Padre Félix Varela: ¿Padre de la Patria o Prócer de la Independencia?

Primera estatua de cuerpo entero de Félix Varela en cuba, ubicada en los jardines de la catedral de Pinar del Río. Obra del escultor José M. Pérez Véliz.
Primera estatua de cuerpo entero de Félix Varela en cuba, ubicada en los jardines de la catedral de Pinar del Río. Obra del escultor José M. Pérez Véliz.

Todas las naciones, grandes o pequeñas, necesitan tener héroes que venerar, que les inspiren y motiven a guardar sus ejemplos de vida en su memoria histórica como un elemento muy importante de su identidad, que los distingue de otros pueblos y naciones.

Por ello, el recuerdo de aquellos patricios, padres fundadores o próceres, que con su esfuerzo, sacrificios e incluso con sus propias vidas pusieron los cimientos y ayudaron a construir la nación proyectada por la que ellos vivieron y lucharon, forma parte de la memoria colectiva y del ADN de su identidad nacional.

Sus ejemplos de vida, sus sacrificios y su entrega en la consecución de la independencia, la libertad y la constitución de sus patrias en naciones reconocidas y prósperas, son recordados con gratitud, y guardados en la memoria colectiva de sus pueblos.

En los Estados Unidos de América se consideran Padres Fundadores aquellos líderes que lucharon por su Independencia o participaron en la redacción de la Constitución. Para ser incluidos en ese grupo selecto se tienen en cuenta sus contribuciones destacadas en uno o ambos momentos fundacionales, ya sea por su participación en la guerra de Independencia americana, o en la Convención Constituyente, que redactó la Constitución con la que se proclamaba el establecimiento de la nueva nación.

En la historia de Hispanoamérica, se les llama Próceres de la Independencia, a aquellos que lucharon contra la Metrópoli española, y que con su esfuerzo e incluso la entrega de sus propias vidas permitieron el nacimiento de esas nuevas naciones independientes, estableciendo las constituciones, leyes y límites geográficos a sus territorios, dándoles una identidad propia a los habitantes de esas nuevas repúblicas.

Entre ellos se destacan: el Libertador Simón Bolívar, José de San Martín, José Antonio Sucre, los curas Hidalgo y Morelos, Bernardo O’Higgins, Francisco de Paula Santander y tantos otros, que son considerados Padres de la Patria americana o Próceres de la Independencia.

Los cubanos también tenemos nuestro propio “Altar de la Patria”. Al establecerse la República de Cuba en 1902, era necesario reconocer a aquellas figuras que por su pensamiento político independentista y fundacional, servirían de modelo y formarían parte de él. Héroes que forjaron la cubanía como identidad, que se reafirmó como tal a partir del momento en que se estableció nuestra Isla como una más en el concierto de las naciones del mundo.

A algunos de ellos se les dan títulos o atributos que los describen o definen por su carácter y aporte a la historia. Así tenemos un Padre de la Patria, un Apóstol de la Independencia, un Titán de Bronce, un Generalísimo, un Bayardo, y muchos otros títulos con los que los identificamos más allá de sus nombres propios.

En ese panteón de héroes se incluyen aquellos líderes que guiaron al pueblo en las guerras de independencia desde 1868, incluidos entre ellos algunos que no eran nacidos en Cuba y que concluyeron con el establecimiento de la nueva Nación y República. Entre ellos descolla Carlos Manuel de Céspedes, quien en La Demajagua proclamó el Grito de Independencia y dio la libertad a sus esclavos. A él se unen otros como Antonio Maceo, Máximo Gómez, Ignacio Agramonte y el fundador del Partido Revolucionario Cubano, José Martí.

Pero es necesario reconocer que no todos los que cimentaron las bases de nuestra identidad, que forjaron el pensamiento y la identidad cubana, y prepararon el proyecto de nacionalidad cubana se hallan incorporados o incluidos en ese altar. Para que se dieran las condiciones necesarias para que aquellos jugaran un destacado papel en el logro de esa independencia, se necesitó la creación de las condiciones que propiciaran su desarrollo. Condiciones no solo políticas, económicas y militares, sino aquellas que crearon la conciencia de una identidad y cultura propias, que permitieron que dadas esas condiciones, los cubanos tuvieran el deseo de ser libres y se lanzaran a la manigua en su campaña redentora por su libertad.

Entre los forjadores del pensamiento cubano que formó la identidad y conciencia de su propia existencia y cultura, y que además generaron sus ansias de libertad, se encuentran aquellos que formaron a las generaciones que llevaron a cabo esa gesta. Entre ellos están el Obispo Espada, el Padre José Agustín Caballero, el Padre Varela y la pléyade de sus discípulos, entre los que destacan José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, José María Heredia y Domingo del Monte, entre muchos otros.

Ellos propiciaron y promovieron con su vida y obra esa conciencia de identidad cubana, que hizo crecer la semilla de rebeldía en las siguientes generaciones, que dejaron de considerarse españoles americanos o criollos, para sentirse e identificarse como cubanos.

Si bien el Obispo Espada desde su posición como prelado de la Iglesia, creó con sus reformas educativas y su apoyo las condiciones que permitieron que el Padre José Agustín Caballero, y en particular su discípulo el Padre Félix Varela, crearan las bases de una nueva forma de pensar, libre de las ataduras de la Escolástica, abiertas a un pensamiento que acogiera lo nuevo, lo científico, lo experimental, y aunque los cubanos reconocen su amor por Cuba y su rol en ese proceso, no se considera un Padre fundador de nuestra nación.

Igualmente el Padre José Agustín, partícipe de esas reformas, con la introducción de un pensamiento nuevo, ecléctico, abierto al cambio, no fue mucho más allá de ser el mentor y maestro del Padre Varela, quien con las cátedras de Filosofía y de Constitución, forjó el verdadero pensamiento cubano, enfocado en un pensamiento ilustrado propio y en leyes que le concedían a los cubanos la condición de ciudadanos con derechos, en igualdad con los españoles peninsulares, dignidad que por mucho tiempo les había sido ignorada, y que luego con el restablecimiento del Absolutismo les fue nuevamente denegada.

El Padre Varela es una de esas figuras ignoradas que no han sido incluidas en el Altar de la Patria o en el grupo de los próceres. En su caso se ha cometido una injusticia histórica, atribuyéndole solo el título de ser “el que primero nos enseñó en pensar”, como lo definiera su discípulo José de la Luz y Caballero, frase que de tanto repetirse, ha sufrido tergiversaciones e incluso ha sido malinterpretada.

Varela no fue solo instrumental en las reformas de Espada, en la continuidad de la enseñanza de la Filosofía del Padre José Agustín Caballero, y en ser el expositor de los derechos y deberes que reconocía la Constitución de 1812, él enseñó a la juventud cubana a pensar rectamente en clave de libertad, convirtiéndose así en el Maestro de toda una generación de jóvenes, los llamados discípulos varelianos, que lo eligieron para que los representara como Diputado en las Cortes Españolas.

Los formó para que pensaran reflexiva y científicamente, utilizando los recursos de las ciencias y la experimentación, y les hizo pensar como cubanos libres e independientes, convirtiéndose para ellos y para todos los cubanos de su época, en una guía, en una luz, en una voz u “oráculo”, que inspiró el pensamiento republicano, independentista y de identidad nacional de la Cuba soñada.

Aun cuando el Padre Varela no fue el primero en promover la independencia, pues ya antes que él otros lo habían hecho, fue él quien con su pensamiento y sus escritos hizo que los cubanos comenzaran a pensar, a expresarse con un discurso y lenguaje propio, con una identidad propia, distinta y distintiva de la española.

Junto al Padre Varela podríamos mencionar a otros muchos que han sido olvidados e ignorados, pero cuyos esfuerzos, sacrificios y generosidad fueron definitivamente los que facilitaron las condiciones necesarias para que en 1868 se iniciaran las guerras de independencia que culminaron con la proclamación de la República en 1902.

A ellos se unen, por citar unos pocos, el trinitario José Aniceto Iznaga, quien junto a sus hermanos ofrecieron sus fortunas y sus vidas por la independencia de Cuba, o el venezolano Narciso López, quien por la impopular vía anexionista, también ofreció su vida por la libertad bajo la bandera que es hoy la enseña nacional. Ellos tampoco han sido incluidos en el gran panteón de los héroes nacionales, en igualdad con los que siguieron la vía independentista.

Como ellos, muchos otros patriotas sacrificaron su bienestar, sus fortunas y sus vidas, apoyando con dinero las expediciones, campañas y envío de armas y combatientes, y aunque sus esfuerzos no vieron la luz de la definitiva independencia, no deben ni pueden ser olvidados o ignorados.

Luego, con el establecimiento de la República, se impuso un criterio anticlerical de corte masónico, laicizante, con la separación del Estado y la Iglesia, por el que se logró incluso la manipulación del regreso de los venerados restos del Padre Varela, arrebatándole a la naciente Iglesia Católica cubana, que aún era predominantemente española, uno de los mayores exponentes del pensamiento cubano, que había inspirado y promovido con su vida y su obra la nueva República, por lo que al regresar a su patria, sus restos fueron ubicados en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, monumento del pensamiento y la educación laica, ocultando el elemento cultural que su fe aportaba al proyecto de la nueva nación.

Esta ignorancia y olvido se hizo más evidente con el advenimiento del nuevo proceso político y social que emergió en 1959, el cual en su empeño de imponer su proyecto ideológico, reescribió la historia y selectivamente eligió a los que, en su interés, expresaban su ideología y legitimaban su ejercicio del poder, autonombrándose sus continuadores. Con su proyección marxista-leninista, se propusieron seguir una línea revisionista donde todo el que se asociara a un estatus económico o a una filiación religiosa que ellos consideraban ajena a su proyecto ateo-materialista, eran automáticamente eliminados, silenciados y borrados de la historia patria.

Al mismo tiempo, imponían nuevas figuras que por afinidad ideológica incorporaron a su particular panteón patriótico y a sus escudos de armas. Figuras nacionales como Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Camilo Cienfuegos; y figuras extranjeras como los europeos Carlos Marx, Vladimir I. Lenin y Federico Engels, a los que se les unía el argentino Ernesto Che Guevara.

Luego del fracaso ideológico causado con la caída del Muro de Berlín, y con él la desaparición del campo totalitario socialista, se vieron obligados a presentarse como un proyecto nacionalista, con el que se empeñaron en recuperar a algunas de aquellas figuras históricas ignoradas que, luego de un proceso de purificación, convenía incorporar.

Nuevamente, en su necesidad de mostrar una imagen inclusiva y cosméticamente agradable, con un discurso dirigido hacia el exterior, se reciclaron varias figuras históricas, entre ellas la del Padre Varela, al que incluso se le eliminó el título eclesiástico, promoviendo una imagen suya diferente, para ello utilizaron a sus comisarios políticos, devenidos en historiadores, para encerrarlo en su estrecho marco ideológico por el que incluso lo han asociado al pensamiento de la sangrienta Revolución francesa que él denunció en sus obras.

Pero en ese enmascaramiento nacionalista, no será solo el Padre Varela quien será objeto de un mimetismo historiográfico, ya que desde antes habían sometido a su revisionismo ideológico a los que se hallaban incluidos en el Altar de la Patria. En 1968, al celebrarse el Centenario del inicio de la Guerra de 1868, el aparato político-ideológico del Partido Comunista de Cuba, imponía una supuesta continuidad legítima del llamado proceso revolucionario, al expresar su líder: “Nosotros entonces habríamos sido como ellos. Ellos hoy habrían sido como nosotros”, ocultando la odiada condición de rico hacendado y poseedor de esclavos del Padre de la Patria, destacando que les había dado la libertad para que se incorporasen a la gesta libertaria.

Igualmente a José Martí, Apóstol de la Independencia, le atribuyeron la autoría intelectual del asalto al Cuartel Moncada; y así sucesivamente, fueron depurando a todos nuestros héroes, incluso al extremo de ocultar su pensamiento, como hicieron con el tema de la tesis de grado del Bayardo Ignacio Agramonte, en la que tempranamente había criticado el pensamiento socialista.

Y aún fueron mucho más allá, al supeditar los principios y el pensamiento de nuestros Padres de la Patria y próceres, principios que debían regir nuestra Constitución nacional, supeditándola y sometiéndola a los principios ideológicos de un Partido único y totalitario, por encima de la misma Constitución, estableciendo la invariable condición marxista y socialista de nuestra nación.

Pero volvamos a la cuestión que da título a este artículo, ¿Puede el Padre Varela ser considerado Padre de la Patria o Prócer de la Independencia cubana?

En el sentido histórico y político del concepto de Padre de la Patria, padre es aquel que trabaja o lucha por generar el nacimiento de una nueva nación independiente, libre y soberana. En tanto el concepto de prócer significa persona eminente, de elevada dignidad y respeto, sinónimo de héroe, patricio, prohombre, noble, autoridad. Los próceres son héroes, figuras arquetípicas que poseen características tales como valentía, determinación, decencia y honestidad, altruismo y voluntad de anteponer las necesidades de los demás a las suyas propias, entre otras cualidades. Prócer puede ser tanto un hombre como una mujer.

De acuerdo con los conceptos anteriormente definidos, podríamos decir que sí, el Padre Varela, no solo por su título, dada su condición de sacerdote, sino incluso por ella, puede y debe ser considerado Padre de la Patria. El sacerdote es un padre espiritual de sus fieles, de la comunidad puesta bajo su cuidado. Varela es el Padre de la Patria e inspirador de la nacionalidad cubana.

Como filósofo y pedagogo, el Padre Varela ejerció una paternidad sobre la juventud habanera y cubana de su época, educándolos, guiándolos y enseñándoles a pensar reflexivamente, utilizando las herramientas de las ciencias y la experimentación, al reformar la enseñanza tradicional escolástica y memorística, a través de su método explicativo. Luego en la Cátedra de Constitución o Cátedra de la Libertad, como él la llamara, les enseñó a pensar como cubanos, explicándoles sus derechos y deberes ciudadanos.

Concluido el período constitucional del Trienio Liberal (1820-23) y restaurado el Absolutismo en España y sus provincias ultramarinas, el Padre Varela desde el exilio promovió las ideas de la independencia del yugo español, a través de su periódico independentista El Habanero, manteniendo contacto con los que promovían conspiraciones internas y expediciones para realizar la independencia de Cuba con la ayuda de las repúblicas de Colombia y México.

Frustradas las esperanzas de alcanzar la independencia de Cuba, por la represión absolutista, la falta de las condiciones objetivas para realizar un levantamiento interno, la ausencia de apoyo externo por la intervención de los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos, y el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá, que no materializó el apoyo de las nuevas repúblicas a la independencia de Cuba y Puerto Rico, hicieron que el Padre Varela se enfocara en un nuevo proyecto, silencioso y bien trazado, que creó las bases para la formación de la conciencia de identidad cubana, como primer paso para alcanzar la verdadera independencia política de la metrópoli española.

Proyecto que se fundaba en pilares como la promoción de una educación identitaria para las nuevas generaciones de cubanos, la moralización de la sociedad cubana, plagada de vicios e injusticias, entre las que se hallaban el juego, la falta de justicia y legalidad, el mantenimiento de la esclavitud y el tráfico negrero. A ellos se unían la necesidad de formar un liderazgo criollo que demostrara la capacidad de los cubanos para ejercer un gobierno propio, y el fomento de una cultura, un pensamiento, una narrativa, un discurso y una identidad que configuradas con los elementos de raíz española incluía los que otras culturas le aportaban, como la indígena, la africana y otras, que con su influencia conformaron el ajiaco nacional cubano.

Las enseñanzas y valores contenidos en el pensamiento, la obra y la vida misma del Padre Varela, son más que suficientes para considerarlo no solo Padre fundador de la Patria cubana, sino también Prócer de la Independencia de Cuba. El Padre Varela no se limitó solo al servicio de la Iglesia Católica y a la lucha por la independencia de Cuba, sino que fue más allá al presentarse como protector de los inmigrantes, lo que le ganó el título de Apóstol de los irlandeses, convirtiéndose en un heraldo de la caridad y la compasión en favor de los pobres y necesitados.

El Padre Varela también se destacó como reformador social, al promover la dignidad de la persona humana y trabajar incansablemente en la superación de vicios como la ignorancia, el alcoholismo, el fanatismo y la superstición, brillando además como defensor de la fe católica frente a una sociedad fanatizada, supersticiosa y anticatólica, promoviendo así un sano ecumenismo impensable para su época.

Por todos esos elementos podemos afirmar que el Padre Félix Varela, es figura importantísima en el panteón de los héroes nacionales cubanos. Esta afirmación no depende de la decisión política de ningún gobierno, sino por derecho propio y reconocimiento popular. Varela ocupa un lugar destacado en el Altar de la Patria, como Padre Fundador y Prócer de la Independencia. Su futura elevación a los altares como santo cubano, será la cumbre del reconocimiento de su paternidad y eminencia no solo para los católicos, sino para todo el pueblo cubano.

 

Fidel E. Rodríguez (Guantánamo, 1957).

Cursó estudios de Economía, Historia, Teología y Literatura Hispanoamericana.

Sacerdote carmelita descalzo retirado.

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