Por Dagoberto Valdés Hernández
Luis Carbonell, el acuarelista de la poesía antillana, falleció en La Habana el pasado 24 de mayo de 2014. Lo esperaban en el Cielo, sus inseparables compañeros de trabajo y cubanía: Ernesto Lecuona, Esther Borja, Bola de Nieve…
Le dieron la bienvenida ángeles y arcángeles mulatos y negros, danzantes y rumbosos, en apretado bembé con la Negra Fuló, la vecina Caridad, los dos abuelos, y tantos otros que se apiñaron en santiaguero guaguancó para arrebatarle la llave a San Pedro mientras cantaban a grito y son de tambor batá: Este negro tiene que entrá, ¡tiene que entrá! ¡tiene que entrá!
Cesan por un momento las clásicas liras y el arpa de cien cuerdas, las trompetas fulgurantes de los querubines enmudecen ante el agudo sonar de la corneta china. Santiago, el apóstol del caballo que le dio nombre a su cuna, lo monta en grupas para su entrada triunfal. ¡Dios mío! ¡Qué gran comparsa, qué sudoroso aleluya, qué mezcla de colores y notas, de gestos y cencerros! Cachita y la santa Bárbara, Changó y Yemayá, lo presentan, fulgurante, ante Dios en quien confió… hasta el final:
Señoras y Señores, Santos y Mártires, Vírgenes y Doctores.
Señor Jesús, Padre de la Poesía, Espíritu del Arte y de todas las lenguas y creaciones,
Con ustedes, de Cuba y para siempre en escena:
¡Luis Carbonell, el irrepetible!
Y aquí entran los comparseros con el bombo y los timbales, la sartén y la corneta, repicando sus méritos, ensalzando sus obras, resucitando su humanísima bondad:
Músico sin par, compositor sin igual, declamador insigne, maestro de generaciones de artistas…
Y los rumberos arcángeles repiten en sonsonete:
¡Cubanísimo, cubanísimo, cubanísimo!… ¡Irrepetible, irrepetible, irrepetible!
Luis lo dijo, claro y alto: No cambio a Cuba por nada, no me voy de esta Isla. Aquí me quedo.
Entonces entra el coro de 11 millones de cubanos: De modo que, si tu Isla caribeña tampoco te quiere soltar, si tu arte será insuperable y tu magisterio tan necesario… o te regresas o nos llevas… espabílate, “mi nengre” “que te me vas a quedar”… como Mariana.
Luis, perplejo ante tanto reclamo, espabilando el finísimo ingenio, subiendo y bajando las elocuentes manos, moviendo el esqueleto con urgente convocación… declama su último y más sorprendente poema con su acostumbrada picardía:
Ni me voy, ni regreso, ni los traigo… reúno en puente poético, lazo antillano y arcoíris mulato… ¡A la Isla que más amé y al cielo que más me ama!
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004,
“Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.