Al terminar la tercera visita pastoral a Cuba de un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, intentamos hacer un balance más sosegado. Podemos apreciar que el Papa Francisco, con sus gestos, su sencillez, su cercanía y sus improvisaciones, ha logrado comunicar con la gente sencilla, acariciar y bendecir niños, ancianos, discapacitados, familias, jóvenes, obispos, sacerdotes, religiosas, y pueblo en general. Encontró también respetuosamente a políticos. Lamentamos que se haya impedido a algunos representantes de la independiente sociedad civil poderse encontrar con el Santo Padre y que se haya excluido, detenido y reprimido a opositores pacíficos que deseaban participar en igualdad de condiciones con el resto del pueblo cubano.
Realizado este primer acercamiento a los hechos, deseamos detenernos principalmente en los contenidos expresados por el Papa Francisco en sus homilías o mensajes a los diferentes sectores de la sociedad cubana. En ellos hemos encontrado la visión y enseñanzas del Sucesor de Pedro, y sus sugerencias para la búsqueda común de la prosperidad y la felicidad del pueblo cubano. El Papa es sobre todo un Pastor, su grey es todo el mundo, y desde esa perspectiva propone, sugiere, en diálogo con todos, sintiéndose “como en casa”, según él mismo dijo en Santiago de Cuba. Por eso lo que dice y hace no se trata de una intromisión en los asuntos internos del País, sino un aporte de “uno más de la familia”.
Nuestra revista publica íntegramente la versión oficial de todos los textos del Papa en Cuba para que cada lector pueda hacer su propio análisis que, por supuesto, respetamos. También nosotros queremos dar nuestra opinión sobre estos valiosos contenidos.
Deseamos destacar cuatro temas y cuatro protagonistas sobre los que trató Su Santidad y que consideramos fundamentales y urgentes para Cuba. Los temas o proyectos de futuro: el servicio a la persona humana, la cultura del diálogo y del encuentro, la unidad en la diversidad y el cultivo de la amistad social. Los cuatro protagonistas principales: la familia, los jóvenes, la Iglesia y la Patria. Dejamos que sea el propio Papa el que se exprese.
El servicio a la persona humana
El Papa presenta un proyecto de humanidad en un país donde el daño antropológico ha sido, quizá, el fracaso mayor, debido a que el proyecto de “hombre nuevo” que pudo ser un “proyecto seductor” no puso sus fundamentos en el poder como servicio, en el cuidado de la fragilidad ética y física, y en el respeto a la dignidad y los derechos de la persona humana, sino en la manipulación, la masificación, la ideologización y la exclusión.
Para el Evangelio de Jesús y para el Obispo de Roma, la grandeza, la importancia y la humanidad de una persona y de un pueblo se construyen así:
Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás… ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos… cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado… la importancia de un pueblo, de una nación, la importancia de una persona, siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad (Misa en La Habana, 20 septiembre 2015).
Los ciudadanos, la sociedad civil y los Estados deben “hacerse cargo” del bien común, sin exclusión de los diferentes, sin servir a ideologías por encima de las personas y sin servilismos. Estas son las palabras de nuestro Padre Francisco:
Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión… hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro de la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción como ser humano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas (Misa en La Habana, 20 septiembre 2015).
Una de las frases que más hondo ha calado en la gente de nuestro pueblo es todo un programa de vida y un criterio de juicio sobre el trabajo de líderes políticos, activistas cívicos, grupos de la sociedad civil y estructuras del gobierno: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir» (Misa en La Habana, 20 septiembre 2015).
La cultura del encuentro y del diálogo
Ante una sociedad dividida por razones ideológicas, ante iglesias tentadas a encerrarse en sus sacristías, ante la represión que “tira piedras” al que piensa diferente, frente a un grupo de jóvenes que han pedido “cambios profundos” en nuestro País, El Santo Padre ha sido tan claro y tan directo que no hace falta leer entre líneas:
…no nos encerremos en los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones, que podamos crecer ante los individualismos. Cuando una religión se vuelve conventillo pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios…es un conventillo de palabras, de oraciones, de yo soy bueno, tú eres malo, de prescripciones morales y cuando yo tengo mi ideología, mi modo de pensar y tú tienes el tuyo, me encierro en ese conventillo de la ideología (Palabras a los jóvenes en La Habana, 20 septiembre 2015).
Además el Papa sugiere un método para cultivar esa cultura del diálogo nacional: hablar primero de lo que nos une, luego negociar lo que nos separa y siempre poniendo por encima de unos y de otros lo que es mayor que nosotros: la grandeza de la Patria.
Si tú piensas distinto que yo, ¿por qué no vamos a hablar? ¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común? Animarnos a hablar de lo que tenemos en común y después podemos hablar de las cosas que tenemos diferentes o que pensamos, pero digo hablar, no digo pelearnos, no digo encerrarnos, no digo ‘conventillear’…“es la cultura del encuentro”. Por favor, no nos ‘desencontremos’ entre nosotros mismos. Vayamos acompañados, uno, encontrados, aunque pensemos distinto, aunque sintamos distinto, pero hay algo que es superior a nosotros, es la grandeza de nuestro pueblo, es la grandeza de nuestra patria, es esa belleza, esa dulce esperanza de la patria a la que tenemos que llegar (Palabras a los jóvenes en La Habana, 20 septiembre 2015).
Y esto no fue al calor del encuentro con los jóvenes, quizá el más audaz de todos, ni fruto de la improvisación. Ya desde el mismo momento de aterrizar en tierra cubana el Obispo de Roma escogió una frase de José Martí para referirse al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. pero que puede servir como todo un diagnóstico y una profecía para el diferendo interno de la nación cubana:
Es un signo de una victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del “sistema del acrecentamiento universal… por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos” (José Martí, Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Animo a los responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a desarrollar todas sus potencialidades como prueba del alto servicio que están llamados a prestar a favor de la paz y el bienestar de sus pueblos… (Palabras al llegar en el aeropuerto, 19 septiembre 2015).
La unidad en la diversidad
En un pueblo acostumbrado y educado en la unanimidad forzada, el Papa denuncia esa unidad por decreto, como una forma de matar la vida del Espíritu, ya se refiera a la Iglesia como en este momento en que se dirigía a los trabajadores pastorales, ya sea a toda la sociedad:
Es frecuente confundir unidad con uniformidad; con un hacer, sentir y decir todos lo mismo. Eso no es unidad, eso es homogeneidad. Eso es matar la vida del Espíritu, es matar los carismas que Él ha distribuido para el bien de su Pueblo. La unidad se ve amenazada cada vez que queremos hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza. Por eso la unidad es un don, no es algo que se pueda imponer a la fuerza o por decreto (A sacerdotes y religiosas en la Catedral de La Habana, 20 septiembre 2015).
El cultivo de la amistad social
Pero el Pontífice no se queda en la fuerte denuncia de la enemistad, de la división, como la muerte en el alma de las personas y de los pueblos, sino que va más allá y propone, no impone, el anuncio de un camino que construye, que salva el alma de los pueblos. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en su número 390 cita a Santo Tomás de Aquino, el más grande Doctor de la Iglesia que instituyó el término “amistad civil” (De regno. Ad regem Cypri, I, 10 que dice textualmente: “Nomem im conservatur amore, cum parua uel nulla sit amicitia subiectae multitudinis ad tyrannum, ut prehabit is patet”). Así lo explica el Papa Francisco, que no lo inventó para Cuba, sino que lo aplicó en Cuba:
Eso se llama amistad social, buscar el bien común…La enemistad social destruye, y una familia se destruye por la enemistad, un país se destruye por la enemistad, el mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra, porque son incapaces de sentarse y hablar. Bueno, negociemos, ¿qué cosas podemos hacer en común? ¿En qué cosas no vamos a ceder? Pero no matemos más gente. Cuando hay división, hay muerte. Hay muerte en el alma porque estamos matando la capacidad de unir, estamos matando la amistad social y eso es lo que yo les pido a ustedes hoy, sean capaces de crear la amistad social… Hay un proverbio africano que dice “si quieres ir de prisa, anda solo, pero si quieres llegar lejos, anda acompañado” (Palabras a los jóvenes en La Habana, 20 septiembre 2015).
Una vez propuesta una solución, el Pastor Universal eleva su oración a quien es símbolo nacional y madre de todos los cubanos y pide explícitamente por los que son excluidos y privados de su lugar en la sociedad:
Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre…y a ella le pido que mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal, y que esos «sus ojos misericordiosos» estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, sus familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar (Misa en Holguín, 21 de septiembre 2015).
La familia
Una vez presentados esos cuatro temas como sugestión a nuestro proyecto personal y nacional, el Papa se dirige a los actores sociales, entre ellos, en primer lugar a la familia, llamándola “escuela de humanidad”. En efecto, la familia educadora es el primer espacio donde abandonamos las “caretas”, para sanar el daño antropológico, la enemistad cívica y el analfabetismo ético, consecuencias todas de la fragmentación y la masificación, uno, fruto del individualismo, y la otra, del colectivismo:
Es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, el no ser avasalladores… Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos invitados continuamente a perdonar, a dejarnos transformar. Es curioso, en casa no hay lugar para las «caretas», somos lo que somos y de una u otra manera estamos invitados a buscar lo mejor para los demás… La familia nos salva de dos fenómenos actuales, dos cosas que suceden: la fragmentación (la división) y la masificación. En ambos casos, las personas se transforman en individuos aislados, fáciles de manipular y de gobernar, y entonces encontramos en el mundo sociedades divididas, rotas, separadas o altamente masificadas, que son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares, que es cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos enseñan a ser personas… La familia es escuela de humanidad…Cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad (Encuentro con las familias en la Catedral de Santiago de Cuba, 22 septiembre de 2015).
Con solo esta pedagogía familiar, tendríamos las herramientas para esos “cambios profundos” que pidió el joven estudiante Leonardo M. Fernández Otaño frente a la cuna de la nación cubana, el Seminario de San Carlos, donde el Padre Varela fundó nuestra identidad y nuestra cultura.
Los jóvenes
Es por ello que deseamos detenernos en este excepcional encuentro con la “dulce esperanza de la Patria”, los jóvenes, a quienes exhortó con mucho énfasis a “soñar”, que no es fantasear, sino abrirse, buscar horizontes y aspirar a la grandeza de la virtud y de un proyecto de vida trascendente. El Pontífice, pidió una libreta de notas y se puso a escribir y, luego, fue comentando las principales ideas que expresara con tanta libertad el muchacho universitario católico:
Una palabra que cayó fuerte: soñar. Un escritor latinoamericano, decía que las personas tenemos dos ojos: uno de carne y otro de vidrio. Con el ojo de carne vemos lo que miramos. Con el ojo de vidrio vemos lo que soñamos… no te arrugues, ¿eh? ábrete y sueña, sueña, que el mundo contigo puede ser distinto. Sueña, que si tú pones lo mejor de ti, vas a ayudar a que ese mundo sea distinto… En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar y un joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí mismo. Está encerrado en sí mismo. Cada uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder. Pero suéñalas, deséalas, busca horizontes, ábrete, ábrete a cosas grandes… Por ahí se les va la mano y sueñan demasiado y la vida les corta el camino, no importa, sueñen y cuenten sus sueños. Cuenten, hablen de las cosas grandes que desean, porque cuanto más grande es la capacidad de soñar y la vida te deja a mitad de camino, más camino has recorrido. Así que primero soñar (Palabras a los jóvenes en La Habana, 20 septiembre 2015).
Luego una advertencia tremenda que tampoco hay que leer entre líneas, ni rebuscar en diplomacias. Es una denuncia clara y directa del desempleo juvenil, de la cultura del descarte y de los jóvenes sin proyecto de vida ni esperanza a los que diáfanamente el Papa declara que no les queda más que la droga, el suicidio y el “irse por ahí”.
Un país que no inventa, un pueblo que no inventa posibilidades laborales para sus jóvenes, a ese joven le queda o las adicciones o el suicidio o irse por ahí buscando ejércitos de destrucción para crear guerras. Esta cultura del descarte nos está haciendo mal a todos, nos quita la esperanza y es lo que tú pediste para los jóvenes (se dirige al mismo joven)… yo me encuentro con un joven sin esperanza… por ahí una vez dije jóvenes jubilados. Hay jóvenes que parece que se jubilan a los 22 años. Son jóvenes con tristeza existencial, son jóvenes que han apostado su vida al derrotismo básico, son jóvenes que se lamentan, son jóvenes que se fugan de la vida…El camino de la esperanza no es fácil y no se puede recorrer solo… Y yo a ustedes jóvenes cubanos, aunque piensen diferente, aunque tengan sus puntos de vista diferentes, quiero que vayan acompañados, juntos buscando la esperanza, buscando el futuro y la nobleza de la patria (Palabras a los jóvenes en La Habana, 20 septiembre 2015).
A los que seguían atentamente cada palabra de aquel diálogo entre el joven y el Papa nos saltó el corazón cuando escuchamos primero a una sola voz masculina que gritó: “si nos dejan”. A esa voz adelantada y profética, como un desahogo del corazón y las entrañas, la siguió un coro improvisado y clamoroso que el “ruido” no pudo acallar: ¡si nos dejan, si nos dejan! Nosotros leemos por lo menos dos mensajes en este clamor espontáneo: primero un grito de libertad de expresión y denuncia que por un lado dejaba ver la disponibilidad de los que se expresaban a construir la cultura del diálogo, el encuentro y la amistad social, dejando claro de dónde venía el bloqueo a esta edificación cívica de una Cuba plural. La otra lectura, que no quita para nada la valentía y transparencia de este coro, es la siguiente: ¡Qué pena que unos jóvenes universitarios condicionen su proyecto de vida a “si nos dejan”, cuando toda persona debe tener la libertad y la responsabilidad de ser protagonista de su vida! Creemos que esto es, por una parte, el reflejo de la “libertad de permisos” que tenemos y, por otro lado y más profundo, el fruto de una educación paternalista que puede crear en los jóvenes una dependencia casi infantil. Así de compleja y dura es nuestra realidad.
La Iglesia
El Papa Francisco no fue menos claro y directo con la Iglesia en Cuba exhortándola a “acompañar todas las situaciones embarazosas”, no las fáciles y tradicionales, no solo las que le dejen, o tengan “un permiso”, dijo “todas”.
Queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos, sino caminando con nuestros hermanos (Misa en el Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre, 22 septiembre 2015).
El Santo Padre invitó también a la Iglesia en Cuba a no tener el alma apolillada, a no esconderse, a no ser rígida, a ser alegre en profundidad:
¡Qué importante, qué testimonio tan valioso para la vida del pueblo cubano, el de irradiar siempre y por todas partes esa alegría, no obstante los cansancios, los escepticismos, incluso la desesperanza, que es una tentación muy peligrosa que apolilla el alma!… No se escondan en miedos o en rigideces… San Ambrosio tiene una frase que a mí me conmueve mucho, ‘donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solamente sus ministros’ (A sacerdotes y religiosas en la Catedral de La Habana, 20 septiembre 2015).
La Patria
Destacando la unión germinal de la gestación de nuestra nacionalidad y cultura, de nuestra identidad patria con la presencia de la Iglesia Católica y especialmente de la maternidad de la Virgen de la Caridad, aceptada por todos como enseña de la nación, el Papa dedicó una larga mención en la que recordó la solicitud hecha por nuestros veteranos mambises a un predecesor suyo para que declarara Patrona de Cuba a María de la Caridad del Cobre, abriendo solemnemente el Jubileo de este centenario:
“María ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos… La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana -escribían los Obispos de estas tierras- suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos». También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, y escribieron: «Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas»… Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en caminos de desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo (Misa en el Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre, 22 septiembre 2015).
Creemos que esta visita papal ha ensanchado esa hendija pequeña, ha hecho fecundar al grano de mostaza y ha acelerado el palpitar del pueblo cubano. Nos toca, a cada uno de los que amamos esta Isla, ser protagonistas de esos “cambios profundos” que pedían los jóvenes, sin esperar a “que nos dejen”.
Los ritmos de las transformaciones y la resistencia al cambio
Mucho se ha hablado en Cuba y en la comunidad internacional del ritmo que necesitan las reformas en Cuba. El gobierno cubano, parece no tener prisas, más bien voluntad de ralentizar hasta donde se pueda. La sociedad civil, la Iglesia en Cuba y la comunidad internacional creen que se debe en primer lugar, saber hacia dónde se va con estas transformaciones, y además, agilizarlas sin perder la necesaria gradualidad y estabilidad. Así nos lo ha presentado el Papa en El Cobre:
El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez (Misa en el Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre, 22 septiembre 2015).
No escapó a la atención del Pontífice esa rémora que bloquea toda transición y que se esconde en la mentalidad de casi todos los actores políticos y sociales: la resistencia al cambio y al quedarse anclado en “lo políticamente correcto”.
Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón…Para Mateo, y para todo el que sintió la mirada de Jesús, sus conciudadanos no son aquellos a los que «se vive», se usa y se abusa… Sus conciudadanos son aquellos a quienes sirve. Su amor cura nuestras miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto (Misa en Holguín, 21 de septiembre 2015).
Vivir la revolución de la ternura
Al final de una etapa histórica, “muerta para siempre” de “dinastía y grupos”, que fomentó la lucha de clases, la división por razones ideológicas, la exclusión por motivos políticos o religiosos, la guerra como solución, la violencia como represión, el secuestro del alma violando todos los derechos, la manipulación de las conciencias para azuzar el odio a los tildados de enemigos, mercenarios y traidores; al final de un siglo de terribles totalitarismos de izquierda y de derecha, el Papa invita a otro tipo de revolución, entendida esta no como confrontación violenta de una clase sobre otra, sino como una “revolución de la ternura”, de la cultura del diálogo y del encuentro, de la compasión para liberar, del compromiso para servir. Ha sido la invitación más audaz, nada más y nada menos que convocada desde Cuba, con todo lo que consta en nuestra historia:
Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abiertos a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión, que no es lástima, es padecer con para liberar; y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones (Misa en el Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre, 22 septiembre 2015).
Terminada la tercera visita de un Papa a Cuba, quedan estos proyectos, estas palabras de ánimo y cariño, este soplo de cercanía y ternura. Una vez más lo reafirmamos: Nos toca a nosotros los cubanos instalar una Mesa de Diálogo Nacional sin exclusiones, buscar entre todos las mejores soluciones pacíficas a nuestros problemas y poner las bases más sólidas para edificar una sociedad nueva cimentada en el poder como servicio, la cultura del encuentro y la amistad social. El tiempo apremia. Cambiar nos cuesta a todos. Cuba vale la pena.
Pinar del Río, 23 de septiembre de 2015