A pesar de las múltiples dificultades de la vida cotidiana y de los momentos de frustración, estrés y decepción que de ellas emanan, comienzo el nuevo año con esperanzas. Me aferro a la creencia de que la “esperanza no defrauda”. Estoy convencido de que una vida con esperanzas es más fácil de vivir, y conduce a mejores lugares, que una vida sumida en la desesperación, el lamento y la queja estéril. No se trata de ser superficial, ingenuo o pecar de exceso de optimismo, sino de mirar la realidad cubana con detenimiento, analizar en profundidad las cosas que están sucediendo, tomar distancia de las emociones y usar la razón, descifrar los signos de los tiempos. Cuba está en camino a un cambio definitivo, el sistema político-económico es insostenible, la gente no solo lo sabe, sino que comienza también a exigir nuevas respuestas a los mismos problemas de siempre, y las autoridades cubanas siguen año-tras-año haciendo gala de su incompetencia para gestionar los asuntos de la nación. Esta combinación de factores habla nítidamente de transformación, de cambios, y por tanto de esperanza.
El propio hecho de que el cubano de a pie, nosotros mismos y quienes nos rodean, estamos cansados y agobiados por la escasez y otras dificultades diarias, constituye la principal barrera que nos hace creer que no hay solución, que las cosas no cambiarán, que no vale la pena gastar la vida en estas circunstancias, que no tenemos derecho a algo mejor, entre otras ideas enemigas de la esperanza, pero totalmente entendibles desde un punto de vista humano. No obstante, junto a esta realidad, convive otra, más silenciosa, que a veces pasa desapercibida, que nos invita a la esperanza y que nos hace creer que las cosas ya están cambiando para bien de todos los cubanos. Algunos de esos signos, de los que ya he hablado en otras ocasiones, pero que creo vale la pena resaltar, son los siguientes:
- El despertar de la crítica y la protesta ciudadana. No caben dudas de las diferencias de la Cuba actual con la de hace 5 o 10 años. Ahora hay un despertar de las conciencias de muchos cubanos, ciertamente facilitado por el acceso a internet y las posibilidades que de ahí se desprenden. Hoy se cuestiona al poder, se critica abiertamente, incluso se obliga en determinadas ocasiones -por medio de la denuncia en redes sociales y el debate público en general- a cambios en políticas de gobierno, algo que no existía hace unos años.
Los cubanos parecen cada día adaptarse mejor a esta nueva manera de relacionarse con el poder, en la que ya no nos quedamos callados, en la que ahora tenemos medios para hacer oír nuestra voz, y empujar para que se escuchen nuestras demandas. Es cierto que se necesita más, es cierto que algunos temas no han sido escuchados por las autoridades, pero el hecho en sí de que la gente tenga la posibilidad -y a menudo la usen- de hacer oír sus voces, es un cambio radical que seguirá creciendo y democratizando la gestión de la economía y la política en Cuba. Algunos ejemplos, que demuestran la importancia de este cambio son los siguientes: 1. Proceso de discusión sobre la aprobación de la nueva Constitución; 2. Campañas para la liberación de disidentes y opositores, o en contra de decretos y leyes contra los derechos y libertades; 3. Demandas o peticiones ciudadanas en determinados sectores; 4. Quejas ante insuficiencias salariales, precios de internet, electricidad u otros productos; 5. Rechazo a la represión, la burocracia y la ineficiencia; 6. Humor crítico hacia las políticas y acciones del gobierno, entre otros muchos ejemplos que demuestran un empoderamiento ciudadano, una participación mayor, y unas dinámicas que fuerzan para que haya más democratización, más gobernanza, más inclusión, en la Cuba actual.
- El crecimiento de la auto organización ciudadana. Es evidente que la sociedad civil cubana ha crecido en auto organización, definición de roles, surgimiento de nuevos actores con diversos y diferentes lenguajes y métodos que los tradicionales, existe mayor interconexión. También es una sociedad civil más amplia que ha crecido en organizaciones y grupos de diversos sectores de la sociedad, no necesariamente disidentes, pero sí con un impacto en el mundo del emprendimiento, de la generación de pensamiento, de las redes sociales, de la prensa, del arte, de los asuntos religiosos, y de otros temas vinculados con la cultura y con la vida cotidiana de los cubanos.
Hablar de sociedad civil, de derechos humanos, de demandas sociales, de diversidad o de discrepancia, de participación ciudadana, de grupos independientes al poder y de la validez de sus demandas, así como de su legitimación, son temas que cada vez son más conocidos, más comunes, más aceptados y defendidos por los cubanos de a pie.
Al mismo tiempo, hoy tenemos una sociedad civil más vigorosa, más interconectada entre sí y más cerca de la gente por las nuevas oportunidades de internet y las tecnologías de la información y las comunicaciones. Una sociedad civil cada vez más dinámica, abierta, pacífica, transparente, conciliadora, madura y creíble de cara al pueblo, a pesar de los intentos de las autoridades y los medios oficiales por descalificarla. Esta sociedad civil ha logrado reformar la agenda mediática del gobierno, ha traído nuevos temas a las discusiones sobre el futuro del país, ha visibilizado -y cada vez lo hace de mejor manera- temas que antes eran desconocidos, y ha forzado al propio gobierno a visibilizarla ante el público nacional.
Una situación límite es también una razón de esperanza
Por otro lado, la crisis cada vez es mayor, los problemas se acumulan, y la desesperación se hace cada vez más presente en la vida de la gente y esto, aunque parezca un motivo para ser pesimistas y para no confiar en las posibilidades de mejoras, es sobre todas las cosas una señal de que el cambio se acerca, de que estamos tocando límite. Y cuando se llega al límite no queda de otra que cambiar, que emprender nuevos caminos, quizás no por voluntad expresa del gobierno pero sí por una imperiosa necesidad impuesta por la realidad de las cosas. El tiempo de experimentos, de pedir más sacrificios, de un gobierno que manipula y se aferra a lo mismo de siempre, se está acabando, y cuando acabe, otro tiempo vendrá, otro que debemos acoger con alegría, pero con cordura para que sea mejor que los anteriores.
La realidad cotidiana hace evidente que tenemos un gobierno incompetente y cada vez más desacreditado, la gente no confía, y día a día se obtienen nuevas pruebas de la incapacidad de las autoridades para gobernar con un mínimo de eficiencia, con un mínimo de cordura. Se siguen realizando experimentos que una y otra vez han arrojado resultados nefastos, se sigue supeditando el cambio verdadero, las reformas trascendentales a criterios ideológicos que responden al Partido Comunista. Se sigue ignorando el papel del conocimiento y la ciencia como solución a los problemas que se presentan. Se sigue sometiendo a la población bajo prácticas totalitarias, ignorando al que piensa diferente -o reprimiéndolo- y justificando cada fracaso. Se sigue culpando al enemigo externo, pero sin asumir los cambios que dependen de la voluntad política del gobierno. La gente es consciente de estas realidades, y las critican incluso públicamente. El rechazo social a la incompetencia gubernamental sigue creciendo, y es cuestión de tiempo que los cubanos digan basta, y opten por un gobierno diferente, por uno que verdaderamente responda a sus intereses.
Pudiera citar muchos otros ejemplos o realidades que invitan a ser optimistas, a apostar por la esperanza, a no desesperarnos y saber resistir este momento difícil con perseverancia, con fe, con alegría en la medida de lo posible, y sobretodo muy ocupados en la preparación de ese futuro que ya se acerca y que, si queremos, puede ser mejor. De nuevo, no se trata de superficialidades, ni de ingenuidad, o creencia ciega en que el futuro será mejor y que además está cerca, sino se trata de mirar los signos de los tiempos, de actitudes de vida, de formas de enfrentar la realidad, de los principios y valores sobre los que fundamos nuestro actuar cotidiano. Se trata de ser protagonistas de nuestras vidas y de emprender el camino que escojamos. ¡Yo escojo el de la esperanza y el compromiso humilde, pero perseverante!
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico. Licenciado en Economía.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.