El pasado 24 de febrero de 2010, coincidiendo por esos signos providenciales, con el inicio de la última etapa de las luchas por nuestra independencia, ofrendó su vida el preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo, reconocido como tal por Amnistía Internacional.
Habían transcurrido 83 días de la huelga de hambre, recurso extremo con el que intentaba alcanzar los derechos esenciales a su condición de recluso político. Estas demandas no fueron escuchadas y Zapata fue dejado morir de hambre y sed por las autoridades cubanas.
Convivencia tiene la convicción de que la vida humana es sagrada e inviolable, desde su concepción hasta la muerte natural. Solo Dios puede disponer de la vida y la quiere dar en abundancia para todos por igual. Por tanto, no solo lamentamos sino que denunciamos este acto de lesa humanidad que constituye un crimen.
Al mismo tiempo, desearíamos que ningún recluso, ni ninguna persona, tuviera que acudir a estos métodos in extremis que lesionan o atentan contra su vida para reclamar sus derechos elementales. Con el Papa Benedicto XVI, en su más reciente Encíclica “Cáritas in veritate”, sostenemos que los Derechos Humanos “no están disponibles” para ninguna autoridad en este mundo sino que provienen y son custodiados y defendidos por el mismo Dios, Señor y Dador de Vida.
No son las víctimas las culpables, sino quienes violan sus derechos y desoyen sus justas demandas.
Elevamos nuestras plegarias por todos los que sufrimos esta tragedia: por el eterno descanso de Orlando, para que Dios acoja la ofrenda de su valiosa vida y la convierta en frutos de libertad y democracia para Cuba. Por Reina, su valiente y sufrida madre, por todos sus demás familiares y amigos para que la gracia de Dios, y la solidaridad de muchos cubanos, los sostengan en su bregar por Cuba. Por todos los presos políticos y de conciencia, especialmente por los que están enfermos y por los que se ven compelidos por sus carceleros a acudir al ayuno, la huelga o cualquier otro recurso de demanda extrema, para que le sean respetados y salvaguardados sus derechos y su dignidad en todo momento, y sean liberados de una condena por la cual ni su conciencia ni la justicia los acusa.
También oramos por los victimarios de estos horribles sucesos, para que sean perdonados por Dios y por sus víctimas y para que en el hondón de su conciencia puedan cambiar de actitud y actuar siempre en consonancia con el respeto a la dignidad de la vida humana y al bien común de nuestro pueblo.
Quiera Dios que Cuba no tenga que lamentar ni sufrir más por alcanzar aquello que todos sus hijos e hijas desean en lo profundo de su corazón: la libertad, la justicia, la paz y el amor para todos.
Consejo de Redacción
Revista Convivencia (www.convivenciacuba.es)