Si el surgimiento de expectativas económicas puede mover la actitud de los ciudadanos de un país, provocando grandes cambios en su economía, la generación de medidas sistemáticas que no ofrecen soluciones reales a los problemas por parte de un Estado, puede provocar un daño mucho mayor.
La credibilidad en el gobierno disminuye en la medida en que anuncia y aplica políticas que no solucionan los problemas aún cuando los alivie momentáneamente. La posibilidad que tiene un gobierno de hacer cambios radicales en algún momento de su historia, es directamente proporcional con la credibilidad que tenga entre los ciudadanos.
Cuba está sufriendo una de sus peores crisis económicas. Las expectativas de que la crisis solo se recrudecerá, son inevitables en este momento. El surtido de ciertos productos en el mercado no es suficiente para cambiar esa sensación de que es necesario acaparar.
En medio de esta situación la credibilidad ciudadana hacia el Estado ha disminuido significativamente. No hay cifras, por supuesto, pero si usted se detiene en cualquier lugar a escuchar la opinión emitida libremente, de los cubanos, podrá escuchar muchas cosas interesantes, algunas sin sentido y otras no muy bien elaboradas o pensadas, pero no escuchará que la gente confíe en las expectativas de estabilidad que enuncian los medios de comunicación.
Cualquiera que haya vivido en Cuba durante algunos de los últimos 60 años, comprenderá que no se trata de prejuicios sino de experiencias vividas. Las estrategias económicas del gobierno cubano en las últimas 6 décadas no han sido coherentes con los fines anunciados de justicia e igualdad y mucho menos de prosperidad. Tampoco ha sido posible mantener la estabilidad, ni siquiera en el nivel de economía de subsistencia.
Sin embargo el discurso oficial nunca ha dejado de intentar minimizar las crisis, culpando a otros fuera de Cuba, y manteniendo el tono triunfalista de quien tiene una carta bajo la manga. Eso funcionó en algunos momentos para contentar al pueblo y poner a prueba toda la paciencia de que nuestro componente cultural asiático nos ha dotado. Períodos de espera y de prueba, de poner la esperanza en medidas económicas, y ayudas externas, en pequeñas aperturas que nunca aumentan y sin tiempo a estabilizarse, se cierran, nos han convertido en ciudadanos que no creen en soluciones que no sean rápidas y profundas, esenciales y sostenibles.
Y no son precisamente esas las características de lo que acontece en el ambiente económico de Cuba hoy. En tiempos de aumento del acceso a Internet, que permite la interacción directa con la realidad del mundo, no es tan fácil convencer a un pueblo de que pequeñas “suturas” resolverán grandes y profundas heridas como las de la economía cubana. No son tiempos de engañar a los ciudadanos con el anuncio de medidas o soluciones sistemáticas pero no reales, no efectivas, no viables ni sostenibles.
Son tiempos de menos anuncios y más propuestas concretas. Pero propuestas que hagan renacer la esperanza y la confianza. Mientras que las soluciones se mantengan dentro de un modelo que, incluso constitucionalmente, no puede cambiar, a pesar de haber demostrado su ineficacia y evidenciar su fracaso, esto será muy difícil.
Cuba necesita un cambio esencial en su modelo económico, que priorice la participación ciudadana en los procesos económicos y políticos, que promueva una economía eficiente, abierta, sostenible y sustentable, solidaria y subsidiaria.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.