Lunes de Dagoberto
Algunos amigos me preguntan mi opinión acerca de si hay probabilidades de que los sucesos ocurridos en Cuba, desde hace un año, se repitan. Se referían al 27N, al 11J, al 15N entre otros. No es fácil la respuesta. Tan difícil como crítica que es la situación. Por supuesto, igual a aquellos no será. No hay nada totalmente igual en la historia. Nadie es adivino para predecir el futuro, pero todos se preguntan ¿qué pasará en Cuba?
Las preguntas de siempre
¿Continuará esta escalada de represión? ¿Se aplicarán las altísimas condenas que se solicitan para personas que salieron a manifestarse pacíficamente? ¿A dónde ha conducido la represión y la fuerza en otros países? ¿No sería mejor un sobreseimiento de las causas abiertas contra todos los manifestantes pacíficos, desde San Isidro hasta el 15N?
¿No enviaría eso al mundo un mensaje de estabilidad y voluntad política de corregir la deriva de la represión? ¿No sería otro gesto el cese inmediato y público, por decreto, de los nefastos actos de repudio que ningún cubano pacífico quiere? ¿Con estos actos de repudio no se están inculcando unos métodos violentos entre cubanos que pudieran un día volverse, con un efecto bumerang, hacia los que lo promueven o hacia los que lo toleran? La violencia engendra violencia.
Aunque ninguna de las respuestas a estas preguntas es fácil de emitir con certeza, creo que pensar en ellas, buscar alternativas, convocar a la cordura y al cambio, una vez más, aunque hasta hoy y durante décadas ha vencido la cerrazón y el empecinamiento, puede ser ya el comienzo de un viraje histórico por el bien de Cuba que sufre. Que no nos distraigan los ruidos propagandísticos, ni las “curitas” a los rasguños. Esto es una crisis del sistema, es un problema estructural. No se resuelve, pintando un muro, o pavimentando una calle, ni visitando barrios marginales surgidos y crecidos después de 1959 cuando nos pidieron hipotecar la vida para erradicar las lacras del pasado. Pues ahí están, más numerosas y esparcidas por campos y ciudades, incluso en número creciente en la capital. ¿De quién es la responsabilidad de que hayan crecido? ¿De quién es la responsabilidad de que se nos esfume toda una vida?
Sin cambios estructurales no habrá solución
Últimamente, algunos académicos y visitantes, nostálgicos y románticos, intentan con un lenguaje oscilante y equiparador de causas y efectos, de víctimas y victimarios, zurcir con hilos gruesos de color extraño el viejo decorado que sirvió de fondo a las utopías totalizadoras que han mutado de ser un horizonte que huye siempre hacia el futuro para impulsarnos a seguir adelante, a ser una rémora de melancolías, un atranco que frena el desarrollo, una cadena que pretende atar a una nación en el pasado. Imposible.
Tengo la convicción de que no hay fuerza humana que pueda acerrojarnos al pasado. No hay leyes humanas que puedan entrancar el alma libre del ser humano. Todo es cuestión de tiempo. Pero aquí está el dilema: hay que decidir entre alargar la agonía del enfermo terminal con un ensañamiento seudoterapéutico o buscar aquellos cuidados paliativos que eviten el dolor y faciliten una salida en paz. Elegir bien es crucial para evitar a los pueblos transiciones violentas, para cuidar que se tenga un cambio en paz, lo menos costoso posible. Y es de todos sabido que la violencia, el repudio entre hermanos, la represión, los decretos inhabilitantes de los derechos y las condenas injustas, producen siempre los efectos contrarios de lo que intentan detener.
Todos sabemos que no habrá solución pacífica sin realizar los cambios estructurales, sistémicos y ordenados que son los únicos capaces de revertir la posibilidad real de que el pueblo cubano se vea obligado a escoger entre el caos o el volcán que cada cierto tiempo erupciona. Es evidente, claro y multitudinariamente expresado, que el pueblo cubano quiere libertad, patria y vida en paz para reconstruir la prosperidad.
El 11J cambió para siempre la valoración del asunto cubano. El pueblo salió a expresarse. Esa voz es lo más importante que ha ocurrido en los últimos años. Que ruidos y fallos, narrativas y propagandas, de un lado y del otro, no nos distraigan: el pueblo cubano habló el 11J. Habló el soberano. Todos, individualmente o en grupos, partidos o movimientos, no somos, ni debemos ser más, que servidores públicos de esa voluntad expresada el 11J.
A partir de aquel día lo más importante, decisivo y permanente es escuchar aquel grito, y comenzar los cambios profundos y verdaderos que son los únicos que traerán las respuestas a las demandas de libertad y progreso. Que nada nos distraiga, ni nos desanime, ni nos defraude, ni nos paralice. Antes, en los últimos 60 años, no teníamos forma real de certificar la voluntad del pueblo cubano. Eran solo señales en la noche, consultas parciales, movimientos heroicos pero limitados.
Pero el pueblo cubano habló el 11J, de un extremo a otro de la Isla. Claro, alto, conciso y coincidente: Libertad, Patria y Vida, Cambio. Volvamos siempre a esta fuente soberana. Bebamos de ella cuando se nos seque la esperanza. Acudamos a ese referéndum espontáneo e inconfundible cuando nos defrauden y confundan las voces circundantes. No hay nada más claro y firme, más orientador y esperanzador, que tener la expresión no manipulada del pueblo soberano. Nuestro referente es el 11J. Que un árbol, por muy frondoso que sea, no nos impida ver el bosque. El 11J es el bosque y el monte, de su fortaleza y plural existencia respiramos.
Las propuestas
- Tener como referencia la voluntad del pueblo que es el soberano.
- Aprender la lección de una vez: las personas, los grupos, los partidos y los movimientos, son solo servidores del soberano. Los servidores pasan, se renuevan, pero la nación permanece. Somos únicamente servidores de la nación, es decir de la dignidad de la persona humana y del bien común.
- Ese soberano reclamó el 11J: libertad, Patria y Vida, Cambio. Escuchemos su voz y busquemos las mejores soluciones para salir de esta crisis terminal por caminos de un diálogo verdadero y no de un diálogo fraude.
- Implementemos, entre todos, un cambio verdadero, no un cambio fraude. Que ese cambio sea con métodos pacíficos y no con la paz de los sepulcros.
- Que se decida un sobreseimiento de las causas abiertas contra todos los manifestantes pacíficos, desde San Isidro hasta el 15N. De todos los presos políticos.
- Que se emita un decreto prohibiendo para siempre los actos de repudio.
- Que nos pongamos todos a pensar para prever visiones futuras y propuestas plurales y viables para reconstruir la nación cubana. No sabemos el futuro, pero lo podemos preparar lo mejor posible.
- Cerremos la puerta a la frustración, al desaliento y la parálisis. Solo se puede llegar al futuro caminando.
Hasta el próximo lunes, Dios mediante.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
Ver todas las columnas anteriores