos escuchados ni los de aquí, ni los de allá, es una oportunidad para expresar en lo que coincidimos y en lo que no coincidimos. Y si las autoridades cubanas no publican los aportes, los publicamos los que proponemos en donde podamos, para que el mundo vea que existe un número no pequeño de cubanos que no nos hemos cansado de proponer, de discrepar, de debatir.

Pero el hecho de considerer este reconocimiento de un derecho inalienable de cada cubano, no significa que no sigamos reclamando que la participación de todos los compatriotas, Isla y Diáspora, se extienda y reconozca en todos los ámbitos de la vida: económica, política, social, cultural, internacional de la Nación. Recuerdo aquella memorable enseñanza del Papa san Juan Pablo II en su visita a Cuba: “Ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional”. En este sentido, debemos seguir reclamando que seamos todos los cubanos los que decidamos sobre nuestro futuro, que Cuba decida con el voto libre, secreto y directo, tanto de los que vivimos en la Isla como con el voto de los que viven en la Diáspora y deseen ejercer ese derecho que es connatural, como todos los demás, con nuestra naturaleza humana, independientemente del gobierno que esté en el poder y de los criterios políticos de cada cubano. Como en todos los países civilizados, los ciudadanos cubanos que vivan en cualquier latitud deberían gozar de los mismos derechos de los que vivimos en la Isla. Esa es todavía una asignatura pendiente y coherente con este paso que se limita a opinar y proponer, en esta ocasión sobre un texto constitucional, pero que se debería extender a todos los asuntos nacionales.

Además, esta sería una buena oportunidad para consensuar criterios, respetando la natural diversidad del pluralismo político, y que cada grupo o concertación de grupos puedan expresar, publicar, argumentar, sus razones y propuestas concretas, tanto a favor como en contra del texto que se redactó sin contar con una asamblea constituyente, que conocimos después del debate parlamentario, pero que no debería ser aprobado o rechazado sin contar y reconocer el voto de todos los cubanos.

Aun cuando estas propuestas y opiniones no fueran tenidas en cuenta públicamente, servirían de termómetro para que los que sí se enterarán de cómo está la temperatura y la opinión mayoritaria de toda la nación cubana. Señal y mensaje que tratamos, y seguiremos expresando, para que les llegue en todo momento y a través de todos los medios pacíficos y las redes sociales, pero que tendría una connotación especial para cuantos les interesa de verdad el futuro libre, próspero y feliz de Cuba. Publicar por parte de quienes participen, de forma independiente y respetuosa, cuantas sugerencias y opiniones tengamos, pondría a disposición de todos los cubanos lo que la terca realidad pone cada día de manifiesto.

Ahora queda a la libertad de conciencia de cada cubano, participar o no participar: esa es la cuestión de estos tiempos cruciales.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.


Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).

Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.

 

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