Hace pocos días, pudimos leer en varios medios de prensa que las autoridades cubanas deseaban “éxitos” a Rusia en lo que llaman “operación militar especial” usando los eufemismos de la posverdad o neolengua que esconde, detrás de palabras ambiguas, lo que la verdad objetiva demuestra fehacientemente: la guerra de invasión de Rusia a Ucrania.
Esta noticia, junto a la no condena explícita y contundente a la invasión de la organización terrorista Hamás a tierra de Israel mientras solo se condena la invasión de Israel a la franja de Gaza, me sugieren dos temas de reflexión que van más a la profundidad de estos condenables hechos: el relativismo moral y el apoyo a las guerras en nombre de Cuba sin consulta previa al pueblo cubano.
El relativismo moral
El Cardenal Ratzinger, al entrar en el Cónclave de donde saldría elegido como el Papa Benedicto XVI, pronunció una de las condenas más contundentes y una de sus enseñanzas más esclarecedoras, sobre el relativismo moral que ha sido considerado el mal mayor del siglo XXI. Le llama la “dictadura del relativismo”:
“¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos” (Misa “Pro Eligendo Pontifice“. Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger. 18 abril 2005).
Opino que ese dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina» ha sido, también, el más grande desastre ético y filosófico que hemos vivido y sufrido los cubanos, sobre todo en las últimas seis décadas. Aunque para ser fieles a la verdad, esa banalidad frente a las ideologías, esa superficialidad que se expresa en el tradicional choteo cubano, ha sido un mar propicio para los ciclones que hemos vivido a lo largo de nuestra historia.
Cuba sufre hoy la deriva de uno de esos ciclones “extra tropicales” que, aunque venido de lejos, importado por un imperialismo euroasiático, encontró en el relativismo de los cubanos su versión tropical. Gracias a lo que Hanna Arendt llamó la “banalización del mal”, los cubanos hemos sido víctimas, muchas veces inconscientes, de la vida en la mentira, que nos ha acostumbrado a engañarnos, y a dejarnos engañar, relativizándolo todo. Por eso estamos como estamos.
No todo es relativo, ni todo es éticamente aceptable, ni todo se puede acomodar llamando bien al mal y mal al bien. Esta terrible confusión fundamental ha provocado, en la raíz del mal, todos los desastres que estamos sufriendo hoy en Cuba:
– Se trata de una confusión filosófica, trastornando las ideas, perdiéndonos en una vida sin sentido, mezclando las razones sin criterio y sin saber a las claras por qué y para qué actuamos así, hundiéndonos en este relativismo del “todo vale” con tal de “no buscarnos problemas”. Hemos sustituido la filosofía de nuestros padres fundadores por ideología extrañas y deshumanizantes. Es el relativismo de las ideas. En el mundo de las ideas, no todo vale.
– Se trata de una confusión mental que provoca el analfabetismo ético y cívico que no nos permite aprender a pensar, ni aplicar la lógica en un país en que la lógica no funciona. Es el relativismo de lo ilógico. En el reino del absurdo no todas las lógicas valen.
– Se trata de una confusión sentimental por falta de inteligencia emocional que provoca una especie de “erizo” sin sentido, de lástima equivocada y de una cierta atracción fatal hacia el que nos oprime. Es el relativismo de los sentimientos. En el campo de las emociones no todo vale.
– Se trata de una confusión al actuar sin primero pensar y de no discernir por qué estamos actuando así, en esta ya larga contradicción con nuestras ideas y sentimientos, con lo que somos en lo profundo, con lo que quisiéramos hacer y que el miedo, o la falta de un carácter bien formado, paraliza. Es el relativismo de la voluntad. Entre la anomia, es decir, la falta de voluntad y el voluntarismo caudillista, no todo vale.
– Se trata, en fin, de una confusión todavía más profunda que atraviesa transversalmente el pensar, el sentir y el actuar: se trata de la confusión espiritual, de la mezcla religiosa, porque ambas han conllevado a nuestro pueblo a la impiedad, a la superstición y al fanatismo, tal como lo alertó en su tiempo el padre de la nación cubana: el Padre Félix Varela. Aquello mismo está pasando en Cuba hoy. Han crecido los sincretismos más absurdos siempre que domestiquen y aquieten a los cubanos; han cundido las supersticiones más inmaduras siempre que nos saquen de la realidad en que vivimos y nos esposen a un mundo mágico y nos anestesien con una alienación esclavizadora. Es el relativismo religioso. En la espiritualidad y en la religión no todo vale.
No a las guerras de invasión
Se puede diferir acerca de las razones que provocan las guerras, pero todas las guerras tienen dentro de sí la negación del respeto a la vida y a las diferencias. Precisamente, por el relativismo del todo vale y del no pensar, y del no tener valores perennes y criterios de juicio bien formados, es que vemos cómo algunas guerras son “buenas” y se apoyan por los vientos ideológicos y geoestratégicos, al mismo tiempo que otras guerras similares son “malas” porque son del bando contrario. Cuba no necesita vivir en bandos, necesita cambiar con todos los cubanos. Por eso, es tan terrible la contradicción entre el discurso de que lo más importante es la independencia y la soberanía nacional y, al mismo tiempo, apoyar una guerra que invade la soberanía de una nación independiente.
Propuestas
A la altura de los tiempos en que estamos viviendo en Cuba y en el mundo es muy necesario, es urgente, luchar contra el relativismo moral, que en Cuba llamamos “doble moral”, pero que en realidad es no tener ninguna moral.
Es necesario y urgente educar las conciencias, enseñar a pensar con cabeza propia, pero también con criterios de juicio, valores determinantes y visión clara para poder distinguir el bien del mal, lo humano de lo deshumanizante, lo justo de lo injusto, donde quiera que ocurra.
Ocultando la verdad, manipulando la información, usando un neolenguaje eufemístico y confuso, los cubanos no podremos hacernos un juicio equilibrado, sereno y objetivo de lo que está sucediendo en Cuba y en el mundo. Y esto es éticamente muy peligroso, porque podemos apoyar y desear “éxitos” a lo que no es lícito, ni legítimo, ni ético. Mientras que, por otro lado, podemos condenar, reprimir y penalizar lo que es un derecho humano, una actitud ética y una actuación legítima.
Pongámonos al derecho.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.