Medidas para comenzar a curar una economía enferma.

Por Oscar Espinosa Chepe
La economía cubana empeora drásticamente como consecuencia de los efectos de la crisis mundial. En el marco del permanente Período Especial, que ya dura 20 años, y los impactos de los tres huracanes de 2008, el gobierno ha reconocido tener serias dificultades en su capacidad de pago, algo terrible para un país muy dependiente del exterior.
En tales circunstancias, se estableció un plan de ahorro de portadores energéticos desde el de junio, que establece una reducción del 12, 0% del consumo eléctrico para el resto del año. Ello provocará una sensible disminución de la producción de bienes y servicios, y un crecimiento negativo del PIB en 2009. El transporte por ómnibus y ferrocarril ya ha descendido, e implantados recortes en las magras cuotas de los productos vendidos en el sistema de racionamiento, como los guisantes y sal, lo cual hace temer a la población minoraciones adicionales de los insuficientes productos suministrados por ese sistema desde 1962. Incluso, en las tiendas por divisa está presente un notable desabastecimiento, mientras se observan en los puertos una apreciable disminución de la entrada de cargas del exterior.
Esta situación crítica llega a Cuba, cuando se ha perdido un tiempo precioso sin aplicar las reformas estructurales y de concepto prometida por el Presidente Raúl Castro el 26 de Julio de 2007. Lo peor que pudiera suceder ahora, sería que el inmovilismo gubernamental se mantuviera, y continuara la negativa a emprender la liberalización de las fuerzas productivas, cautiva por decenios.
Resulta urgente abandonar conceptos fracasados y prejuicios absurdos para empezar a conjugar el interés personal de los cubanos con los requerimientos sociales. Las distintas formas de propiedad en modo alguno se contraponen; pueden complementarse en un clima de libertades democráticas, justicia social y la vigencia de un estado de derecho, donde los intereses de todos los ciudadanos sean considerados y respetados.
Desde hace años el gobierno ha reconocido la iniciativa privada. Pero contradictoriamente solo referida a los intereses extranjeros, negándoles obstinadamente a los cubanos el derecho a tener negocio. Hoy, cuando se habla hasta de (ahorro o muerte), ¿Por qué no se permite a los nacionales explotar en propiedad los millones de hectáreas de tierra cultivable ociosa y se les apoya en un contexto de gestión flexible? Esta medida respondería a los objetivos originales de la revolución, presentes en La Constitución de 1940, y con las ideas martianas favorables a la (Creación de muchos pequeños propietarios)
¿Por qué no se deja de perseguir y obstaculizar el trabajo por cuenta propia, cuando lo necesario es promoverlo y ampliar su marco legal, creándole un mercado mayorista para poder obtener legalmente los insumos? Paralelamente, se impone la necesidad de que el estado deje de administrar miles de tiendas, restaurantes y chinchales (micro fábricas), incontrolables centralmente, a través de un proceso de privatización o cooperativización voluntaria, en combinación con la posibilidad de que los ciudadanos emprendedores puedan crear Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES).
Esas medidas traerían beneficios económicos y sociales. Serían fuentes de riquezas, estabilidad al comercio exterior e interior, empleo y flexibilidad para la economía. A diferencia de las empresas estatales, que solo socializan pérdidas, las entidades privadas en Cuba arrojan un balance de beneficios para la sociedad. El pequeño sector agrícola es un ejemplo; con más del 20,0% de la tierra cultivada sin recursos y con muchas prohibiciones entrega más del 60,0% de la producción agropecuaria total… pagan impuestos.
Cuando la Administración Obama ha abierto la posibilidad de mayor envío de remesas, el gobierno cubano debería instrumentar medidas económicas, para que quien lo desee las utilice en la creación y promoción de empresas en el campo y la ciudad, a través de fórmulas fiscales, monetarias y crediticias.
Los cubanos residentes en el exterior podrían ser un decisivo factor de desarrollo, al igual que lo han sido los chinos de ultramar para su nación. Resulta absurdo continuar la práctica de procurar soluciones a nuestros problemas en otros lugares cuando con más seguridad podemos encontrarla entre compatriotas. Por supuesto, habría que crear un ambiente propicio y garantías para que esa política pueda funcionar. Un marco jurídico adecuado es indispensable, así como la determinación de abandonar esquemas políticos obsoletos que tienen entrampado el futuro de Cuba.
Ciertamente, nos encontramos en un momento de crisis mundial poco propicio, pero terminará, y desde ahora deben tomarse medidas para favorecer ese rumbo. También existe el enorme obstáculo de las relaciones anormales con Estados Unidos; sin embargo, ahora, gobierna allí una Administración dispuesta a mejorar los vínculos con la Isla. Las demandas de gestos positivos hechas a las autoridades cubanas, como es la liberación de los presos de conciencia y políticos pacíficos, o la toma de graduales medidas democratizadoras, resulta erróneo verlas como interferencias extranjeras, pues coinciden con urgentes requerimientos del más alto interés nacional.
Si la sociedad empezara a cambiar positivamente la repercusión internacional sería notable. La desconfianza sobre las perspectivas en Cuba podría atenuarse. No podrá pensarse en inversiones extranjeras serias, sin la normalización de la situación interna y el abandono de un sistema político y económico totalmente desacreditado.
Cuba enfrenta una situación complicada, pero existen vías para salir adelante. Solo falta voluntad política.
La Habana, 1 de julio de 2009.

Oscar Espinosa Chepe (Cienfuegos, 1940)

Economista y Periodista Independiente. Miembro de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE)
Fue Consejero en la Oficina del Primer Ministro. Jefe de departamentos en la Junta Central de Planificación, en el INRA y en el CECE. Especialista en comercio exterior del Banco Nacional de Cuba y diplomático en Belgrado.
Es uno de los 75 de la Primavera de 2003.
Reside en La Habana.
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