Por Karina Gálvez Chiu
Ante los anuncios realizados por el presidente de Cuba Raúl Castro Ruz en el parlamento cubano, una opinión. Algunos esperábamos cambios esenciales, pero no parecen estar en la estrategia inmediata del gobierno. Los signos son de involución. Nada significativo de trabajo por cuenta propia, ni de autogestión. Más centralización, más disciplina y exigencia.
Los cubanos hemos escuchado con decepción los anuncios realizados por el presidente de nuestro país en la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, máximo órgano legislativo en Cuba.
Sí, con decepción. Es que la curva de nuestra realidad no acaba de estabilizarse por lo menos por un tiempo. A finales del año pasado teníamos esperanzas de que fuéramos a mejorar, conociendo el crecimiento del PIB durante varios años consecutivos. En febrero, escuchamos un discurso casi nuevo para los oídos de menos de cuatro décadas: crítica de la realidad y posibles soluciones; reconocimiento de lo absurdo de algunas prohibiciones y de los resultados de otros métodos aplicados. En fin, a pesar de todo, esperamos. Muchos nos creyeron ilusos a los que pensamos que era posible que hubiera verdadera voluntad de hacer cambios esenciales en Cuba, poco a poco, paso a paso, desde la ley.
Pero parece que el tiempo les dio la razón. No es que yo crea que no debimos esperar nada, creo que hicimos bien en dar un tiempo, una oportunidad más (después de cincuenta años) al gobierno cubano, por lo menos el beneficio de la duda ante la realidad nueva de un presidente distinto. Pero no puedo menos que expresar que, hasta el momento, me equivoqué. Porque en menos de cuatro meses el discurso cambió, o, por lo menos, si había varias alternativas de interpretación del primero, el de ahora tomó la menos conveniente para la economía y la sociedad cubanas.
– Se presenta una realidad adversa: poca producción, posibilidad de una crisis más severa en la alimentación, una seguridad social incosteable.
– Se anuncia el alargamiento de la vida laboral, junto a la posibilidad de tener más de un trabajo, pero exclusivamente con y para el Estado.
– Se expresa la preferencia por la gran empresa estatal. Nada significativo de autogestión ni de apertura al trabajo por cuenta propia. Nada de pequeña ni mediana empresa.
– Se pone como ejemplo de eficiencia, el método aplicado para lograr resultados económicos en el ejército.
Verdaderamente no lo esperábamos los cubanos. Es cierto que parece que se avecina una crisis mundial y Cuba está en el mundo. Pero parecía que acabábamos de salir del mal llamado “período especial” y los índices de crecimiento económico parecían anunciar más posibilidades de enfrentar cualquier crisis con menos efectos en la población.
En muy poco tiempo se ha elevado el importe de las pensiones por jubilación dos veces, por eso tampoco era de esperarse que se anunciaran problemas para costear la seguridad social. Tampoco era de esperarse que, en un país con un proyecto social que se llama socialismo, se anuncie que el 55% del presupuesto es utilizado en: educación, salud pública, cultura, deporte, seguridad social y administración pública; y que solo se mencionen cambios en la seguridad social. También podrían anunciarse cambios en la administración pública, para reducir el déficit presupuestario.
El alargamiento de la vida laboral ha sido recibido como una mala noticia para los cubanos y no como un signo de una sociedad que avanza, que ha crecido económicamente a cifras inimaginadas en los últimos diez años. Es signo de involución.
Tener dos trabajos, puede ser una oportunidad en un momento, pero, a la larga, puede convertirse en una carga. Especialmente para los jubilados, es una realidad de otros países que hubiera preferido no tener en Cuba. Lo justo sería conseguir lo necesario para vivir con un solo empleo. La posibilidad de tener dos, ha hecho que muchos en el mundo olviden la necesidad del descanso sagrado para la persona humana. Ahora es también una posibilidad en Cuba, poner el trabajo por encima de la salud, de la familia y de las capacidades humanas. Ya sé que otros lo reciben con agrado, pero nadie lo preferiría a lograr con un trabajo de ocho horas, el salario que le corresponde por justicia. La posibilidad de más de un trabajo da más dinero, pero también quita tiempo de descanso, de compartir en familia, de visitar enfermos y amigos. Esto no va con los cubanos. Es una realidad que duele a los que están fuera de Cuba, aunque lo hagan, lo necesiten y lo consideren una oportunidad. Y si esta posibilidad es solo con el Estado, la visión como oportunidad se reduce.
Que la gran empresa estatal sea preferida frente a la pequeña empresa privada es una afirmación que expresa la idea de continuar el monopolio estatal sobre los recursos. Como monopolio al fin, injusto, por ser poco socializador de la propiedad y de la gestión. Ya sabemos los cubanos que la distribución a mayor número de personas no se logra con la centralización de toda la actividad económica. No solo porque nos lo cuenten o nos lo digan los teóricos, sino porque lo hemos vivido. Ya lo experimentamos en el año 1994 cuando se abrió un poco la puerta a los trabajadores por cuenta propia. En Pinar del Río, lo que no logró el “Fruticuba” (servicio de venta de frutas y jugos naturales), con todos los sembrados de árboles frutales y todas las empresas de acopio a su disposición, lo lograron un sinfín de timbiriches1, expandidos por toda la ciudad: proveer de refrescos, batidos, jugos y hasta la escasa agua fría a todo el que transitaba por ella. Y así en toda Cuba. Los que hemos recibido servicios de particulares, la mayoría ilegales, sabemos de la superioridad del servicio, de la calidad, del alcance. Y hemos sido todos los cubanos, porque no hay manera de vivir en la legalidad y sin los servicios de particulares. ¿Cómo podemos entender que otra vez se diga que la gran empresa estatal es preferible a la pequeña empresa privada? ¿Preferible para quién? ¿Preferible para qué?
Escuchando esta afirmación de preferencia por la gran empresa estatal, recuerdo a alguien muy autorizado en materia económica y comprometido con el proceso político de Cuba, que me dijo, con desdén, que nosotros le dábamos demasiada importancia a los trabajadores por cuenta propia, que no eran más que un accidente en la economía cubana y mucho más insignificantes en la era de las transnacionales, de las grandes empresas. Me sorprendió que para un socialista, la gran empresa fuera más importante que los pequeños productores. También me sorprende ahora, porque la verdadera socialización es la que da más posibilidades a todos de participar como protagonistas de la sociedad, también en economía.
Por otra parte los anuncios de mayor exigencia en cuanto a disciplina laboral y en cuanto a trabajo, evidencian una apelación al miedo y a la conciencia que no han resuelto hasta ahora ningún problema.
La economía no se arregla con control, con exigencia o con represión. Tampoco con conciencia solamente. La economía hay que arreglarla con economía.
No puede aumentar la producción de papas “mandando a soldados a sembrar papas”. Los problemas económicos no se resuelven si no es con soluciones económicas. Los problemas civiles no se resuelven al modo del ejército. “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”2, diría Martí a Gómez. El eterno intento de fundir el poder civil y el militar que existe en Cuba desde la Asamblea de Guáimaro, que, gracias a Dios, optó por separarlos con la consiguiente primacía de la vía civilista. No se puede tatar un asunto de los ciudadanos como si fuera un asunto de soldados. Los ciudadanos no actuamos bajo el “ordeno y mando”, participamos en la sociedad ejerciendo deberes y derechos.
¿Cuál hubiera sido una buena noticia para los cubanos? Propuestas.
Un cambio estructural en Cuba tiene que pasar por la descentralización paulatina de la actividad económica. Esperábamos apertura al trabajo por cuenta propia, estímulo a la autogestión.
Son sobradas las experiencias en el mundo de lo que verdaderamente funciona en economía y también en Cuba durante los últimos cincuenta años. Sobradas son también las ocasiones en que lo que ha resuelto el problema no es más centralización, más control o más apelación a la conciencia.
¿Cómo es que ante otra crisis evitamos lo que nos ayudó a salir de la crisis en otros momentos y preferimos lo que nos ha llevado hasta ella, lo que estamos criticando, lo que el mismo gobierno considera errores?
Un cambio verdadero sería la posibilidad de la autogestión personal y familiar. Un cambio verdadero hubiera sido una apertura nueva al trabajo por cuenta propia. Esto hubiera estimulado a los cubanos. Hubiera representado esperanzas de poder solucionar las dificultades y enfrentar la crisis mundial de alimentos con más fuerzas. Porque las fuerzas no las da la riqueza económica solamente, las da también la posibilidad de alcanzarla y de lograr mayores grados de realización personal.
La posibilidad legal de trabajar y de emprender por cuenta propia ha sido un sueño irrealizado de muchos cubanos en las últimas cinco décadas. Sería la manera más justa de comenzar a solucionar los problemas que se plantearon en febrero y que se reconocen actualmente. Después de reconocer los problemas y promover debates para identificar las causas, ¿cómo continuamos con las viejas fórmulas de centralización total y más exigencias,
La autogestión es un derecho de la persona humana y ejercerla es un deber. Prepararla para ello es deber de la sociedad.
Es lamentable que en nuestra sociedad sea legal la vida dependiente de familiares en el exterior o de las dádivas del gobierno que otorga a algunos privilegiados, en ciertos momentos, la posibilidad de adquirir productos a precios subsidiados (los únicos que puede soportar un salario) y no lo sea la vida que se gana con el trabajo propio, con el esfuerzo personal. Nadie se hace fuerte dependiendo de otros, por mucho dinero que obtenga como regalo. Esto es sabido.
Comenzar los cambios por el aspecto económico, con apertura al trabajo por cuenta propia, hubiera sido más que cambio cosmético. Las posibilidades de comprar DVDs, celulares o entrar a hoteles legalmente, que escandalizaron a muchos en el mundo, por considerar inconcebible que no estuvieran antes en Cuba, se hubieran convertido en reales si los cubanos pudieran contar con ingresos provenientes del trabajo por cuenta propia.
No soy tan ingenua. No esperaba grandes y radicales cambios en poco tiempo, pero había que esperar.
Seguiré esperando. El uso de cosméticos brinda a las mujeres cierta seguridad en su apariencia, que se transmite al interior y comenzamos a mostrarnos más firmes en los propósitos, en el actuar, en la expresión, en nuestras exigencias. También puede suceder en el pueblo cubano, que los “cambios cosméticos” cambien su interior.
Sí, porque no hay realidad humana, que sea eterna. Mucho menos si agrede los derechos de la persona. Todo cambia y todo pasa. Ojalá que, en nuestra patria, los cambios se produzcan para mejor, y de la mejor manera. Aunque no sea ahora… Será.
(Pinar del Río, 1968)
Licenciada en Economía, 1994
Profesora de Finanzas en el IPE Rafael Ferro.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro de
Formación Cívica y Religiosa. Miembro del Consejo de
Redacción de Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.
Karina Gálvez Chiu