Por Miriam Leiva
La apertura de la Administración Obama ha dejado al gobierno cubano sin explicación lógica para impedir que el talento busque reconocimiento en los escenarios de Estados Unidos. La sensatez está prevaleciendo sobre las posiciones extremas a ambos lados del Estrecho de la Florida. La compuerta entornada con la autorización a norteamericanos para participar en la exposición Chelsea Arte Actual de Nueva York, el Concierto por la Paz en La Habana y eventos científicos, se abre con la avalancha de cubanos hacia el Norte. Las afamadas Zenaida Romeu, Yengsay Valdés y Omara Portuondo comenzaron la marea, pero Carlos Varela amplió el diapasón.
Las fiestas navideñas en Miami contaron con La Charanga Habanera hasta en el Club Ache de la Pequeña Habana y Buena Fe en el Teatro Manuel Artimes. Las presentaciones de esos artistas en los programas televisivos de María Elvira, Carlos, A Mano Limpia y otros, han tenido gran demanda entre la población, que alquila DVDs a los piratas que graban de los “canales” captados ilegalmente o pasan las memorias flash. Había expectativa sobre las eventuales declaraciones, y satisfacción porque reconocieron que los cubanos muy apreciados por el pueblo, y vetados por las autoridades, deben poder actuar en la Isla.
Los Van Van iniciaron en la Florida a fines de este enero la gira de 70 conciertos, donde las actuaciones miamenses en 1999 estuvieron inmersas en la atmósfera confrontacional de la época desde ambas riveras del Estrecho. En esta ocasión no han faltado “piquetes” frente a los teatros, pero muy pequeños. Prevalece el ambiente más nostálgico y familiar de las oleadas de cubanos emigrados después de los 80 y la racionalidad de las descendencias cubanas nacidas en una tierra de democracia y oportunidades según las capacidades y esfuerzos de las personas. Juan Formell y los integrantes del grupo han evidenciado que la mentalidad en Cuba cambia y, con la anuencia del gobierno o posiblemente más allá de lo que desee permitir, procuran beneficiarse del futuro hoy en ciernes. No solo abogan por que los artistas exiliados y prohibidos en Cuba actúen acá, sino que han compartido escenario con viajeros más recientes, como Isaac Delgado y Manolín, el médico de la Salsa, entre otros.
No menos significativa fue la presencia de Chucho Valdés en la ceremonia de los Premios Grammy, donde sumó al Grammy Latino otro galardón por el disco con su padre, el gran Bebo, nonagenario que ha estado prohibido en Cuba, injustamente no sólo para él sino para todos los cubanos. Esa conjunción está siendo emulada por Formell, que se ha presentado con su hija Vanessa y habla de su hijo Carlos Juan, residentes en Estados Unidos desde hace muchos años, y a quienes en la Isla no se menciona.
Pero Carlos Varela ha sido el visitante de mayor trascendencia, lo que lamentablemente no se conoce en Cuba como merece, en gran parte por el tradicional cierre a su obra y movimientos. Según informara The International Herald Tribune en primera página el 29 de diciembre pasado, inició su periplo en el Capitolio de Washington antes de viajar a Hollywood, donde trabajaría en un álbum con Jackson Browne. Allí conversó con legisladores y almorzó con altos funcionarios de la Casa Blanca, luego tuvo un jam session en el salón de reuniones del Comité Presupuestario del Congreso. Acudió a universidades e institutos, donde las preguntas no versaban sobre música sino acerca de política. “No represento a ningún gobierno ni partido político. Pero quizás por eso los gobiernos y los políticos pudieran estar dispuestos a escuchar lo que tengo que decir”, señaló. Hacía 11 años de su anterior visita a Estados Unidos, y en esta ocasión fue patrocinado por el Centro para la Democracia en las Américas, una organización no gubernamental, según la fuente.
En una reunión con el Representante Howard Berman, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, Varela sugirió la adopción de un enfoque diferente. Dijo que “Hay algunos políticos cubanos que usan el aislamiento para su beneficio, pero no creo que nadie en Cuba pudiera obstruir si los Estados Unidos decidieran abrir las relaciones. La música no traerá un fin rápido a 50 años de conflicto político. Pero en ausencia de intercambios diplomáticos significativos, los músicos pueden servir más que de celebridades. La música no moverá a gobiernos, pero podría mover a los pueblos. Y los pueblos pueden mover a los gobiernos.” Indudablemente los contactos multifacéticos entre los pueblos amplían los horizontes.
En esta crítica etapa de urgencia por los cambios impedidos oficialmente, pero inevitables debido a la dura y absurda vida impuesta, los cubanos horadan las rocas de diversas maneras. Más allá del estribillo de la canción “La Habana no aguanta más”, “Cuba no aguanta más” destrucción. Es tiempo de que el gobierno asuma sus responsabilidades, que pronto no habrá pan, y la Patria no merece este circo.
La Habana, 3 de febrero de 2010
Miriam Leiva (Encrucijada, 1947)
Periodista Independiente cubana.
Fue diplomática en varios países de Europa.
Reside en La Habana.