Por Livia Gálvez Chiu
¿Es el tiempo quien pone todo en su lugar o el trabajo de las personas?
Son muchas las historias en las que al final todo se coloca en su sitio. Perfecto. Muy bueno para algunos y para otros…no tan bueno. Todo depende del lugar que ocupemos mientras ocurre el “proceso” y del lugar en el que estemos cuando llegue el final.
Por Livia Gálvez Chiu
¿Es el tiempo quien pone todo en su lugar o el trabajo de las personas?
Son muchas las historias en las que al final todo se coloca en su sitio. Perfecto. Muy bueno para algunos y para otros…no tan bueno. Todo depende del lugar que ocupemos mientras ocurre el “proceso” y del lugar en el que estemos cuando llegue el final.
El error es pensar que cuando las cosas toman su justo lugar es debido a un acto de magia.
Apartando lo que ocurre por azar o accidentalmente, para que esto suceda, tiene que haber personas que “descoloquen” las cosas y personas que intenten “colocarlas”. Las personas ponen lo suyo y Dios, o la vida, o el tiempo, lo demás.Nada escapa de esta realidad: ni el gobierno, ni la sociedad civil, ni las instituciones, ni la Iglesia.
Hay quien, por su parte, divide, siembra cizaña, cultiva el odio, alimenta el rencor; hay quien espera paciente o impaciente, como espectador, sin entrar al ruedo; y hay quien, moviéndose entre la paciencia y la impaciencia, trabaja y se esfuerza, bajo la mirada incrédula de algunos, para “poner las cosas en su justo lugar”.
Conozco personas que pasan por los tres momentos. Estas son, para mí, las quemás aprenden, crecen y maduran. Cuesta mucho, después de cometido el error, aceptar que se cometió, y entonces, trabajar muy duro para tratar de enmendarlo con la paciencia necesaria que ayude a recuperar la confianza de todos. Dificilísimo, pero posible.
Cuba lleva 53 años de desorden. Quienes descolocaron las cosas, parece que no tienen intención de colocarlas. Si el daño está hecho, nos queda, a los que queremos intentar poner todo en su lugar, tomar las riendas, aunque nos sangren las manos y el aliento nos falte; porque a los que solo quieren esperar sin intervenir, no les queda otra salida que la espera. Quien experimenta dar un solo paso hacia la libertad, no puede volver atrás. De eso, hay hombres y mujeres en Cuba, no todos cubanos, que pueden dar testimonio, ellos son una luz en el camino oscuro y adverso que atravesamos. No podemos ya sentarnos a esperar. Combinemos paciencia y trabajo y hagamos algo.
Que las cosas no estén en su lugar puede tener diversas causas, pero tratemos siempre de que el efecto sea intentar ponerlas en su sitio, no esperar a que otros lo hagan y mucho menos pensar que el tiempo solo, puede hacerlo. Las personas podemos encontrar el justo lugar, el papel que podemos ejercer, los instrumentos necesarios,la historia lo ha demostrado. La decisión de hacer o esperar es nuestra.
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Livia Gálvez (Pinar del Río, 1971)
Lic. en Contabilidad y Finanzas. Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia
Reside en Pinar del Río