No dejes para mañana lo que debes hacer hoy

Por Bruno Vaccotti
 
Alfredo Stroessner y Augusto Pinochet. Fotos cortesía del autor.

Alfredo Stroessner y Augusto Pinochet. Fotos cortesía del autor.

Soy ciudadano de un país muy particular. Quiero compartir con ustedes algunos titulares de los últimos tres años, para que podamos llegar juntos a unas cuantas conclusiones:

 

  • “Paraguay, país más feliz del mundo”
  • “Paraguay, país más religioso de la región”
  • “La mujer paraguaya es la más gloriosa de América Latina, dice el Santo Padre”
  • “Paraguay, récord mundial de deforestación”
  • “Paraguay presenta el índice más alto de violencia intrafamiliar de la región.”
  • “Paraguay, el segundo país más corrupto de América Latina”
  • “El sistema educativo del Paraguay se encuentra entre los 10 peores del mundo”

 

Si estos titulares formaran parte de una orquesta, sentiríamos una disfonía, algo generaría un sonido muy raro y difícil de apreciar. Un país feliz y religioso, que a la vez es corrupto y violento con las mujeres. Suena un poco raro.

 

Somos hijos de la incoherencia. La misma ha sido la madre de nuestras naciones, abarrotadas una y otra vez por colonizadores, por dictadores, por hijos de la nada que se hacen políticos por aburrimiento y juegan al hambre de todos para la riqueza de unos pocos.

 

Paraguay está muy lejos (física, política y socioculturalmente) de Cuba, pero estoy seguro que este cúmulo de incoherencias de mi país les han permitido traer a la memoria las incoherencias de Cuba.

 

Nuestro régimen dictatorial “cayó” en 1989, luego de 35 años. Lastimosamente, me siento obligado a poner entre comillas la palabra “cayó”, porque, si bien podemos decir que somos un país con prácticas democráticas, la gran mayoría de las prácticas nefastas de nuestra dictadura siguen vivas y frescas, incluso con un nivel de mayor “profesionalización”.

 

Hoy, 26 años después, han pasado cosas muy tristes y desalentadoras, pero también cosas que nos inspiran para ser mejores personas y a revertir estas incoherencias.

 

Durante estos años, con la llegada de la democracia se han generado organizaciones que, hasta hoy, sostienen pilares de la sociedad excluidos, a los que el Estado no presta atención, han puesto sobre la mesa temas de conversación, han promovido iniciativas ciudadanas en búsqueda de una sociedad justa e inclusiva, han favorecido un equilibrio entre el acceso a las oportunidades, han buscado elevar la dignidad y fortalecer los derechos de nuestros pueblos originarios, han promovido acceso a una mejor educación y salud a comunidades aisladas. Todos estos procesos están aún en pañales, pero son hermosos y nos reconforta el alma verlos crecer.

 

Toda América Latina está con los ojos y el corazón en Cuba. Ojalá más temprano que tarde podamos recibir noticias de unas elecciones democráticas, de una caída de los grilletes que llevan los cubanos en sus corazones. Son gente muy bella y luchadora. No están solos, falta muy poco.

 

Cada uno de los países latinoamericanos que han sufrido el flagelo de cruentas dictaduras durante el siglo XX, han tenido que afrontar, de un día para otro, un camino de reconstrucción de su país, de la autoestima, de los procesos solidarios, empresariales, educativos. Ningún país se ha levantado sin el esfuerzo de su gente, es un gran móvil que se maneja con tracción a sangre, con mucho sudor y pocas horas de sueño. La transformación de un país nunca puede ser un proceso ni fácil, ni cómodo, ni expedito.

 

A nosotros, como paraguayos, la democratización de Paraguay nos tomó de sorpresa, como para comenzar de cero. Hoy, como cubanos, tienen la oportunidad asombrosa de adelantarse a los procesos que vendrán, construyendo ya, desde hoy, la Cuba democrática que anhelan. No esperemos a que se vayan los dinosaurios, desde hoy ya pueden juntarse, soñar y estructurar las nuevas reglas del juego, ser audaces, valientes (de todas maneras, la valentía no es más que saber soportar el miedo y superarlo). Que la democracia, esa novia tan amada y a la vez maltratada por todos, no los agarre desprevenidos.

 

Siempre que tengo la alegría de conocer cubanos, o bien iniciativas que están llevando a cabo para tener una Cuba democrática, me llena el alma saber que existen personas con espíritu de hierro, con corazón de león y la fuerza de mil tsunamis. Están en un proceso que sabemos ha sido (sigue siendo) largo y cansador, pero mírenlo desde la trascendencia: ustedes serán quienes escriban la historia de la “Nueva Cuba”, las generaciones venideras estudiarán sus nombres y sus historias, reescribirán las reglas del juego y por sobre todo, devolverán los colores a Cuba, con la misma libertad y melodía del tocororo.

 

Por eso me doy licencia para ser redundante: No dejen para mañana lo que deben hacer hoy. La democracia es una construcción permanente, exigente y agotadora. La satisfacción está en que las vidas que cambiemos serán las que marcarán nuestra inmortalidad.

 

No se trata solamente de Cuba, se trata del mundo entero. Enséñennos a construir/reconstruir una Patria desde el verdadero amor a la misma.

 

Mis mejores anhelos de que el “Cuba Libre” no sea solamente una bebida. Pronto, ahora.

 

Bruno Vaccotti (Asunción, 1987).

Emprendedor social paraguayo.

Gerente de Educación Emprendedora de la Fundación Paraguaya.

Miembro del Grupo Impulsor de la Ley Nacional de Voluntariado.

Director de Recursos Humanos del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay.

Miembro de Global Shapers Community, iniciativa del Foro Económico Mundial.

Columnista en el periódico Ejempla.

Trabaja en organizaciones cívicas en Uruguay y Chile.

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