Últimamente en Cuba se está usando cada vez más la palabra “emprendedor”. Pero se reduce, incluso en los que enseñan a emprender a negocios, comercios, pequeños servicios u oficios medievales. Por ejemplo: casas de alquiler, restaurantes, taxistas, albañiles, gestores de impuestos, entre otros. Reducir el emprendimiento a estos trabajadores manuales o de servicios es cercenar lo mejor de la iniciativa y la innovación humana. Es necesario que nos abramos todos a la mentalidad, el concepto y la cultura de lo que es verdaderamente ser emprendedor. Veamos que dicen los diferentes autores a lo largo del tiempo:
El origen remoto:
“El término emprendedor, del francés entrepreneur, es usado para referirse a un individuo que organiza y opera una o varias empresas, asumiendo cierto riesgo financiero en el emprendimiento. Fue definido por primera vez por el economista anglo-francés Richard Cantillon como «la persona que paga un cierto precio para revender un producto a un precio incierto, por ende tomando decisiones acerca de obtención y uso de recursos, admitiendo consecuentemente el riesgo en el emprendimiento»”. Posteriormente, a principios del siglo XVIII, los franceses extendieron el significado del término a los constructores de puentes y caminos y a los arquitectos. La palabra fue definida por primera vez en el Diccionario de autoridades de 1732, todavía con esa connotación, como: “La persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua”.
Otras definiciones:
El emprendedor es un agente económico: En 1803, Jean-Baptiste Say lo definió como “un agente económico que une todos los medios de producción. La tierra de uno, el trabajo de otro y el capital de un tercero y produce un producto.”
El emprendedor es un innovador: Más adelante en el siglo XX en 1934, Joseph Alois Schumpeter definió así a los emprendedores: “son innovadores que buscan destruir el estatus-quo de los productos y servicios existentes para crear nuevos productos y servicios.” Para el autor “las invenciones e innovaciones son la clave del crecimiento económico y quienes implementan ese cambio de manera práctica son los emprendedores. La clave de este concepto es la capacidad de transformar innovaciones desde un invento a un producto práctico, lo que implica un alto riesgo económico.”
El emprendedor es un promotor de cambio: En 1964, Peter Drucker da un paso adelante en la definición: “Un emprendedor busca el cambio, responde a él y explota sus oportunidades. La innovación es una herramienta específica de un emprendedor, por ende el emprendedor efectivo convierte una fuente en un recurso.”
La Wikipedia nos pone un ejemplo: “la diferencia central entre personas del tipo de, por ejemplo, Bill Gates o Steve Jobs y otros no es que éstos sean los únicos dispuestos a de tomar riesgos o capaces de ello, sino que estos personajes – motivado no necesariamente en forma principal por la ganancia son capaces de introducir innovaciones que modifican profundamente algún área económica o la sociedad entera. Posteriormente aparecerán otros que copian o adoptan esas innovaciones, quienes también asumen un riesgo, pero no son -según esta concepción-verdaderos emprendedores, sino más bien un hombre de negocios, un comerciante o un empresario. Hay quien, con en ese espíritu, en la actualidad considera al emprendedor como un héroe cultural.” De esta forma, un profesional, un intelectual, un activista social, un inventor, que promueve cambios, propone modelos nuevos, introduce propuestas renovadoras en cualquier sector de la sociedad, es también un emprendedor. La lista restrictiva de “oficios medievales” que en Cuba se llaman “trabajos por cuenta propia” es una prueba del bloqueo interno a los emprendedores.
También existen los emprendedores sociales y políticos
Son aquellos ciudadanos que emprenden la creación de otros tipos de organizaciones o instituciones no necesariamente comerciales, como las asociaciones cívicas, los grupos sociales no partidistas y los mismos partidos políticos. Para el desarrollo de una sociedad civil fuerte, participativa y decisoria es de estricta necesidad la existencia y promoción de los emprendedores cívicos y políticos con sus diferentes roles en el tejido social. En el siglo XXI restringir el emprendimiento a los negocios lucrativos o a los oficios medievales es castrar el desarrollo humano integral y la prosperidad de toda la sociedad. Aún más, los emprendedores cívicos y políticos pueden y deben ser un factor desencadenante de una economía de mercado con un profundo sentido social, tal como la quisiéramos para Cuba.
Hacia una cultura emprendedora
El desarrollo de emprendedores y emprendedoras trasciende la creación de un marco jurídico que les garantice su libertad de empresa, su iniciativa privada, la seguridad de su emprendimiento y el debido reconocimiento social como promotores del bien común. En efecto, además del marco jurídico justo y favorecedor de oportunidades, es responsabilidad tanto del Estado como de la sociedad civil, el fomento de una cultura emprendedora.
La cultura emprendedora es “el conjunto de cualidades, conocimientos y habilidades necesarias que posee una persona, para gestionar un proyecto concreto o su rumbo profesional. La cultura emprendedora está ligada a la iniciativa y a la acción. El tenerla, ayuda por un lado, a saber lanzar nuevos proyectos propios con autonomía, con capacidad de asumir riesgo, con responsabilidad, con intuición, con capacidad de proyección al exterior y con capacidad de reaccionar y resolver los problemas; y, por otro lado, a saber llevar a cabo proyectos de otros con el mismo espíritu de innovación, responsabilidad y autonomía.” El no tenerla provoca un estancamiento de la iniciativa personal, un marasmo en el desarrollo del tejido social y un empobrecimiento de la vitalidad de la nación. Es, por tanto, necesario educar a todas las generaciones en una cultura, entiéndase, una forma de vida, en la que “las actitudes, habilidades y, por lo tanto, dicha cultura emprendedora, se aprenda desde la educación primaria, que es lo que prevén las leyes de algunos países como, por ejemplo, la ley española 14/2003, de apoyo a emprendedores”.
Avanzar hacia una cultura emprendedora se logra, según algunos estudios, fomentando “determinadas competencias como: la capacidad de resolver problemas, de analizar, planificar, evaluar y tomar decisiones, de asumir responsabilidades, de cooperar, de trabajar en equipo, de comprometerse en nuevos papeles, de desarrollar la confianza en uno mismo, de aprender a pensar de modo crítico e independiente, de ser más creativo e innovador y con más iniciativa personal, de prepararse para asumir y limitar el riesgo.” En esta educación para la cultura emprendedora son también “importantes las motivaciones, es por eso que existen teorías tanto enfocadas en valores, como en relaciones interpersonales, que ayudan al emprendedor a tener una mejor visión sobre cómo actuar y reaccionar ente diferentes circunstancias que sobre la marcha se le irán presentando.”
Considero que los cubanos, por lo general, tenemos un talento emprendedor, además cultivado durante los tiempos en que la libertad de emprender que es más que la libertad de empresa, era uno de los atributos de nuestra legislación republicana. En las últimas décadas ese talento se ha visto bloqueado al interior de la Isla y se ha demostrado, una vez más, en aquellas latitudes a dónde han tenido que emigrar los cubanos en busca de mayores oportunidades y libertades. De tal manera ha sido esto patente y demostrable que el propio presidente de los Estados Unidos expresó en su alocución al pueblo cubano desde La Habana este reconocimiento internacional del carácter emprendedor de los cubanos:
“En Estados Unidos tenemos un claro monumento a lo que el pueblo cubano es capaz de construir: se llama Miami. Aquí en La Habana, vemos ese mismo talento en los cuentapropistas, las cooperativas, los autos antiguos que todavía ruedan. El cubano inventa del aire.” (Gran Teatro de La Habana, 22 de marzo de 2016).
A pesar de los pesares, creo que debemos seguir fomentando esa cultura del emprendimiento y ampliar los horizontes de su concepto para que la entera sociedad civil sea el motor impulsor de la reconstrucción moral, material y espiritual de la nación cubana.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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