Siguiendo la saga de reflexionar sobre los valores hoy quisiera tratar los relacionados con la familia.
En primer lugar, hay que decir que la familia es en sí misma y por sí sola un valor fundamental. En efecto, la familia es y debe ser el nido, el hábitat humano primario, en el que cada persona encuentre el amor, el cuidado y las condiciones para su crecimiento y desarrollo personal. De esta forma, cada ser humano puede nacer, crecer, desarrollarse y morir, en el seno de un núcleo seguro que le aportará refugio, salud, alimentos y educación.
La familia y los valores
Es en la convivencia con el resto de la familia que las nuevas generaciones pueden experimentar, aprender y compartir, los valores fundamentales del respeto, la honradez, el amor, el servicio, la tolerancia, el cuidado de los mayores, entre otros valores indispensables para una vida feliz. Es esta la escuela primaria y experimental donde se inculcan los valores.
La familia y la educación
Otro de los valores de la familia es que es, y debe ser, la primera y principal responsable y protagonista de la educación de sus hijos. Una educación que saque lo mejor de cada niño, que lo forme como persona y como ciudadano con una educación ética y cívica. La escuela no puede suplantar la misión educadora de la familia. Los padres tienen el deber y la responsabilidad de no dejarse arrancar la educación de sus hijos y nietos.
La familia y la transmisión de la vida
Otro valor de la familia es dar origen a la vida, cuidarla desde su concepción hasta la muerte natural. En el seno de la familia se debe transmitir el valor supremo de la vida humana y darle sentido y amor a la existencia. La procreación es el valor supremo de la familia junto con el Amor.
La transmisión de la fe y los valores religiosos
La familia es también la primera escuela de fe y virtud. Es en el regazo materno, paterno y de los abuelos y abuelas que la fe se vive, se experimenta, se transmite. Con frecuencia los padres y abuelos no valoran suficientemente el tesoro incalculable que es transmitir la fe a sus descendientes y educarlos en la ética cristiana. Desde esa raíz religiosa crecerá la virtud personal, el civismo en las relaciones humanas y las formas superiores de convivencia social.
Cuba ha sufrido el enorme ataque contra la familia durante más de 60 años:
– El adoctrinamiento de las escuelas y los medios de comunicación.
– La separación de los hijos del seno del hogar en escuela al campo y en el campo.
– El desgarramiento terrible que han producido los imparables y crecientes éxodos que han provocado el dolor inenarrable de hijos que ven partir a sus padres, abuelos que se quedan solos, padres y madres que han perdido a sus hijos en el mar o en las selvas… Es tal el crimen que no hay palabras para narrarlo.
– La pérdida de la Patria potestad de la familia y el consiguiente fracaso en la formación del hombre nuevo que ha resultado ser el hombre dañado antropológicamente.
No nos quedemos en la queja y el desastre, volvamos a formar y valorar a la familia como gestora principal del amor, de la vida y de todos los demás valores y virtudes que Cuba necesita.
Al celebrar este año el 25 aniversario de la visita histórica de San Juan Pablo II a Cuba, deseo terminar esta reflexión con uno de sus consejos más sabios y necesarios: “Cuba, cuida a tus familias para que mantengas sano tu corazón”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.