LOS HITOS Y EL PROCESO DEL CAMBIO


Miércoles de Jorge

Dos años después de un mes histórico para Cuba, para el activismo cívico y para la sociedad civil en general, la desesperanza amenaza con adueñarse del discurso y de la realidad de los cubanos de a pie. Aquel noviembre, como también sucedió en el mes de julio del 2021, y luego nuevamente en noviembre pero del 2021, muchos cubanos manifestaron su descontento de una forma u otra, protestaron con los medios que tenían al alcance y dejaron claro al gobierno cubano y a la comunidad internacional que, en Cuba, queremos un cambio de sistema.

Los sucesos más notorios fueron los asociados al movimiento San Isidro, y la posterior concentración del 27 de noviembre, que se produjo frente al ministerio de cultura, para protestar por la represión contra dicho movimiento y para pedir un diálogo verdadero a las autoridades. Un diálogo para exigir el fin de la represión, el reconocimiento de la sociedad civil, libertades y derechos que por muchos años han sido irrespetados.

Cuando en un contexto totalitario se producen protestas e iniciativas cívicas de este tipo, no cabe duda que sube la autoestima del pueblo, renace la esperanza, se llenan de energía las baterías que por el desgaste cotidiano ya estaban prácticamente agotadas. Eso fue exactamente lo que sucedió aquel noviembre de 2020. Fue el inicio de un ciclo de protestas, que aunque se encuentre aparentemente apagado, continúa y no podrá detenerse por más que las autoridades cubanas lo intenten frenar.

Es cierto que dos años después de aquel noviembre hay muchas cosas que lamentar: la cárcel de unos, la represión contra muchos, el exilio –voluntario o forzado– de muchos otros. Incluso tenemos que lamentar la muerte de algunos hermanos que ya sea por protestar o por intentar escapar del sistema opresor que gobierna en Cuba, han dejado de estar con nosotros.

Al mirar hacia atrás, a menudo surge la pregunta de para qué sirvió aquel esfuerzo cívico, si a fin de cuentas hay que lamentar todo lo mencionado en el párrafo anterior y mucho más, mientras que por otro lado, no se acaban de producir los cambios que exigimos y que necesitamos los cubanos.

Sucede que los cambios sociales no se dan de un día para otro, aunque tengan hitos que sí se dan en un día o en un mes determinado. Hitos que animan, unen, impulsan, crean conciencia, generan consensos, ganan apoyos, y que aunque no acaben con el sistema de una vez, contribuyen enormemente al proceso para el cambio definitivo. Eso fue el mes de noviembre del 2020, julio del 2021, noviembre del 2021, y muchos otros momentos en los que los cubanos nos hemos atrevidos a alzar la voz.

No caigamos en la tentación de confundir los hitos con el proceso, ni de pensar que solo los hitos son importantes o que lo son más que el proceso. En Cuba el cambio es irreversible, la realidad lo demuestra. El proceso hacia ese cambio viene desarrollándose hace años, ha tenido sus hitos y tendrá otros, pero lo más importante es que no se detiene, y que tarde o temprano la democracia, la libertad, el progreso, se harán presentes en nuestra realidad.

Los protagonistas cambian, los momentos son diferentes, los métodos y herramientas de lucha también varían, pero el proceso sigue siendo uno, desde los primeros que se enfrentaron al sistema implantado en 1959 hasta los que valientemente se manifiestan hoy en día en las calles cubanas. No perdamos las esperanzas en el proceso del cambio, pues solo así vendrán nuevos hitos, nuevos pasos en ese proceso, y finalmente el cambio que deseamos. Mientras más esperanzas tengamos y más apostemos por ello, más cerca está ese momento de nosotros, mientras que si nos dejamos ganar por la desesperanza se nos alejará cada vez más.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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