Nadie dudó que el modus operandi iba a ser diferente al del largo camino de autoalabanzas que ha tenido lugar en Cuba en los últimos años. Nos ha podido faltar el alimento más básico, cualquier miscelánea, la electricidad o las medicinas, pero si de soberanía se trata somos el mejor país del mundo. Cuando estudiaba en la secundaria y tocaban los turnos de “Reflexión y Debate” (como si pudiéramos de verdad dar rienda suelta a la palabra respetuosa y creativa, reflexionar y debatir de verdad) pregonábamos que Cuba iba a ser el país más culto del mundo. Las “reflexiones” iban en torno a esos temas, casi siempre políticos, marcados también en aquel entonces por el negativo papel de la “mafia anticubana” y la “ultraderecha miamense” entorno al caso del niño Elián. Tiempo después, y hasta nuestros días, el Norte sigue siendo el faro de muchos cubanos que buscan la verdadera libertad, acompañada de la prosperidad económica que, a la larga, es una cuestión política. Pero aún en las condiciones más difíciles el país, como si se tratara de un hogar ampliado (siempre considero que un país no se maneja como un núcleo familiar, ni se habla a la ciudadanía como en la sala de una casa) saldría de la crisis y continuaría exigiendo al “enemigo del Norte” los mismos reclamos del histórico diferendo. Entonces, nada debe asombrarnos del triunfalismo cubano ante la gestión de la pandemia y los candidatos vacunales autóctonos.
Desde el eslogan, los mensajes televisivos, la prensa oficial, hasta la campaña en los vacunatorios, adornados con consignas y amenizada la estancia postinyección con actividades político-culturales. “Más que una vacuna es un país” ha sido la frase que ha acompañado la campaña, junto al eminente logro de ser el primer país en obtener una vacuna latinoamericana contra la Covid-19. La efectividad, según datos oficiales, se compara con los niveles de Pfizer y Moderna; sin embargo, el índice de contagios en la Isla sigue siendo muy elevado, la cifra de fallecidos no se compara con la de inicios de la pandemia en el país, y el porcentaje de la población vacunada hasta la fecha no es el que se había previsto. Cabe preguntarse, porque el soberano tiene derecho, y la vida humana es lo más importante, si esta situación podía haber sido diferente de haber aceptado Cuba cooperación internacional, a la par que llevaba a cabo la investigación y desarrollo de sus propios candidatos. Son tantas las preguntas acumuladas, las sugerencias desechadas, y los errores cometidos, que es mejor mencionar algunos de los pasos a seguir en el azaroso camino que significa salir de cualquier crisis.
El primer paso para resolver una situación, desenmarañar un problema, dar solución a la crisis, es reconocer que nos encontramos en ese punto que necesita el cambio.
El segundo paso sería dejarse ayudar por quien tiende la mano generosa, aporta un consejo o, simplemente presta oído.
Y el tercero es trabajar mancomunadamente, poniendo todo el empeño en la búsqueda de una salida viable y funcional para todos. No ir a ciegas, ni decretar las peores medidas como el cambio monetario en tiempos tan difíciles.
Somos un pueblo cansado de consignas y de planes por cumplir. Un pueblo que se ha quedado a la espera de las promesas que no llegaron. Un país que vive dos realidades: el crudo y duro día a día de cada ciudadano de a pie, y la panacea que narran las noticias nacionales.
Ese aire de triunfalismo solo frena cualquier iniciativa, y limita el desarrollo. No se puede hablar de triunfo cuando la potencia médica hoy no tiene para brindarles a sus ciudadanos, a través del sistema de salud pública, el medicamento más básico o un insumo tan simple como una jeringuilla. No se puede hablar de triunfo cuando el país que hace alarde de soberanía realiza un proceso de unificación monetaria para vender los productos más elementales en monedas extranjeras mientras sigue pagando los salarios
en pesos cubanos. No se puede hablar de triunfo cuando hemos vivido 62 años de un proyecto social fallido, que enarboló las banderas de la justicia, la igualdad y la democracia, bajo el liderazgo de un único partido.
Yo creo, sinceramente, que cuando se habla de triunfo hay que referirse a cada cubano que decide vivir en esta Isla, empujar para adelante y resistir la tormenta con la esperanza del cambio.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.