Lunes de Dagoberto
Con mucha razón y corazón debemos desear y expresar nuestro agradecimiento a todo el personal de la salud: médicos, enfermeros, técnicos, epidemiólogos, asistentes, auxiliares, transportistas, que han puesto en riesgo su salud por ayudar a preservar o curar a los demás.
Cada día, también Cuba, siguiendo el ejemplo de otras naciones, sumando su estilo propio, manifiesta esta gratitud a las 9 de la noche, aplaudiendo a todos los compatriotas y sanitarios del mundo que han desempeñado un trabajo esencial y eficaz en la lucha contra la pandemia de la COVID-19.
Esto nos permite reflexionar sobre el valor de la gratitud. El diccionario nos ofrece uno de sus significados:
“Sentimiento de estima y reconocimiento que una persona tiene hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual desea corresponderle.”
En efecto, la gratitud puede ser un sentimiento, una emoción y una actitud en el comportamiento humano, que constituye uno de los valores que más dignifican y contribuyen a la convivencia interpersonal y social.
Quiero destacar que la acepción de gratitud contempla tanto a quien ha hecho un favor de forma gratuita como al que ha prestado un servicio remunerado de una forma cercana, cordial y entregada, lo que se llama comúnmente un servicio humanizante y humanizador.
Por último, el concepto citado relaciona la gratitud con la correspondencia, es decir, cuando se establece una comunicación verdadera entre el gratificado y el gratificante, o en otras palabras, entre el que ofrece el favor o servicio, y el que lo recibe. Me permito referirme a la concepción de correspondencia que han ofrecido los filósofos correspondentistas clásicos, como Aristóteles o Platón. Ellos consideran que es “establecer una relación entre los pensamientos o las proposiciones por un lado, y las cosas o los hechos por el otro. Esta clase de teorías sostienen que la verdad o la falsedad de una representación está determinada únicamente por la forma en que se relaciona; esto es, si describe esa realidad con exactitud.”[1]
Si aplicamos esta correspondencia al simple caso de los “aplausos” como representación de la gratitud hacia los que trabajan en el sector de la salud, para que esta representación o acto simbólico sea auténtico, verdadero, es necesario comprobar si, además de un sentimiento, por tanto subjetivo y precario, este signo del aplauso se corresponde y describe una “realidad con exactitud”.
Dicho este fundamento teórico, vayamos al análisis del caso de los médicos, enfermeros y otros trabajadores sanitarios en Cuba. Quizá ayude ir por puntos:
- La gratitud como sentimiento existe en Cuba en medio de esta pandemia. Es innegable y loable, porque quienes lo expresan de forma personal y directa en los hospitales y en sus casas, corresponden este agradecimiento con otras actitudes personales, cercanía, amistad duradera, regalos, servicios ante necesidades que tienen en su vida personal o familiar.
- Los aplausos, pitos, campanas, música y otras iniciativas para expresarlo son un gesto buenísimo y cívico, que debemos apreciar como “signo” y “expresión” de la gratitud.
- Es necesario profundizar en el significado del gesto y su correspondencia con la realidad porque en el plano laboral, social y espiritual, comienzan a surgir las incoherencias. Es verdad, su solución no está en las manos de los pacientes o de sus familiares, ni del que aplaude, pero sí está en manos de todos, como ciudadanos, hacer conciencia, crear estados de opinión acerca de la necesidad del reconocimiento social, laboral y salarial, efectivo y eficaz, que merecen los médicos, las enfermeras, los técnicos y el personal de la salud en Cuba.
El reconocimiento social
Comencemos por este tipo de correspondiente gratitud que es la menos materialista. En Cuba, tradicionalmente, formaba parte de nuestra cultura el reconocimiento que la sociedad toda otorgaba a médicos, enfermeros, abogados, curas y pastores. No era por su “clase” social sino por su valioso servicio insustituible y perentorio. Este reconocimiento comenzó a ser demolido bajo el argumento de eliminar las “clases sociales” y por considerarse como expresión de la burguesía. Luego vino la prohibición de ejercer privadamente la profesión en sus consultas o clínicas, más tarde llegaron las movilizaciones de médicos y enfermeros a labores agrícolas “como cualquier otro”, luego las dificultades para el transporte y los médicos cirujanos sudando “la gota gorda” arriba de una bicicleta o a empujones en un ómnibus, para llegar directo al salón de operaciones o a una consulta desorganizada, ruidosa y masiva. En fin, que se fue perdiendo el reconocimiento social dentro de los mismos hospitales, en los consultorios del médico de la familia y en otros espacios de socialización. El reconocimiento social del médico y el enfermero debe recuperarse ya, desde educación en familia con los niños, en las escuelas, en los barrios, en las instituciones de salud, en los medios de comunicación que tanto insisten en el aplauso y eso es bueno, pero hay que profundizar. Un aplauso mejor sería recuperar la cultura del reconocimiento social de médicos, enfermeros, laboratoristas, y de todo el personal de la salud.
El reconocimiento laboral
Otra de las formas de profundizar en el significado de los aplausos es mejorar las condiciones de trabajo, las relaciones laborales y el respeto al ejercicio y a la bioética laboral de médicos y enfermeros. No se recuperará ese reconocimiento social si dentro del mismo centro laboral, dentro del gremio de la salud, no se establecen relaciones laborales humanas, creando unas condiciones de trabajo que le permitan al médico y a los enfermeros, a los laboratoristas y a los técnicos, hacer sus trabajos en un ambiente ordenado, equipado, con las facilidades que requiere tan delicado servicio, pero sobre todo con mucho silencio y paz. Nuestras clínicas estomatológicas, laboratorios, consultas y hospitales parecen campos de fútbol o estadios de pelota: gritos por los pasillos, chismes en las consultas, entra y sale de personas mientras se está consultando o reconociendo al paciente, llamadas telefónicas, puertas abiertas a la vista de todos. La disciplina, la limpieza, y sobre todo un ambiente de silencio y sosiego deben ser recuperados como “aplausos” a nuestros galenos para que puedan realizar bien su trabajo. Por otra parte, hay una escasa privacidad de médicos y pacientes, diagnóstico vociferado y luego comentado entre ellos sin pudor ni derecho a la intimidad, todas violaciones de la ética médica. Y médicos haciendo guardias muy frecuentes, sin condiciones personales y sin el descanso post guardia de toda la vida. Los aplausos son muy buenos pero… Un aplauso mejor sería recuperar las condiciones de trabajo y el tratamiento laboral de médicos, enfermeros, laboratoristas, y de todo el personal de la salud.
4. El reconocimiento salarial: Por último, pero no menos importante, lo que, por su parte, el marxismo ha considerado como “la base de todo el edificio social”, sus relaciones económicas de producción y servicios. Aunque discrepemos filosófica y religiosamente acerca de esa base como fundamento materialista de toda la sociedad, no dejamos de reconocer su importancia para la subsistencia y la calidad de vida humana. Una cosa es ser la “base” y otra cosa es ser un elemento decisivo en el estándar de vida de los ciudadanos. Los médicos, enfermeros y el personal sanitario deberían poder percibir, sea por su servicio estatal, como por sus consultas privadas que deberían ser legalizadas, porque existen en la vida real de nuestros hospitales. Basta ver las manos de los pacientes y las esquinas de las consultas llenas de jabas, paqueticos, cajitas, y otras formas de envoltorio cuando no allí destapados. Eso responde a la necesidad, compartida con otras profesiones y trabajos, que crea un salario insuficiente. No hay reconocimiento laboral ni social efectivo y eficaz si vemos a un médico o a una enfermera pugilateando el sustento, con las preocupaciones minuciosas y sistemáticas de lo esencial para la supervivencia que no logran asentar su cabeza para centrarse en su servicio inigualable. Mención aparte, requeriría el tratamiento salarial del personal de la salud que es verdad que sirven en innumerables países alrededor del mundo. Nadie critica que hagan el bien a esas poblaciones necesitadas y es de reconocer también, pero eso no quita que deseemos que se cambie el tratamiento salarial de esos cubanos que van a arriesgar su vida, invirtiendo la proporción de los ingresos que le pagan por sus servicios de modo que le toque al galeno o enfermero la mayor parte de su salario, aunque haga una contribución al sostenimiento del sistema de salud ya sea deduciéndolo directamente como ahora o como sería más normal, pagando impuestos por sus ingresos personales. Los aplausos son buenos, pero… Un aplauso mejor sería mejorar la retribución salarial de médicos, enfermeros, laboratoristas, y todo el personal de la salud.
5. Suplemento espiritual: En fin, que todos debemos agradecer de la mejor forma posible a nuestros médicos, enfermeros, técnicos, auxiliares y todos los que trabajan en el sector de la salud. Nuestras vidas están en las Manos de Dios a través de sus manos. Recuerdo a un buen amigo que iba a ser operado de cáncer y el día antes le dice al cirujano: “Doctor, me pongo en sus manos” y el médico inmediatamente le dijo: “Pídele a Dios que Él dirija y sostenga mis manos y todo saldrá bien”. Ciencia y fe unidas en el servicio al paciente. Es otro elemento que también humaniza los servicios de salud. Todo salió bien gracias a la competencia del médico y a la fe compartida con su paciente. Hoy en cada concierto y en cada conversación, el paciente ya totalmente recuperado da gracias a ambos por su salud recuperada. Este suplemento de fe para el alma, también vale un aplauso profundo de gratitud.
Vengan, por tanto, aplausos agradecidos cada noche, y que esos aplausos sean signos coherentes de los reconocimientos reales: sociales, laborales, salariales y espirituales que, sistemática y legalmente, vayamos otorgando a nuestros médicos, enfermeros, técnicos y auxiliares de la salud en Cuba. Parafraseamos aquel refrán latino: “Verba volent, scripti manet” (la palabra vuela, lo escrito permanece”), lo que podríamos cambiar diciendo: “El aplauso vuela, el reconocimiento permanece.”
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
[1] Enciclopedia de Filosofía, Vol. 2, “Correspondence Theory of Truth”, Arthur N. Prior, p. 223-224 Macmillan, 1969).
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.