Miércoles de Quintana
Hablaré aquí de la oferta única de productos y su impacto en el nivel y la calidad de vida de los ciudadanos. Para simplificar la explicación estableceré una frontera temporal arbitraria en 1962, de modo que cuando me refiera a “antes” lo estaré haciendo a lapsos anteriores a esta fecha y, consecuentemente, “ahora” abarcará cualquier tiempo posterior a la misma. Comenzaré con un comentario sobre la oferta de calzado.
Antes usted podía comprar más de una decena de marcas de zapatos de diversos precios y calidades. Las personas con más ingresos compraban los tipos más caros y los pobres los más baratos. Pero entre estos dos extremos había un abanico de opciones. El calzado para los paupérrimos, cuyo uso implicaba incluso discriminación racial y xenofobia, eran las alpargatas de suela de hilo y cuerpo de tela. Con 30 centavos usted podía hacerse de un par para “ir tirando” 6 meses. Con 1 peso compraba un par de tenis de corte bajo. Los de corte alto, Keds o Kdets costaban alrededor de 2 pesos. Había zapatos Triunfo, Olimpics y otros similares a precios oscilantes entre 3,50 y 5 pesos; Olemberg, marca muy buena que duraba 2 años y permitía reponerle dos veces la suela y el tacón. Se ofertaban zapatos cubanos de gran calidad como “Ingelmo” y “Amadeo” en un rango de precios entre 12 y 17 pesos. Estos zapatos parecían eternos. Hubo quien los llevó puestos a la tumba. También había zapatos de 25 pesos, como Florsheim, para las élites. Pero había calzado para el que solo disponía de un peso. Las personas agrupadas por su rango de ingreso tenían una adecuada oferta de precios de calzado.
Ahora no hay alpargatas. Cuando aparecen lo hacen como un objeto de lujo, como un símbolo de imagen para intelectuales y snobs. Un par de alpargatas cuesta hoy lo que costaba un par de zapatos Ingelmo antes.
Los zapatos zapatos desaparecieron. A veces los artesanos ofrecen algunos pares bonitos e incómodos. Los tenis son la moda. Pero todo el calzado tiene un denominador común: son caros, carísimos. No hay rango de precio para pobres. Solo la demanda supersolvente comienza a estar abastecida. Pero esta demanda no es el mercado del calzado, es solo un nicho, un rey de reinado peligroso para la economía.
Lo que sucede con el calzado acaece con otros productos como el arroz, por ejemplo. Antes había arroz de 3; 6; 8; 9; 13; 15 y 25 centavos la libra. Algunos comerciantes innovadores aguzaban el ingenio y por arte de birlebirloque, ofertaban un arroz de 7 centavos a partir de la mezcla de los de 6 centavos y 8 centavos. Si usted no podía comer arroz Jonchi, sin machos ni partiduras, del cartucho a la olla, pues comía arroz partido y con bolitas negras, de 3 centavos la libra, pero no dormía sin comer.
Ahora (hasta hace muy poco), hay dos tipos de arroz. El de la cuota magra y mínima, a 7 pesos la libra, y el del mercado negro a 100 pesos la libra. Hay otro arroz en el mercado paralelo estatal a 72 pesos la libra. Ninguno puede justificar el precio a que se vende con la calidad que ostenta, pero no hay otros. Los tomas si puedes, o no comes arroz. Así de simple.
Y así pasa con casi toda la oferta minorista. Una desvinculación entre los grupos de ingresos de la población y los rangos de precios de la exigua oferta. Esto alimenta la inflación y despluma a los consumidores. La buena noticia es que todas las crisis tienen un fin. Como dicen los versos de Dulce María Loynaz, las rosas florecerán en una próxima primavera.
- José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
- Economista jubilado.
- Médico Veterinario.
- Reside en Pinar del Río.