Los rostros de la ciudad

Foto de Adrian Martínez Cádiz.

Dicen que las ciudades se parecen a su gente… Al menos así lo ilustra el fotógrafo Adrián Martínez Cádiz. Si se mira detenidamente, hay una correspondencia directa entre la ciudad y los rostros que captura su lente.

El artista no limita su desempeño escogiendo lozanía y resplandor, sobre destrucción y tristeza. Sino que, como si de una moneda se tratase, evoca ambas caras de una realidad en la que nos inserta al contemplar su obra. Los rostros fotografiados nos interpelan. Algunos lo hacen desde una profunda melancolía, otros con la más cálida sonrisa, o la pía devoción de los que tienen fe. Escenas que por desgracia se han vuelto cotidianas nos hieren las pupilas: la soledad, la pobreza, el abandono en la vejez, la limitación de los sentidos, la invalidez de un pueblo que trata de caminar en tinieblas, en medio de una ciudad derruida. La potencia de la imagen se ve aumentada en la elección del gris para reforzar esta idea de enfermedad y desidia. Al mismo tiempo las efigies marcan, no solo lo que es la esencia misma de la fotografía en tanto capta un momento, sino que evidencian gentes, ciudades, ritmos que se han detenido en el tiempo. Caminos, andaduras que se siguen transitando sin éxito.

Del mismo modo la ciudad mira, involucra, se yergue unas veces, otras no puede con los años y los achaques, como dicen los más viejos. Sus edificios, sus puertas y ventanas hablan de destrucción y parálisis, de tiempo muerto, el gris lo colorea todo. Unos lugares más ricamente adornados, como algunas personas, y otros avisan que no pueden más, que se derrumban… algunos edificios, en franca identidad con su gente, se transfiguran, resisten, se maquillan. Otros simplemente son, con su personalidad propia. Algunos se levantan altos, por encima de todo, cual Capitolio que corona la miseria.

La ciudad y su gente se parecen. Son estampas del pueblo que lucha a pesar de todo y se aferra a la fe como recurso trascendente. La imagen de la señora coronada por el reflejo de la Virgen es poderosa. Transmite y remite a entregas profundas de la persona, al abandono fructífero de quien se sabe protegido. Algunos reafirman otra forma de fe, ideologías a pesar de todo.

El tratamiento de la imagen en planos cerrados refuerza la idea de abandono, tristeza, tiempo inmóvil. El fotógrafo concentra hábilmente la atención sobre detalles que considera trascendentes. Tal es el caso de la fotografía que capta un pie sucio sobre el tronco de un árbol. Esta imagen es quizá la que mejor ilustre el sentido de camino e inmovilidad, antónimos en su naturaleza. Tal como la ciudad y su gente. Las ciudades, inmóviles, son habitadas por gentes que “debería” moverse y avanzar, pero que en este caso no lo consiguen.

El Apóstol de Cuba no escapa de la cámara. Curiosamente esta escultura que recoge la lente es de gran movimiento y soltura. Ni la muerte puede liberar a Martí de su vocación para transformar, y liberar lo petulante. Otras imágenes que hablan de ponerse en camino, son las relacionadas con la Patrona de Cuba. La fe mueve montañas, y personas, y ciudades.

 

 


  • Wendy Ramos Cáceres (Guane, 1987).
  • Artista independiente.
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