Más cenicienta que nunca

Por Maikel Iglesias
En verde oscuro, porción arrebatada a la provincia.

En verde oscuro, porción arrebatada a la provincia.
Manifiesto mi absoluto desacuerdo. A escasos días del anuncio por los medios oficiales del país, de una nueva división política administrativa, en la cual se declara a mi provincia: un lugar incompetente para subsistir con las libras de más y los achaques de su cubanísima topografía, dejándole sin Bahía Honda, Candelaria y sin su San Cristóbal; más o menos un cuarto de su territorio- ¡casi nada! Como quedarse sin piernas o perder un par de brazos, y que luego se nos aparezca un tipo haciéndose pasar por Cristo y nos venga a decir/dormir: levántense y anden-, tres municipalidades que no pocas glorias, procuraron a la tierra donde más tarda el sol en despedirse de la Isla. Un latido de la honra que heredé de mis ancestros, me convida a expresar mi discrepancia con tal despojo. A escasos días de una mala nueva, para una de las provincias más humildes de mi Cuba; reservorio moral de la nación, como dijeran muchos. Me declaro disidente de este ultraje.
¿Qué ha pasado con la dignidad de nuestras pinareñas y pinareños? ¿Hasta cuándo seguirán sus almas cautivas del silencio? Yo no estaba nacido en 1976, fecha en que nos separaron de Artemisa, Mariel, y Guanajay y otras tierras hermanas. Pero ahora que es mi tiempo generacional y ya no soy tan niño, hago señales de un pare angustiado, a esos que siguen talando los pinos en el bosque identitario de mi cuna, y hacen notar sobre las fantasías públicas, un como si no pasara nada en el contaminado río otrora navegable, otro cuento menor rumbo a las piezas teatrales, que hace demasiado tiempo engrosan la indecente enciclopedia de la ingenuidad mundial. Hace más de un año que se rumoraban tales divisiones y más cuales pérdidas, hace rato se escuchaban cuentos sobre una novísima ciudad clonada, para la cual precisarían óvulos fértiles de Vueltabajo y llamarían: provincia 26 de Julio. Pero estábamos tan ensimismados, tan metidos en los débitos del diario que dejaron los ciclones naturales y los contranaturales; que muchos creímos que sólo sería un cuento.
No teníamos maldad para pensar entonces, que alguien nos despojaría las mejores playas, los únicos centrales azucareros, la bahía y asiento de un puerto futuro inigualable, la cascada y los airosos manantiales que recorren las entrañas de Soroa (“al menos que nos dejen el jardín , que se queden el hotel si quieren”-propongo a los correveidile que llegan con cuentos de que así es mejor, total, no podíamos con tanta carga); y lo que no representa algo menor, sino faro permanente en nuestra historia de mujeres y hombres evangélicos, edificantes, hacedores de Patria con acentos y mayúscula; como Gilma Madera, Enrique Jorrín, Polo Montañés, Pepe Cáceres, Luis Giraldo Casanova; la lista sigue, seguirá, y es inmensa; tiritan en los cielos innombrados pero están, animan.
Pero ya han puesto la roja en las alarmas gubernamentales, otra vez nos quedamos dormidos; este anteproyecto ya gozaba de luz verde en los semáforos de quienes nos gobiernan. ¿A quiénes consultaron? A mí no me contaron en los votos ¿A cuáles de las madres y los padres de Pinar del Río, le pidieron las manos de sus tres princesas para desposarlas, según manda nuestra más campechana tradición isleña y no menos bantú? ¿Y es realmente por amor tal casamiento? ¿Por qué nos dejan solos otra vez? ¿Por qué esta forma de minimizarnos tanto?
Lo que fue nuestro intermedio, ahora es extremo. Le toca a Los Palacios ser frontera del levante. Seguimos dependiendo del monocultivo de una planta que es reconocida en todo el orbe por su calidad suprema, bautizada como habano en honor a esa ciudad donde se comercializa, y además se nos imparten órdenes, donde nos llaman y nos tratan como si fuéramos unos impedidos físicos, mentales y espirituales. A este paso un buen día nos borrarán del mapa, y le dirán a los sobrevivientes, que Pinar no existe, o que nunca existió; y harán con los difuntos un risible plebiscito para así determinar, un humilde, lugar para el entierro.
Maikel Iglesias Rodríguez (Pinar del Río, 1980)
Poeta y médico.
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