Llegamos al 28 de enero, natalicio de José Martí, y me gustaría compartir, otra vez, su genial y profético pensamiento para Cuba y toda América.
Algunos analistas comparan la conjunción de los astros en el cosmos con el coincidir de diversas circunstancias, aparentemente inconexas pero que confluyen en un “momento” de la historia humana produciendo aquello que parecía imposible o, por lo menos, lucía muy lejano. Así, como si fuera “casualidad” se produce la causalidad de hechos y personas que se venían acumulando, acercando, juntando.
Un ejemplo de ello, a finales del siglo XX, fue la elección del Papa Juan Pablo II, la asunción de Mijail Gorvachov para Secretario General del PCUS, la elección de Ronald Reagan para presidente de Estados Unidos, la formación de un sindicato llamado Solidaridad y de un electricista que se convierte en su líder. Todo empezó en Gdansk porque querían despedir a una mujer de sus astilleros. Pareciera que todo lo grande comienza por la fuerza de lo pequeño y la eficacia de la semilla. El desenlace lo conoce todo el mundo: lo imposible se hizo posible.
Hoy en América y en el mundo se va dando esa conjunción de circunstancias críticas y complejas que van convirtiendo las pequeñas y aisladas causas en una crisis de crecimiento. Quiera Dios que así sea.
En este momento de América y de Cuba lo mejor es volver a Martí, pero no como quien acude a un cementerio o a un monumento inerte, sino al alma viva y señera de quien sigue siendo referente y profeta para este continente.
- Lo primero es prever. Así lo decía Martí: “el previsor, (…) que no reparte entre timadores el sudor del trabajo virtuoso, ese mide de antemano la ola y el vendaval, y pone a la patria por sobre su cabeza, donde no se la alcance el vaivén de la marejada, ni la aturda la alarma de los hombres”[i]. De aquí podemos inferir que lo necesario y prioritario es prever, es precaver para no tener que lamentar. El voluntarismo conduce al vendaval y decía el Padre Varela que “En nombre de los pueblos se han destruido sus riquezas, muerto sus hijos, destruido sus ciudades y, lo que es más, hollado sus leyes”[ii].
- Lo segundo es respetar. A veces, escuchamos descalificaciones entre cubanos, de todas partes, aquí y allá, de un lado y del otro. Sin respeto al otro, piense como piense, no se puede construir una democracia. Atacar con las mismas ofensas al que me ofende no es vencer. Ofender no es ganar. Respetar y destacar las virtudes de mi pueblo lo anima a seguir mejorando. Generalizar y considerar, por comparación, que un pueblo es mejor que otro, lo que provoca es desánimo y frustración, exactamente lo contrario de lo que se necesita en momentos de crisis. Todos los pueblos tienen gente con decoro y sin él. Juzgar a todo un pueblo por una parte de sus hijos, sean los valientes que expresan lo que sienten o sean los que se sientan en un parque a esperar una recarga para hablar con su familia, es por lo menos injusto, a la par que produce en todos, audaces y cobardes, una sensación de que nada se puede hacer en Cuba o en otro país. Y esa frustración y desaliento es, precisamente, lo que necesitan los que quieren seguir dominándonos. Así lo expresaba Martí: “yo sé que para atraerse a un pueblo, se ha de hacer lo que le inspire confianza, y no se ha de hacer lo que le teme. Cuando se sabe lo que un pueblo teme y se quiere ganar su voluntad sin engaño y con grandeza, incurrir en los actos temidos es confirmar su miedo”[iii].
- Lo tercero, es el amor frente al odio. Es difícil asumir esta mística cristiana y martiana, en fin, la única plenamente humana: devolver el mal con bien. La amnistía sin amnesia. Sin dar continuidad al círculo vicioso de la violencia. Lo estamos escuchando en estos días. “Tender manos, no torcer brazos”. Abrir puertas, y tender puentes. Esto no es relativismo moral, ni flojera, ni condescendencia sino hidalguía, fuerza interior, autoridad moral. Así lo decía el Apóstol de Cuba: “Lo que funda y restaña debe amarse, no lo que derriba y da suelta a la sangre, aun cuando parezca ley ineludible”[iv]. Y en otra parte dice Martí: “Amemos la herida que nos viene de los nuestros. Y fundemos, sin la ira del sectario, ni la vanidad del ambicioso”[v].
En fin, que para evaluar a un sistema o a otro, Martí nos da el método que él mismo utilizó: “Las cosas no han de estudiarse en los sistemas que las dirigen; sino en la manera con que se aplican y en los resultados que producen.” [vi]
Tengo la convicción de que, en las críticas circunstancias en que vivimos algunos pueblos de América, y la conjunción de contextos que pre-sienten momentos duros y peligrosos, estos consejos de Martí, pudieran servirnos de ayuda para pensar con la lucidez de la verdad, sentir con sentimientos de amor, perdón y justicia, actuar con prudencia, sentido común y por encima de empecinamientos ideológicos y políticos. Actuar con mucho tacto, con mucha sensatez y rectitud de conciencia. Lo que pudiera resolverse en paz, no debe tensarse hasta la violencia. No se puede conducir así a los pueblos hacia el abismo. Rezar es bueno, pero no basta: “Ora et labora”.
Todos somos, de alguna manera, responsables, aunque hay unos pocos que tienen mayor carga de responsabilidad con lo que pueda suceder. Nuestros comentarios, nuestros consejos, nuestras valoraciones y virtudes cívicas, pueden contribuir a crear un clima u otro. No se trata de disimular la gravedad del momento, ni de tapar las injusticias con un silencio cómplice o una manipulación amañada. Hoy más que nunca, para evitar la violencia, buscar la libertad, construir la democracia y vivir en convivencia fraterna, se hace más necesario aquella frase del senador pinareño, José Manuel Cortina en la Asamblea Constituyente de 1939, que dio a luz a la más grande de nuestras Constituciones en 1940: “los partidos fuera, la Patria dentro”.
Una Patria “en que quepamos todos”. Todos incluye, por supuesto, a los diferentes.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
[i] Martí, J. “La Crisis y el Partido Revolucionario Cubano”. Periódico Patria. New York. Agosto 19 de 1893. Tomo 2. p. 367.
[ii] Varela, F. “Cartas a Elpidio. Sobre la impiedad”. Editorial de la Universidad de La Habana, 1944. p. 32.
[iii] Martí, J. “Carta a Enrique Trujillo”. New York. 1885, julio 6. Tomo 1. p. 182.
[iv] Martí, J. “La Nación”. New York. 1884, septiembre 5. Tomo 10. p. 88.
[v] Martí, J. “Crece”. Patria. New York. 1894, abril 5. Tomo 3 p. 121.
[vi] Martí, J. “Escenas Norteamericanas”. La Nación. 1886, septiembre 28. Tomo 11. p. 82.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.