Por Luis Cáceres Piñero
En todas partes, en cualquier época, existieron los intermediarios y también los acaparadores. Estos últimos, por escasez temporal de uno o más productos, los acumulan para su venta posterior, a lo que se le llamó “bolsa negra”, por ser ilegal.
Hay otros a los que injustamente se les llama acaparadores. Son los que compran productos, no con fines comerciales, sino personales: como el que compra tubos de luz fría, unos caramelos o unos huevos de más, pensando que al otro día puede que no haya. Esto es tan normal que no he conocido a alguien que lo haga distinto.
Pero a los que me quiero referir son también motivados por la carencia de determinados productos. Ellos son conocidos como los merolicos o revendedores, a los que es muy común verlos atacados por los medios de difusión, acusándolos de afear el lugar donde venden, enriquecimiento ilícito, y peor aún, de ser los culpables de la escasez de casi todo. Es muy triste que aún hay personas que lo creen, dejándose engañar por quien no está engañado. El agua también se acapara y nadie dice nada. La Empresa de Acopio es intermediaria. Los merolicos también lo son. La diferencia radica en que la primera es estatal y los segundos son privados. No poseen oficinas, ni secretarias, ni aires acondicionados. Tampoco gastan gasolina. Pudieran vender sus productos más baratos si no fuera por lo caro que los compran en tiendas estatales, donde además dejan las ganancias de cada día.
En una economía de mercado la figura de los comerciantes, los conocidos peyorativamente en Cuba como revendedores, es bien valorada por su oficio. En una economía planificada como la nuestra, el Estado quiere solo para sí este oficio. Esa es la función de las Empresas de Acopio, que en realidad son empresas comercializadoras centralizadas.
Siempre se habla del precio puesto por los merolicos pero nunca de la carne de res, un pasaporte o materiales de construcción, solo citando estos ejemplos entre cientos más en manos estatales. Sí, ya sé, el médico es gratis, pero la medicina, cara.
El destino de lo adquirido por merolicos o revendedores es el consumo de la población. Nadie compra para botar. Entonces está claro que lo que no hay es producción. Para resumir: los merolicos son ahora necesarios en nuestro país porque:
1.Benefician al que le compra. En muchos casos no tiene que madrugar ni hacer largas y desorganizadas filas con el riesgo de que se acabe lo que busca y por esta razón crearse riñas, siendo esto una cuota de tensión más que también tiene su precio.
2.Se benefician ellos mismos, pudiendo comer, digamos, un pedazo de carne una vez por semana o arreglar las goteras de su casa, o comprar un par de zapatos.
3.Benefician además al Estado porque le brindan la justificación de las carencias reales de los productos.
Luis Cáceres Piñero (Pinar del Río, 1937).
Pintor.
Reside en Pinar del Río.