Me comprometo, luego existo

Por Livia Gálvez Chiu
Asumir un compromiso crea una responsabilidad y una obligación. Pienso que eso nadie lo duda.
En los últimos tiempos he visto reducirse la cantidad de personas que son capaces de comprometerse con algo. Un amigo me decía: “yo no me comprometo a nada, ni con nada; porque después no voy a poder cumplir”.
No podemos negar que hoy en día es muy difícil encontrar quien cumpla con la palabra dada. Este es un mal de la sociedad cubana. De diferentes oficios y profesiones, incluyendo personas que dependen de su propio trabajo para sobrevivir, es decir, que no reciben salario del Estado; de diversas edades; de diferentes credos; muy pocos son capaces de asumir un compromiso y cumplirlo.
¿Qué hace más daño, vivir en una sociedad donde nadie cumple con lo que promete, porque no ve el sentido de obligatoriedad que lleva en sí la promesa hecha, o vivir en una sociedad donde nadie se comprometa por miedo a incumplir?
Las dos son muy perjudiciales. Hay que estar atentos, pues cada vez nos cuesta más, tanto comprometernos, como cumplir aun con pequeños compromisos.
Desde que se nos regala la vida estamos comprometidos en un proceso de reciprocidad: Dios se comprometió con su pueblo y nosotros con Él, maestro con alumno, alumno con maestro, médico con paciente, paciente con médico, hijos con sus padres, padres con sus hijos, políticos y gobernantes con su pueblo, pueblo con políticos y gobernantes, amigos con amigos… y así la lista se haría interminable.
Esta relación de compromiso con el otro o los otros es lo que hace funcionar el mecanismo de la sociedad. Una vida sin compromiso es una vida vacía.
Querámoslo o no, estamos comprometidos siempre, pero somos libres a la hora de elegir si asumir o no, los compromisos. Y es aquí donde está el peligro, el miedo a incumplir no puede ser una razón para no comprometerse, debemos hacer todo lo posible y más, por cumplir, por no dar nuestra palabra en vano, por asumir todas nuestras responsabilidades, por no temer a las obligaciones, si no, nuestra vida pierde sentido, y el país va a la ruina.
¿Cuál hubiera sido la historia de la Creación, de la vida, sin el compromiso de Dios con su pueblo? ¿Cuál hubiera sido la historia de nuestro país sin el compromiso con la Patria de Céspedes, Martí, Maceo, Gómez y tantos otros? ¿Qué será de Cuba si los gobernantes no cumplen con sus compromisos, pero tampoco nosotros como pueblo somos capaces de sentirnos comprometidos con el futuro nuestro? Nada, no seremos nada, ni pueblo, ni sociedad… y más a la corta que a la larga, no seremos personas.
Comprometerse y sentirse obligado a cumplir depende, en la mayoría de los casos, de la voluntad. Somos responsables, en mayor o menor medida, de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Que le demos de lado a la situación es otra cosa. Que el miedo nos venza es distinto. Pero una solución podría ser asumir poco a poco pequeños compromisos, poner como pilar la voluntad de obligarse, darnos cuenta de que las obligaciones no son perjudiciales, sino al contrario, nos ayudan a encontrarle un rumbo a nuestra vida, un sentido a nuestra existencia, nos ayudan a crecer en humanidad y también nos encauzan en la entrega a los demás. Al menos podemos intentarlo.

Livia Gálvez Chiu (Pinar del Río, 1971).
Lic. en Contabilidad y Finanzas.
Reside en Pinar del Río

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