Jueves de Yoandy
Ante la crisis terminal que sufre Cuba, se nos pide con frecuencia que hay que tener paciencia, que no hay mal que dure cien años, que nada es eterno.
La paciencia es una virtud loable y necesaria. Pasa por ser resiliencia ante las pruebas y dificultades que se nos imponen en la vida. Lo malo es cuando se confunden los términos y se identifica paciencia con resignación.
Resignarse es una actitud que rebaja la dignidad humana. Resignarse es una postura pasiva y genuflexa ante el desafío de la prueba, el dolor, las dificultades. Resignarse es postrarse. Resignarse es rendirse. Sin embargo, como dijo Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, “la paciencia todo lo alcanza”.
El que ejerce la paciencia practica una adaptación activa y transformadora que supera las causas del sufrimiento y se dispone interiormente para dar sentido a su sacrificio.
El que ejerce la paciencia comprometida y constructiva responde a las pruebas usándolas de trampolín para saltar y llegar más lejos. En eso consiste la resiliencia, que no es simple resistencia, sino acción-reacción que, como un muelle, nos impulsa hacia arriba y hacia adelante.
Por tanto, en este momento decisivo de nuestra Patria, vence el que no se desespera, el que no explota. Vence aquel que, sin perder el sentido y la vocación de su vida, se entrena en una paciencia inquieta, activa, responsable, creativa, para poder contribuir con esperanza, compromiso cívico y emprendimiento, al cambio democrático, a la reconstrucción del país y a la sanación de todos los males que han lesionado la condición humana de los cubanos.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.