Nochebuena 2020: entre la zozobra y la esperanza

Jueves de Yoandy

La Nochebuena es la fiesta de víspera del nacimiento de Jesús. Es un momento donde la familia se reúne, los amigos se reencuentran, y se comparten las alegrías y tristezas del año que llega a su fin. Pero más que la cultura de la mesa, de la convocatoria familiar, de la tradición, debemos ver en la Navidad signos que fortalezcan nuestra fe y nos animen a vivir con esperanza en medio de la adversidad.

El 2020 ha sido un año difícil para todos. La pandemia del Coronavirus ha distanciado físicamente a muchas personas. Aislamiento, reducción, cuarentena, son algunas de las palabras que más nos suenan al oído. En algunos países como Cuba, el manejo de la COVID-19 ha tenido sus particularidades, sobre todo por tratarse de una crisis que viene a solaparse con una crisis estructural ocasionada por el modelo de gestión desde hace más de seis décadas. Ello hace que, en esta Nochebuena, algunos piensen que faltan motivos para celebrar. Incluso, hay quienes dicen que no logran entender cuál es la alegría para celebrar. Pues muy fácil: el nacimiento del Redentor del mundo, que significa encender la luz que ha vencido a las tinieblas, el predominio de lo nuevo sobre lo viejo, y la certeza que la grandeza del corazón surge de la sencillez del alma.

Jesús nace en la humildad de un pesebre, rodeado de animales, pero también empapado de ese amor venido del seno virginal de María, y de la nobleza de san José. Este hecho, aplicado a nuestra realidad, nos propone vivir la vida sin alarde, que se traduce en la riqueza espiritual a imagen y semejanza de aquellos que en Belén, porque no había posada para ellos, habitaron un espacio inhóspito, que luego fue capaz de congregar a reyes y pastores.

Jesús nace en medio de esa carestía material, fuera del bullicio de la ciudad. Un censo provoca que sus padres tengan que salir de su casa y dar a luz en otro pueblo. Sin embargo no le faltó educación para crecer en el amor, la sabiduría y la certeza en la cosas de Dios, su padre. Este hecho, aplicado a nuestra realidad, nos conduce a reflexionar sobre la separación de nuestras familias y amigos, los que hoy están ausentes en la mesa y el porqué de su ausencia. Cuando aumentan las necesidades y todo pareciera que se cierra, sin ver la luz al final del túnel, el modelo de Belén nos anima a ser fuertes en el espíritu y entregarnos a Dios que conduce nuestros pasos por caminos de paz, justicia y verdad.

Jesús nace en medio de la crisis. Carencias, separación, persecución de Herodes, y María y José son capaces de ponerse en camino sin miedo, con la confianza en que nada malo le sucede al hombre si Dios está con nosotros. Este hecho, aplicado a nuestra realidad, nos convida a confiar más, a arriesgar más, a luchar por las cosas que valen la pena. Salir de nuestras zonas de confort es riesgoso, por supuesto que incómodo y muchas veces lo menos deseado, pero ¿quién dijo que el camino sería fácil, y la meta segura? La esperanza debe ser el ingrediente principal de estos días aciagos en los que se reduce hasta el abrazo.

Decir Navidad es sinónimo de fiesta. Quizás no tengamos en la mesa de los cubanos los alimentos más esperados o propicios para celebrar en esta ocasión. La escasez cunde en el hogar, pero hay elementos que nunca nos serán ajenos, y siempre constituyen un motivo para celebrar. Fiesta de la familia, que se alegra por la maternidad de María y reza por la salud del hogar. Fiesta de los niños que esperan ansiosos sus regalos, porque su ingenuidad no les permite ver que ellos mismos son el regalo de casa. Fiesta de la paz, porque es noche de paz, la apertura a un periodo de buenas noticias porque lo divino se ha hecho humano para habitar entre nosotros.

Con estos signos de Navidad podemos entender que poco importa la cena, el adorno, cuando se hace por mera costumbre, cultura o tradición. Como dice un antiguo villancico: la Navidad será del color que tengas el corazón. El nacimiento de Jesús viene a demostrarnos que Él se hace carne para habitar entre nosotros. Abramos nuestro corazón a la esperanza. El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz: que Cuba renazca en el amor, la justicia y la libertad.


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

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