- “A mi madre”
- Madre augusta, constante protectora
- de un pueblo agradecido que te aclama,
- excelso corazón que el bien derrama,
- ángel de caridad, luz bienhechora.
- Pedro Estévez Abreu
El quince de julio de 1689 quedó fundada la villa de Santa Clara, la antigua Cubanacán de nuestros tainos. En medio de no pocas privaciones y fatigas, los colonizadores y sus familias, posiblemente un total de 18, se dirigieron a las sabanas de Antonio Díaz, para llevar a cabo el proyecto de establecer aquella villa. Con resignación, la comitiva hizo frente a las necesidades y desafíos que les rodearon en los comienzos y hoy, 335 años más tarde, los villaclareños celebran aquellos momentos históricos de la fundación de su ciudad, y recuerdan el sacrificio de unos pocos, y de los que luego vinieron después para construir esa hermosa ciudad. Mucha historia ha transcurrido por estas tierras y poblados en esos tres siglos, y nada mejor que recordar a una de las villaclareñas que ayudó a hacer posible que Santa Clara se convirtiera en el hogar de tantos cubanos que allí nacieron, lucharon, y ayudaron a su progreso. Me refiero a la ilustre patricia Marta Abreu Arencibia.
En el 1845, año en que nace Marta Abreu en Santa Clara, también nacen los patriotas Antonio Lorda, Ramón Leocadio Bonachea, Antonio Maceo Grajales, Jesús Rabí; Rafael Morales “Moralitos”, orador y patriota, y Bernabé (Bembeta) de Varona, general de la Guerra de los Diez Años. Si le preguntáramos a los astrólogos sobre esta coincidencia, nos dirían que esas personalidades de nuestra historia estaban en alineamiento, bajo las mismas estrellas, y que vinieron al mundo apuntando a grandes hechos y magníficas hazañas. No fue por casualidad sino porque el Todopoderoso así lo dispuso para que cumplieran misiones importantes.
Marta Abreu quería con pasión a su ciudad natal y a ella dedicó parte de su vida y de su cuantiosa fortuna en obras de caridad, edificaciones, y monumentos, algunos perviven aún hoy, y que son una muestra de su amor y generosidad. También donó parte de sus cofres a la causa de la libertad durante la Guerra de Independencia.
Marta y el prójimo
Cuando en 1876 fallece el padre de la familia Abreu, y meses más tarde muere la madre, la fortuna es distribuida entre las tres hermanas: Rosa, Rosalía y Marta, lo que facilitó a que Marta pudiera llevar a cabo la labor social, educativa y cultural que siempre había deseado para su provincia. Con aquella parte del dinero heredado establece escuelas, un asilo para ancianos, una planta eléctrica, la estación de bomberos y policía, un dispensario para enfermos pobres, y muchas otras obras importantes (ver listado al final del artículo).
Para Marta el prójimo es todo lo humano, y por lo tanto los pobres son una prioridad en su vida. El vínculo que ejercen en ella la fe religiosa y el patriotismo son el reflejo de su humanismo que no tiene color ni clase. A menudo exclamaba: “No es el color sino el alma lo que distingue a los seres”. Porque para ella la Patria la forman todos: los pobres y los ricos; las mujeres y los hombres; los negros y los blancos. Marta no puede concebir el destino de su país sin que se luche por el bien de todos sus ciudadanos. Aunque Marta y Martí no se conocieron personalmente, Marta coincidía con el ideario martiano de con todos y para el bien de todos.
Marta también aboga por el bienestar e igualdad de la mujer. El 3 de diciembre de 1893 escribe una carta a su amiga Teresa Quijano para felicitarla por el nacimiento de su nieto, y le dice: “… dígame como está el nieto, felicita a René por lo bien que se ha portado, dándole un hijo a la Patria. Dígale que todos los años repita la gracia pero que sean varones, porque ellos son los seres felices de su Universo”. Con gran ironía escribe Marta esto. Ella sabe que el hombre es el único candidato para disfrutar plenamente en la sociedad; que es el que decide las cosas, y que está en el más alto nivel del estrato social. Pero Marta no se resigna a esta inferioridad de la mujer y se propone romper esta desigualdad.
Muchas de sus obras demuestran su empeño para que la mujer prospere, como fueron, por ejemplo, los lavaderos públicos que mandó a construir en el Carmen, la Pastora, el Puente y el Condado, que se inauguraron en 1887. Marta los había mandado a hacer más que nada para las mujeres negras pobres, para que pudieran realizar sus tareas domésticas y a la vez reunirse, conversar y llevar a sus hijos a jugar con otros niños debajo de los soportales del edificio. También hace un sorteo de 20 máquinas de coser entre mujeres jóvenes para que puedan ganarse la vida y se valgan por sí solas; que tengan un oficio. Critica a las que no hacen nada cuando dice: “esas mujeres que se pasan la vida balanceándose mientras la casa está sucia… como me molestan”. Era su forma de reprochar a las mujeres ricas. Quería que se comprometieran más con las causas de los desposeídos, y que fueran más útiles a la sociedad. Era importante que salieran de su anquilosamiento, del ocio y de la comodidad, y se convirtieran en mujeres activas y luchadoras.
En memoria de sus padres, funda en 1883 el asilo de pobres San Pedro y Santa Rosalía. El fin era albergar alrededor de 20 familias y garantizarles comida y asistencia médica gratuita. Para sufragar los gastos del asilo mandaría a construir el Teatro La Caridad de manera que con las entradas y ganancias del teatro se pudiera mantener en funcionamiento el asilo.
“Saludo a Villaclara”
Como no tomar yo parte
en la fiesta que pregona
la virtud de la matrona
¿qué tantos bienes reparte?
Como mis versos no darte,
si la musa se engalana,
enalteciendo a la hermana
¿a quién el canto dedico?
Si mi patria es Puerto Rico,
de corazón soy cubana.
Salud, tierra venturosa,
que tuviste la fortuna
de servir de noble cuna
a la mujer más hermosa.
Si su mano generosa
sus favores te prodiga,
no esperes que yo te diga,
en presencia de la dama
que todo este pueblo aclama
¡sino que Dios la bendiga!
Lola Rodríguez Tió
El Teatro La Caridad
El 8 de septiembre de 1885, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Marta obsequia a Santa Clara con la institución cultural más importante de ese siglo en aquella ciudad: el Teatro La Caridad. Ya Cuba contaba por entonces con otros teatros importantes: el Teatro de la Marina en Santiago de Cuba (1823), el Milanés de Pinar del Río (1838), el Tacón de La Habana (1838), el Brunet de Trinidad (1840, el Principal de Camagüey (1850), el Sauto de Matanzas (1863) y el Terry en Cienfuegos (1890). Los trabajos del teatro La Caridad comenzaron en 1884, quedando inaugurado en 1885.
El ingeniero del Teatro La Caridad fue Herminio Leiva y Aguilera quien estuvo a cargo del diseño neoclásico de la edificación. Fue construido con tres niveles y cuatro palcos laterales; 16 de platea y ocho de tertulia; 244 lunetas y 76 butacas además de las situadas en tertulia y gradería. El auditorio consta con espacio para más de 500 espectadores. Cuando se construye posee una pequeña sala de conciertos, una cafetería, un restaurante, una barbería y un salón de baile. Aunque el exterior es sobrio, lo importante en su diseño son los nuevos ángulos del techo y la cantidad de ventanas y puertas que permiten una mejor circulación del aire, así como una decoración interior.
Las decoraciones fueron hechas por el pintor y escultor cubano Miguel Melero. También colaboraron en su decoración el español Miguel Arias y el filipino-cubano Camilo Salaya quien más tarde decoró el Teatro Terry de Cienfuegos. El suelo y las esculturas del lobby son de mármol blanco inglés, y los herrajes y los asientos se importaron de los Estados Unidos. Con el propósito de mantener en el imaginario de la ciudad la antigua Ermita de la Candelaria que había existido en la parcela de terreno donde se construyó el teatro, quedó reproducida su imagen en el telón.
El edificio se inauguró con una gran fiesta que incluyó varias actividades, y los ciudadanos de Santa Clara llevaron a Marta a la función en una carroza sobre una alfombra de flores. Luego el pueblo entregó a Marta una medalla de oro en la que le expresaban: «A la señora Marta Abreu de Estévez. Villaclara agradecida. 1885».
En sus años de esplendor artístico, debutaron en el escenario del teatro muchas personalidades internacionales como la compañía italiana de ópera de Gattini y Sigaldi, la compañía de zarzuelas de Guillermo Bolívar que estrena en 1908 La verbena de la paloma y La revoltosa. Actuaron cómicos cubanos como Leopoldo Fernández y Mimí Cal. Cantaron el famoso tenor italiano Enrico Caruso; Lola Flores, Libertad Lamarque, Jorge Negrete y muchos otros.
Marta también regala a su ciudad el alumbrado eléctrico, y para la inauguración Santa Clara fue engalanada en los días anteriores al 24 de febrero, que coincidía con el Grito de Baire, fecha prevista para el comienzo de la Guerra de los Diez Años. Debido al alboroto que la noticia del estallido de la contienda había provocado en la población, la fecha de la inauguración tuvo que ser cambiada para el 28 de febrero. Así fue como en la noche del 27 comenzaron los festejos con una serenata a Marta. Más tarde hubo una gala en el teatro La Caridad, y se develó una tarja conmemorativa en el Ayuntamiento. Además, Pedro Estévez Abreu, el hijo de Marta y Pedro, fue nombrado hijo adoptivo de Santa Clara. Sin embargo, las autoridades españolas tomaron esta celebración como una táctica para apoyar el alzamiento, y Marta y su esposo tuvieron que salir de Cuba hacia París.
El exilio
A París se había ido también un grupo de exiliados cubanos, la crema y nata de la sociedad de la época: los azucareros, los cafetaleros, los hacendados y terratenientes, y algunos intelectuales. En las tertulias parisinas donde se reunían muchos, Marta conversa con ellos para que apoyen y ayuden a impulsar esta guerra desde el exterior. Envía cables a Estrada Palma con el seudónimo de “Ignacio Agramonte” y así se mantenga su nombre en el anonimato. Está al día sobre los progresos de la contienda, y hace donaciones sin que se sepa que ella es la benefactora. Indaga sobre cuánto costaría alistar a un ejército, y sin pensarlo dos veces envía la cantidad requerida. Durante sus cuatro años de exilio, Marta dona 240,000 pesos, cuantiosa suma para aquella época que hoy significaría millones de dólares. Estaba Marta tan comprometida con Cuba y sobre todo con Santa Clara, que llegó a afirmar: “Dejadme. Mi última peseta es para la Revolución. Y si hace falta más y se acaba el dinero, venderé mis propiedades, y si se acaban también, mis prendas irán a la casa de venta, y si todo eso fuera poco, nos iríamos nosotros a pedir limosnas para ellos y viviríamos felices, porque lo haríamos por la libertad de Cuba”.
En Francia se reúne con el líder puertorriqueño Ramón Emeterio Betances quien, a petición de Martí, dirigía las actividades en Francia, y trataba de mantener unida a la colonia de exiliados cubanos. Conversa Marta también con el hijo de Carlos Manuel de Céspedes; con José Morales Lemus, Nicolás Azcárate, Francisco Vicente Aguilera, Manuel de Quesada, los hermanos Terry y otros. También se preocupa por dar a conocer su país a los franceses, y logra establecer una sala dedicada a la cultura cubana en la universidad parisina de La Sorbona.
La patriota también envía dinero para socorrer a los cubanos confinados en Ceuta, Chafarinas, Fernando Poo y otras prisiones de la Península. Hace obras de caridad, como cuando ayuda a la poeta Mercedes Matamoros a publicar sus obras para que esta pueda sostenerse económicamente con el dinero de la venta de los libros. También auxilia a la patriota manzanillera, Manuela Cancino de Beola, que había quedado viuda después de la guerra del 68 y con una hija a la que no tiene como mantener. Marta la ayuda desinteresadamente, y Manuela agradece su apoyo dedicándole un poema del que reproducimos unos versos:
“¡Villaclara feliz, tierra dichosa!
Mi corazón el parabién te envía,
Nació en tu seno la mujer hermosa
¡Orgullo noble de la patria mía”!
La benefactora también asiste a los deportados; paga pasajes y estancia a los escapados de las prisiones españolas; compra por su cuenta instrumental quirúrgico y medicinas para remitir al campo revolucionario, ofrece grandes cantidades de dinero para apertrechar expediciones, y todo esto con amor pues como ella afirma: “que va a hacer uno si no todo lo que pueda por sus semejantes”.
Fin de la guerra y regreso a Cuba
Al concluir la guerra, los esposos Estévez-Abreu regresan a Cuba en enero de 1899. Ya en su patria Marta se siente feliz y quiere continuar la tarea inacabada antes de su partida al exilio, así como la que se requiere por tantos estragos producidos por la guerra. Tiene que reconstruir y fabricar; ayudar a los huérfanos; aliviar a las viudas y a los pobres. También debe proseguir con su labor filantrópica y patriótica que incluye levantar una escuela vocacional de arte, porque dice que hay que despertar en el cubano su amor por las artes y la cultura.
Pero no podrían disfrutar mucho de Santa Clara por ser nombrado el Dr. Estévez, su esposo, como Secretario de Justicia bajo la administración norteamericana de ocupación, por lo que tendrán que trasladarse a La Habana. Marta desea estar en su querida ciudad y se ve en una disyuntiva. Pero no vacila pues su corazón y su patriotismo la llevan a la resignación.
Más tarde vendría otra prueba. Dice el etnólogo Fernando Ortiz que, “A propósito de la designación de candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la República, el nombre de Luis Estévez y Romero se balanceó en la cresta de la ola”. Marta estaba nuevamente en el umbral, aunque siempre dispuesta a subordinarlo todo por la necesidad del país. Estévez aceptaría la designación para la vicepresidencia de la República junto con Tomás Estrada Palma como presidente. Los sueños de Marta tendrían que aguardar una vez más.
Cuba es ya independiente y libre, y comienza la ingente tarea de instaurar la nueva república. Había mucho que hacer durante este período en el que se establece la Constitución de 1901 y se llevan a cabo importantes reformas políticas y sociales. Estévez labora en todo lo que la nación necesita, pero en marzo de 1905 renuncia a la vicepresidencia y el matrimonio se retira a su hogar en Cruces. Parece que por fin ha llegado la hora de satisfacer las aspiraciones de la noble ciudadana, y en la tranquilidad y la paz del hogar Marta vuelve a dedicarse, incansable, a sus grandes tareas: la casa, la cultura, la beneficencia.
Adiós a Santa Clara
Sin embargo, en junio de 1905, Marta y Luis emprenden viaje a Europa. Ya en Francia no cesa de recibir cartas de Santa Clara con pedidos y relatos de desgracias, “aquello que no puede una menos que atenderlas y servirlas; – escribía Marta en una carta. “Estoy pasando mesadas a varias familias que se han quedado en la calle, y pagando colegios a niñas que me han recomendado, y a otras que han quedado desamparadas”.
Pero Marta está enferma. Se somete a una cirugía de la que no logra reponerse y fallece en París el 2 de enero de 1909 lejos de su patria y sin poder ver ya más a su amada Santa Clara. Al llegar la noticia a Cuba, se declara duelo; las puertas de las casas y de los comercios despliegan crespones fúnebres y todos llevan luto. Santa Clara está conmocionada; todos la querían y admiraban. Unos pocos años antes, el 13 de febrero de 1898, en un discurso pronunciado por el General Máximo Gómez, este exalta a la patriota:
“No saben ustedes los villaclareños, los cubanos todos, cual es el verdadero valor de esa señora (…) Si se sometiera a una deliberación en el Ejército Libertador el grado que a dama tan generosa habría de corresponder, yo me atrevo a afirmar que no hubiera sido difícil se le asignara el mismo grado que yo ostento.”
Además, y más importante que su apoyo a la guerra, su ayuda a la ciudad, y sus donaciones a los pobres, estaban su fe y su caridad; sus ansias de que el cubano se encaminara; de que viviera de su trabajo honradamente, y que se esforzara para que Cuba fuera una nación próspera, que diera ejemplo al resto de la América.
El Dr. Julio Jover Anido, amigo de Marta, declaró años después la muerte de la patriota:
“Así los villaclareños miramos en Marta el resumen de la fe, de la esperanza y de la caridad como una combinación armónica de aquellos preceptos divinos que practicaba la dama esclarecida bajo esta fórmula que era la energía misma de toda su existencia: Ama al prójimo como a ti mismo”.
¡Qué suerte tuvo Cuba de contar con una mujer de la valía de Marta Abreu! ¡Cuánto no le debemos los cubanos a esta excelsa cubana; a esta patriota que tanto sacrificó por nuestro país! “No necesitó Marta ni solicitudes, ni la menor indicación de nadie para proceder tan noblemente, y lo ha hecho con sigilo, en silencio, sin alardes como han procedido siempre a sus actos de filantropía”, escribía en 1895 el periódico El Fígaro.
Hoy necesitamos dirigentes honrados; líderes íntegros como la Gran Benefactora que amen a Cuba y se sacrifiquen por ella. Hacen falta hombres y mujeres incorruptibles, decentes y justos, que deseen el progreso del país; que trabajen y quieran lo mejor para sus ciudadanos. Necesitamos patriotas rectos y honrados para que Cuba no vuelva a ser nunca más tierra de opresores; para que no se viva más en tiranía y en dolor. Que no haya más nunca necesidad de exiliarse, y que todos vivamos en un país en el reine la paz, la concordia, y la solidaridad entre todos los cubanos.
Si se encontraran personas así no tendríamos ya problemas, pues como escribió el historiador Rafael Marquina, “mientras haya patriotas como Marta Abreu, Cuba no puede ser esclava”.
EL LEGADO DE MARTA ABREU ARENCIBIA
- El Teatro La Caridad – 8 de septiembre de 1885.
- Colegio San Pedro Nolasco (31 de enero de 1882).
- Asilo de Ancianos San Pedro y Santa Rosalía.
- Obelisco dedicado a los sacerdotes Juan Martín de Concedo y Francisco Antonio Hurtado de Mendoza (15 de julio de 1886).
- Dispensario El Amparo para niños pobres enfermos y sus familias (1 marzo 1897).
- Escuela La Trinidad para niños negros.
- Escuela El Gran Cervantes para niños negros.
- Escuela El Buen Viaje.
- Reforma la Ermita del Buen viaje de los Padres Pasionistas.
- Escuela Santa Rosalía.
- Casa de Bomberos (1886).
- Escuela municipal Concedo (1886).
- Cuerpo de Policía de Santa Clara (1886).
- Construcción de cuatro lavaderos públicos: La Pastora, El Carmen, del Puente y el Condado. (18 mayo 1887).
- Estación meteorológica de Santa Clara, incluyendo todos sus instrumentos y equipamiento técnico (1889).
- Planta eléctrica para el alumbrado público de la ciudad de Santa Clara (1 de marzo de 1895).
- Estación de Trenes de Santa Clara.
- Erección del Puente sobre el Paso del Minero en Santa Clara.
- Instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos (1899).
- Donación de una bóveda para los pobres en el Cementerio de Santa Clara.
- Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní.
- Contribuyó a las reformas que se hicieron a las iglesias del Buen Viaje y la de Encrucijada.
- Reconstrucción de los hospitales de San Lázaro y San Juan de Dios.
- Mecenas de artistas, intelectuales y hombres de ciencia como los doctores Carlos de la Torre (científico), Julio Jover Anido (astrónomo) y Manuel Velasco (médico).
- Quince envíos de remesas para la independencia de Cuba equivalentes a más de 240,000 dólares.
Bibliografía
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B. Arocena, Marta de los Ángeles Abreu y Arencibia, un reportaje nervioso con clave de epistolario, Editora Nacional S.A., La Habana, 1945, p. 7.
El Fígaro, “Los mayores donantes, Marta Abreu Arencibia”, La Habana 1896.
García Garofalo, Manuel, Marta Abreu de Estévez. Apuntes Biográficos, Imprenta Masa y Ca., La Habana, 1918, pp. 131-132.
González, Manuel Dionisio, Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción, Imp. del Siglo, Villaclara, 1858.
Jover, J.L, “Discurso pronunciado por el señor Julio Jover y Anido en el salón de Sesiones del Ayuntamiento”, Editorial Berenguer y Co., Santa Clara, 1912.
“Los mayores donantes, Marta Abreu de Estévez”, El Fígaro, La Habana, 1896.
Marquina, R., Alma y vida de Marta Abreu, Editorial Lex, La Habana, 1951.
Martínez Massip, Annia, Lázaro Julio Leiva Hoyo, Yusleidy de Ávila Guevara, Roide Orlando Alfaro Velázquez, “Marta Abreu en tres épocas”, Islas, sept-dic. 2012, pp. 54-73.
Veitía, A., Marta Abreu, la cubana excelsa, Editorial Lex, La Habana, 1947.
Referencias
R. Marquina, Alma y vida de Marta Abreu, Editorial Lex, La Habana 1951, p. 70.
2 B. Arocena. Marta de los Ángeles Abreu y Arencibia, un reportaje nervioso con clave de epistolario, p. 7. Editora Nacional S.A., La Habana, 1945.
3 Ibidem., p. 11.
4 Manuel García Garofalo, Marta Abreu de Estévez. Apuntes Biográficos, Imprenta Masa y Ca., La Habana 1918, pp. 131-132.
5 A. Escobedo: “Discurso sobre Marta Abreu en la velada conmemorativa celebrada en el Teatro La Caridad”, 2 enero 1956, Ateneo de Villa Clara, Santa Clara, 1956, p. 4.
6 J. Jover: Discurso pronunciado por Julio Jover y Anido en el salón de Sesiones del Ayuntamiento, Editorial Berenguer y Co., Santa Clara, 1912, p. 6.
7 “Los mayores donantes, Marta Abreu de Estévez”, El Fígaro, La Habana, 1896.
8 R. Marquina, Alma y vida, p. 30.
- Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947).
- Investigadora e historiadora.
- Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
- Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
- Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
- Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
- Reside en Miami, Florida.